Gates y Google

lunes, 26 de agosto de 2013

Desde que internet se empezara a masificar en la segunda mitad de la última década del siglo XX, surgieron voces a escala planetaria que advirtieron que aparecía una nueva vía en la cual una parte importante de la población mundial quedaba excluida o marginada de usar dicha tecnología. Hoy es una realidad que la brecha digital sigue siendo grande a escala planetaria e incluso se refleja de manera evidente las divisiones entre los conectados y los que están ausentes de gozar de las bondades tecnológicas.

Actualmente a escala planetaria existen 2,405,518,376 personas con conexión a internet, lo que significa que de la población total mundial sólo el 34.3 por ciento hace uso de internet a través de algún dispositivo de conexión.

Desde fines del siglo XX hasta el presente sigue vivo el debate, destacándose dos posiciones claras. Para unos es necesario encarar esta situación a través de políticas públicas, como lo proponen diversos organismos como la ONU y diversos gobiernos. La otra postura indica que antes de pensar en invertir cuantiosos recursos en llevar la conexión a internet es necesario pensar en solventar los problemas de hambre y salud pública que sufren millones de personas en el mundo.

En junio pasado Google presentó un nuevo proyecto para llevar internet en las regiones marginadas del mundo. La iniciativa, llamada Google Loon, intenta proporcionar acceso a internet en las zonas rurales y remotas utilizando globos de helio que se lanzan a la estratosfera, a una altitud de unos 20 km, para crear una red inalámbrica. El proyecto cubrirá grandes áreas geográficas de los países del Sur, que es donde se encuentra la mayoría de personas sin conexión a internet.

Esta propuesta de Google es muy original, pero la misma es objeto de algunas críticas. Recientemente Bill Gates señaló que cuando uno se muere de malaria no es de gran ayuda tener globos que ofrezcan conexión a internet. Cuando un niño tiene diarrea no lo aliviará o curará entrar a un sitio web.

Para Gates de ninguna manera deja de tener sentido o interés la revolución digital, ya que todavía tiene importancia que las escuelas cuenten con eficaces sistemas de conexión a internet, que los habitantes estén en posibilidad de ofrecer un mejor acceso a las nuevas tecnologías, pero es algo que no puede generalizarse. Para Gates la iniciativa Loon de Google no es muy útil en los países con altos niveles de pobreza, quienes tienen necesidades más apremiantes que pensar en tener conexión a internet.

Más allá de las consideraciones de Bill Gates y los intereses que también pueden estar presentes en sus labores filantrópicas, sus puntos de vista invitan a pensar si no el afán casi devocional que en ocasiones se depositan en las nuevas tecnologías lleva a no atender los fundamental, depositando enormes cantidades de dinero en proyectos de conexión en zonas en donde la pobreza y las condiciones de salud pública son tales que las persona no cuentan siquiera con electricidad, viejos equipos de cómputo y adaptadores de conexión para que dichas personas puedan conectarse a internet.

Cambios en el periodismo

viernes, 9 de agosto de 2013

Hace poco el periodista Víctor Roura dejó de ser coordinador de la sección cultural de El Financiero, la cual fundó y dirigió por 25 años. Durante ese lapso, ese espacio se había tornado uno de los mejores en su especialidad. Roura fue una “víctima” de los procesos de digitalización que enfrentan los medios y los cambios en los criterios editoriales que siguen los medios convencionales para adaptarse a esta era dominada por las nuevas tecnologías.

Alteraciones que seguramente se han sentido desde tiempo atrás en emblemáticos medios como The Washington Post, que se sumió desde tiempo atrás en caída notoria de sus ingresos por concepto de publicidad. Así que no fue extraño que Jeff Bezos, CEO de Amazon, adquiriera recientemente The Washington Post acabando con ochenta años de negocio puramente familiar. Bezos pagó 250 millones de dólares en efectivo por hacerse de dicho medio, fundamentalmente de la marca, ya que los archivos y otros activos de ese periódico no fueron adquiridos.

Hasta ahora se ha impuesto la idea de que el contenido es la cuestión primordial que garantiza la audiencia de los sitios en la red, pero en el caso de los sitios de noticias (basados en el modelo convencional y los estrictamente digitales) está claro que no han podido traducir su tráfico en ingresos y en un sólido modelo de negocio. Así que la compra de The Washington Post por parte de Bezos será seguida con mucha atención por los interesados en el periodismo, para ver si en el mediano plazo no sólo es cierto que está en crisis el periodismo, o si es capaz de generar un modelo de negocio que hasta ahora no han podido concretar los medios convencionales y si romperá con los criterios editoriales que imitan (en ocasiones ciegamente) los medios convencionales para adaptarse a los vientos que soplan en el campo del periodismo.

El éxito o fracaso que tenga Bezos con The Washington Post no sólo marcará los derroteros de ese medio, sino que se puede tornar también en el futuro de los periódicos a escala planetaria.

Caso Snowden

viernes, 26 de julio de 2013

Sin duda las filtraciones de Snowden han generado un terremoto a escala planetaria. Sus continúas declaraciones han puesto en evidencia que las nuevas tecnologías facilitan la vigilancia de los ciudadanos y el filtrado de contenidos. Pero de este escándalo global podemos sacar ya algunas conclusiones.

Que el escándalo ocasionado en los usuarios y la opinión pública no deja de ser extraño porque era de ingenuos no imaginarse que el espionaje que hace China, Laos y otros países de las redes sociales e internet no lo hiciera Estados Unidos.

Que si bien Estados Unidos ha puesto en marcha un sistema de espionaje global de internet, también es cierto que en muchas naciones su sistema de seguridad e inteligencia no prescinden del uso de tecnologías para espiar conversaciones digitales de sus ciudadanos, violentando con ello los derechos fundamentales de sus ciudadanos.

Que todas las grandes firmas de las nuevas tecnologías son muy dóciles al gobierno estadunidense, que se han prestado a cooperar con la vigilancia violentando la confianza que sus usuarios han depositado en ellas.

Que las nuevas industrias culturales operan con una doble moral, por un lado dicen defender la libertad de expresión pero al momento de defender su modelo de negocio se resquebraja tal postura.

Que la defensa de la privacidad únicamente es sostenida por un sector de usuarios de las redes, ya que muchos de los usuarios de las redes sociales fincan su presencia en las mismas justamente exhibiendo su intimidad.

Que la erosión de lo íntimo en el presente parece ser una continuación del valor de la privacidad que se inauguró en el siglo XVIII.

Redes sociales y democracia

miércoles, 17 de julio de 2013

Ya se ha vuelto normal que las redes sociales jueguen un papel importante en el surgimiento de las grandes movilizaciones y en su prolongación en el tiempo. Así se ha corroborado en diversas naciones como España, Estados Unidos, Egipto o Turquía, donde el uso de dichos medios de comunicación ha sido esencial para articular y desplegar las movilizaciones.

Siguiendo a Manuel Castells esto es reflejo de que vivimos en una sociedad red. La conjunción de diversos dispositivos de conexión a internet no sólo da vida a un nuevo ecosistema de comunicación, sino que éste es fundamental en la conformación de la organización de las sociedades actuales, convirtiéndose en una dimensión que articula procesos sociales, refleja los intereses colectivos y las emergentes prácticas culturales.

La sociedad red ha generado una cultura digital que si algo la define es que las personas entran, a través de diversos dispositivos de conexión, en interacción directa, sin intermediarios, convirtiendo al ciberespacio en una especie de neuromediador en donde las personas construyen una dimensión poblada de redes sociales que se han tornado en un termómetro de la voluntad colectiva.

Una medida gubernamental que lesiona los intereses de la ciudadanía puede dar paso, de inmediato, a su rechazo en las redes sociales, en algunas ocasiones eso sólo se queda en una catarsis colectiva digital, pero en otras esa toma de conciencia e indignación puede conducir a las personas a hacer patente su rechazo en las calles, como ha sucedido recientemente en Turquía o en Brasil.

En los tiempos que corren, la cultura digital alcanza a una buena porción de ciudadanos, por lo cual no es raro que de la noche a la mañana las críticas a los gobiernos y las convocatorias anónimas a manifestarse se traduzcan en una reflexión colectiva que conduce contagiosa y viralmente a protestas masivas que lo mismo pueden prolongarse o ser de corta vida.

En todo caso lo cierto es que esas expresiones son el reflejo de una inteligencia colectiva que manifiesta la ausencia de centros neurálgicos de coordinación de dichos movimientos, pero que son la expresión de una renovación de la democracia que hace obsoletos los viejos esquemas de organización social y política.

Freno a la historia

lunes, 15 de abril de 2013

Desde la confección de su arquitectura internet nació como una estructura de comunicación horizontal. Gracias a que sus arquitectos estaban imbuidos del espíritu contracultural de los años 60 del siglo pasado, pensaron que la red debería ser un medio para la plena libertad de expresión.

Además, la red se confeccionó para conformar redes de transferencia de saberes tecnológicos y económicos entre las personas, lo que se tradujo en el impulso del concepto Do It Yourself que tuvo efectos no solo en el desarrollo de internet, sino en la confección de herramientas y software que abrieron camino a modelos de negocio y de emprendimiento articulados a la idea de libertad de expresión.

Hoy, esas ideas son erosionadas desde diversos frentes. Uno de los más importantes es el de la industria del entretenimiento apoyada por los gobiernos. Como dice Cory Doctorow, las batallas que libran las empresas en favor de la protección de derechos de autor dañan severamente la salud de internet

Las guerras emprendidas contra internet en favor de la protección de los derechos de autor parten de la idea de que la red es un medio solo para distribuir contenidos. Pero ella es mucho más que eso, se ha incorporado a la vida diaria de millones de personas de una manera que superó los pronósticos más optimistas de los pioneros de internet, de suerte que lo mismo sirve para pagar servicios en línea, publicar contenidos multimedia, hacer reservas para boletos de avión, trabar contactos con los médicos, etcétera.

La desastrosa política en favor de los derechos de autor parte de la idea de que con el fin de mantener estable y saludable dicho ecosistema no importa si se daña “accidentalmente” la arquitectura de internet, ya que es un precio aceptable para no frenar la creatividad.

Como dice Doctorw, la solución no está en implementar la guerra y la vigilancia en internet para preservar los derechos de autor, sino en reconocer que la red es el sistema nervioso de la era de la información y que salvaguardar su integridad y libertad es más importante que impulsar los intentos de censura y control de la misma por cuestiones económicas o que la industrias culturales, en el afán de preservar sus intereses, ingresen a la cortes y tribunales a pedir que el reloj de la historia se detenga.

Publicado en milenio.com

Revolución educativa

lunes, 21 de enero de 2013

En 2007 el investigador David Wiley, de la Universidad de Utah, lanzó un curso en línea abierto con el cual puso en marcha un proyecto con el objetivo de ampliar a escala nacional e internacional las actividades educativas de su universidad. Sin embargo, su idea terminó por generar una nueva tendencia pedagógica basada en cursos abiertos masivos en línea (massive online open courses), conocidos como MOOC, que se propagan a diversos espacios universitarios dentro y fuera de Estados Unidos.

Los MOOC son cursos en línea gratuitos para cualquier interesado del planeta, algunos con cientos de miles de alumnos, donde un experto o grupo de expertos en un campo en particular ofrecen durante el tiempo que dura el curso charlas interactivas y los alumnos discuten y reflexionan en foros sobre los aspectos relevantes de las materias estudiadas.

Los MOOC se han convertido no solo en una expresión innovadora en el campo educativo para universidades como Stanford, Harvard, MIT y muchas otras del planeta, sino también en una dimensión en donde se refleja la lucha que libran las instituciones educativas por incrementar su reputación internacional en la disputa por reclutar a los mejores estudiantes y profesores.

No hay consenso sobre los efectos de este tipo de educación. Para algunos escépticos la esencia de la enseñanza es la interacción directa entre estudiantes y profesores; la educación no puede ser simulada y mediada por computadoras y esta propuesta es solo algo experimental, sin futuro. Para otros, en cambio, ya significa un verdadero terremoto en el campo educativo, e incluso desde nuestro entorno se ve como una vía para satisfacer plenamente la demanda de educación superior.

Por ahora, es cierto, los MOOC son un laboratorio, un campo de exploración que busca traducirse en un modelo de negocio y de renovación educativa, pero de tener éxito producirán una profunda alteración del tejido educativo, trastocaría los modelos de las universidades de todo el mundo que deberán replantear seriamente los mecanismos de su oferta educativa, de sus esquemas de funcionamiento. En el caso de las universidades públicas deberán pensar en operar de manera diferente y aprovechar lúcida y estratégicamente sus recursos públicos para no ser arrollados o rebasados por los nuevos modelos educativos.

Publicado en Milenio

 
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