El fin de Diáspora

sábado, 15 de septiembre de 2012

Hay proyectos que nacen con una fuerza mítica por sus afanes libertarios y sus propuestas comunitarias, que ganan de inmediato el corazón y las simpatías de un sector de entusiastas que desean tecnologías más horizontales y amigables con los usuarios, pero que con el correr del tiempo muestran sus fragilidades, su inviabilidad y que están cimentados en el voluntarismo de quienes los idean. Es lo que ha pasado con Diáspora.

Hace poco se anunció que Diáspora sería entregada a la comunidad. Muchos amantes de las redes sociales tenían muchas expectativas en Diáspora, por promoverse como la antítesis de Facebook: una red distribuida, descentralizada, de código abierto y con fácil control de los datos personales por parte de los usuarios.

Diáspora nació cuando cuatro estudiantes neoyorquinos lograron un financiamiento participativo o crowdfunding de 200 mil dólares. Hoy, con la "renuncia" de sus fundadores, se pone en evidencia que los proyectos con financiamiento participativo no son el pasaporte hacia el éxito.

La corta vida de Diáspora refleja un proyecto inmerso en el optimismo desenfrenado, de promesas que acabaron en escepticismo e incluso en tragedias personales. En menos de un año, el sentimiento positivo por la campaña de recaudación de fondos desapareció para dar paso a las confusiones.

Ya el suicidio de un cofundador de Diáspora, Ilya Zhitomirskiy, en noviembre de 2011, fue un aviso importante y algunos analistas vieron que ello advertía no sólo de una particular situación psicológica, sino de que no había prendido entre muchos usuarios y a muchos les parecía que Diáspora no ofrecía solucionar los problemas que tenían en otras redes sociales.

Si el objetivo de Diáspora era ser un robusto proyecto de código abierto, el devolverlo a la comunidad es, en realidad, renunciar a un ideal, e incluso no sería raro que su futuro termine siendo retomado por otro grupo de inversionistas que acabe por convertirla en una nueva Facebook.

Más allá de los comentarios de algunos entusiastas de Diáspora, en el sentido de que entregar el proyecto a su comunidad de usuarios es dotarlo de mayor transparencia, de que ellos se vuelvan activos arquitectos de la misma, lo cierto es que más que un obsequio benevolente a los integrantes de dicha red, es la renuncia amarga a una idea libertaria.

Publicado en Milenio.

 
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