El dominio de las noticias falsas

lunes, 28 de noviembre de 2016

Después de ahogado el niño se quiere tapar el pozo. Apenas se digiere la resaca del reciente proceso electoral de Estados Unidos y ya se incrementan las críticas. Una idea compartida por analistas es que fue un proceso que destacó por la cantidad de noticias falsas publicadas en diversos plataformas sociales. En Facebook (FB), por ejemplo, el día de las elecciones la cantidad noticias falsas superó a la “reales” y esos contenidos fueron evidencia del lodo y excremento que desfiló a lo largo y ancho del ciberespacio durante dicho proceso electoral.
A pocos extraña esto ya que desde hacía tiempo el universo de hoaxes y sitios fake son una realidad, particularmente en las redes sociales y Google, y las herramientas para frenarlos han sido inoperantes. Incluso Paul Bradley, señala que representantes de FB y Twitter al arrancar las campañas en Estados Unidos decidieron eximir de las normas de control habitual de los mensajes a los candidatos.
Se partió de la idea que Hillary y Trump requerían tener un tratamiento diferente, porque ese proceso era fundamental para la democracia de esa nación y los candidatos debían contar con libertad absoluta y, por tanto, sus mensajes no serían filtrados. Cuestión que aprovechó Trump: se regodeó en difamar a su oponente, atacar a las minorías, hacer alarde del menosprecio a las mujeres, mentir y atacar a los medios convencionales de comunicación.
Tanto los equipos de Hillary como de Trump encontraron en las redes sociales el campo idóneo para aventar estiércol al por mayor. Lo cuestionable fue la manera en que las plataformas dieron la espalda a esto.
Durante la campaña estadunidense se difundió que FB era consciente de esa situación, incluso se dijo que había desarrollado una herramienta para reducir la exposición de información falsa y engañosa a sus usuarios, que afectaba sobre todo a los sitios conservadores, pero los directivos le dieron la espalda a eso y no implementaron esos algoritmos para no ser acusados de parcialidad.
Ante la avalancha de críticas, Zuckerberg ha anunciado que FB mejorará la detección de información errónea e implementará mejores herramientas que permitan a los usuarios reportar fácilmente los contenidos falsos; permitirá que terceros puedan verificar los contenidos; implementará procedimientos de advertencia a las personas sobre la información errónea; mejorará la calidad de los artículos relacionados que aparecen en el servicio de noticias; mejorará su esquema publicitario para identificar mejor el spam que emana de sus las granjas de cliks y hacerse eco de las propuestas de los usuarios para mejorar la verificación de la información.
Google también ha anunciado planes para moverse en la misma dirección implementando herramientas de verificación de datos de lo publicado en su servicio Google Noticias y tener un mejor filtrado en su buscador. Tanto FB como Google impedirán que los sitios de noticias falsas ya no puedan hacerse de dinero como sucede actualmente. Tampoco se queda atrás Twitter y emprenderá medidas para tal efecto.
No obstante surgen las voces que indican que eso es darle mucho poder a dichas plataformas, ya que eso podría ser un pretexto para controlar la circulación de contenidos y derivar en acciones de censura.  De todas maneras no debe olvidarse que difusión informativa no es algo neutral, desde el momento que se confeccionan los algoritmos se alinean o ajustan a los intereses de quien lo implementa, en este caso a su modelo de negocio.

En la era de la economía de la atención, lo que más se propaga es lo que manda.  Además, la mala información la irradian o proviene de nuestros mismos contactos. Si bien es cierto que la propalación en las redes sociales de las noticias falsas es una realidad, no olvidemos que no son la enfermedad sino el síntoma de algo más profundo. A despecho de Habermas el espacio público moderno ya no se construye con el uso de la razón, sino por la mano la psicopolítica, es decir por las emociones que explotan o nutren eficazmente las noticias falsas.

Equívocos electorales

domingo, 20 de noviembre de 2016

En estos días Facebook ha sido acusada de haberse implicado directamente en el resultado de las elecciones estadunidenses al permitir la publicación de noticias falsas, que influyeron en la decisión de los ciudadanos para sufragar por Trump. Obama mismo ha tenido palabras duras contra Facebook. Incluso Marc Benioff , CEO de Salesforce, ha señalado que Twitter es culpable del resultado electoral de Estados Unidos. 
Tampoco ha salido indemne Google: se le acusa de no frenar la difusión de noticias falsas, al no eliminar de sus búsquedas al sitio de noticias “70 News”, que difundió un falso conteo final de las elecciones que mostraba un triunfo de Trump en lo referente al voto popular, siendo que lo ganó Hillary Clinton. No obstante, se ha sobredimensionado el papel de los medios de comunicación emergentes.
En la llamada era del Big Data (BD), según Viktor Mayer-Schönberger & Kenneth Cukier, se puede lograr mayor fiabilidad en el conocimiento de o opiniones de las personas, ya que se pueden explorar grandes volúmenes de datos y alcanzar pronósticos precisos. Pero tanto las predicciones basadas en el BD como en las encuestas tradicionales no sirvieron para nada. 
Trump le ponchó las llantas al Big Data y, de paso, pone en predicamento a las empresas que venden humo a diversos gobiernos, ofreciéndoles sus servicios de pitonisas y de expertas en el análisis del BD para predecir la aparición de fuertes movimientos sociales, revueltas civiles o disturbios colectivos.
También fracasaron las tecnologías de orientación personalizada, ya que software y algoritmos usados para conocer las preferencias de los votantes para enviarles mensajes políticos personalizados por correo electrónico o vía las redes sociales, no marcaron una diferencia real; si bien se promocionó a los candidatos por esa vía, la mayoría de contenidos se dedicaron a denigrar al oponente. Hillary Clinton invirtió mucho dinero en comunicación personalizada, su caballo de batalla para influir en los votantes fue el algoritmo Ada
Además, como es habitual en las redes sociales los ciudadanos no estuvieron expuestos a diversos puntos de vista, ya que los filtros burbuja de Facebook, que operan con base en sus algoritmos para analizar los gustos de las personas, les proporcionaban contenidos únicamente afines a su perfil político, lo que los alejaba de información que no coincidiera con sus puntos de vista, conformando burbujas ideológicas y políticas.
La victoria de Trump también significó un revés para Silicon Valley. Para el periodista Farhad Manjoo, del New York Times, el triunfo de Trump llevó el optimismo tecnológico del Valle de Silicio a su límite. La tribu del Valle estaba mayoritariamente a favor de Clinton, lo que se tradujo en apoyos económicos a la candidata. Se pensaba que las nuevas tecnologías estaban en consonancia con la democracia, una mente abierta y progresista, pero no fue así.
Con el triunfo del advenedizo Trump, los directivos de Silicon Valley sienten pasos en la azotea porque sus preferencias políticas y críticas al otrora candidato republicano puede llevar a tener una relación nada amable con él en el poder, por lo que no es extraño que un sector del Valle apoye con recursos económicos a quienes impulsan que California se convierta en un nuevo país. 
Las elecciones estadunidenses son un recordatorio de que los comportamientos humanos son complejos y sutiles para ser atrapados fielmente por un software o un algoritmo. Además, se exageró en la devoción puesta en los Millennials, de que serían fundamentales en el triunfo de Hillary, ya que ser usuarios de una tecnología no lleva por sí mismo a las personas a pensar en un mundo mejor; además, dicho sector no tiene un interés real por la política, no le interesa la articulación activa de lo comunitario y sólo reacciona defensivamente y quejándose de las cosas en las redes sociales, pero todo lo que transcurre fuera de un smartphone le da mucha pereza. 

Artículo publicado en El Universal de Querétaro el 20/11/16.

 
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