Fábrica de deseos e ilusiones la red se ha vuelto un recurso inagotable para quienes desean dar rienda suelta a sus afanes sexuales. Pero el ciberespacio es también una zona de reverberación en donde la moda dicta comportamientos o los reproduce de manera estridente. Una de ellas es vincular las cuestiones sexuales y eróticas con el uso de aparatos y tecnología de punta. De esta manera para un sinfín de tribus digitalizadas y gadgetizadas se correlaciona lo chic y el atractivo sexual con el uso de un iPod, un teléfono celular de punta o un asistente personal de última generación.
En estos casos uno no sabe si los individuos están más interesados por los aparatos que por las personas en sí. Después de la muerte de la tan afamada y contradictoria generación X, ha arribado una generación que gusta de unir tecnología y placer, pero sobre todo que encuentra su realización más de la mano de los aparatos y la moda tecnológica que en cualquier otro aspecto. Es una actitud ante todo lúdica y menos caracterizada por pensar en emancipaciones por las cuales lucharon las generaciones pasadas. Así la única cuestión que interesa es dar rienda suelta a su muy personal fantasía.
Es un carnaval de situaciones que más que marcar una revolución en las maneras de ver y situarse en el mundo es típicamente narcisista, con un desenfrenado interés por la egolatría en donde todos bailan a un ritmo tecno envueltos en máscaras, disfraces y atavíos que muestran, curiosamente, más de manera virtual que real.
Es una generación que con menos de 22 años es amante de la informalidad, de asumir en medio de sus frivolidades y desplantes actitudes independientes que combina de una manera paradójica los deseos de independencia individual, con un repliegue radical hacia sus gustos y su interior, el culto al cuerpo y a las relaciones efímeras, volátiles pero cargadas de adrenalina y placer. Y para lograr esto último caminan de la mano de la red, que se ha tornado en el gran supermercado de venta de ilusiones, realidades y placeres al por mayor.
La paradoja en todo este revuelo que causan las nuevas generaciones, llenas de gadgets y tecnología de punta, es que su antisolemnidad y su desparpajo por relacionarse y ver su entorno se lleva a cabo con tal énfasis que parece que lo hacen con una seriedad que envidiaría cualquier sofisticado en la búsqueda de la profesionalidad y el éxito laboral.
En estos casos uno no sabe si los individuos están más interesados por los aparatos que por las personas en sí. Después de la muerte de la tan afamada y contradictoria generación X, ha arribado una generación que gusta de unir tecnología y placer, pero sobre todo que encuentra su realización más de la mano de los aparatos y la moda tecnológica que en cualquier otro aspecto. Es una actitud ante todo lúdica y menos caracterizada por pensar en emancipaciones por las cuales lucharon las generaciones pasadas. Así la única cuestión que interesa es dar rienda suelta a su muy personal fantasía.
Es un carnaval de situaciones que más que marcar una revolución en las maneras de ver y situarse en el mundo es típicamente narcisista, con un desenfrenado interés por la egolatría en donde todos bailan a un ritmo tecno envueltos en máscaras, disfraces y atavíos que muestran, curiosamente, más de manera virtual que real.
Es una generación que con menos de 22 años es amante de la informalidad, de asumir en medio de sus frivolidades y desplantes actitudes independientes que combina de una manera paradójica los deseos de independencia individual, con un repliegue radical hacia sus gustos y su interior, el culto al cuerpo y a las relaciones efímeras, volátiles pero cargadas de adrenalina y placer. Y para lograr esto último caminan de la mano de la red, que se ha tornado en el gran supermercado de venta de ilusiones, realidades y placeres al por mayor.
La paradoja en todo este revuelo que causan las nuevas generaciones, llenas de gadgets y tecnología de punta, es que su antisolemnidad y su desparpajo por relacionarse y ver su entorno se lleva a cabo con tal énfasis que parece que lo hacen con una seriedad que envidiaría cualquier sofisticado en la búsqueda de la profesionalidad y el éxito laboral.
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