El mexican flu

sábado, 16 de mayo de 2009


El Mexican flu, como se le llama en el ciberespacio a la pandemia de influenza humana que afecta a nuestro país y otras naciones, ha generado en internet una serie de preocupaciones, de sitios que se han volcado a proporcionar datos e información sobre su origen e incluso sobre las diferencias con la influenza típica. En momentos de tragedias o situaciones de emergencia de salud pública la red tiene un buen caudal de sitios con información relevante, pero también han destacado los correos basura, los denominados hoaxes o noticias falsas.
Lo curioso en estas situaciones es que salen hasta debajo de las piedras expertos en salud pública, doctores o posdoctores en epidemiología, teóricos de las enfermedades virales, expertos en economía y estudiosos de los desastres y las catástrofes, que presas del delirio y la alucinación son capaces de remitir en sus correos electrónicos los más variados y trastornados puntos de vista.
Hoy pululan en redes sociales y correos electrónicos las ideas y opiniones más falaces, en donde los peritos en la conspiración dan rienda suelta a su imaginación. Pero a diferencia de los clásicos hoaxes en donde es común presagiar una catástrofe viral, se ha partido de lo contrario: de que la famosa afección viral de la influenza humana no existe, que es mera artimaña para abofetear nuestra inteligencia y sumirnos en la confusión y depresión o para generarnos terror, con el fin de que el estado tome medidas represivas que de excepcionales puedan pasar a ser rutinarias. Así hemos pasado de un estado fallido a un ogro todopoderoso que controlará la vida de los habitantes de México.
Otros correos han sido para referir que la emergencia sanitaria y el lanzamiento del virus de la influenza porcina es resultado de la venida de Obama a México y de las condicionantes que ha impuesto el Fondo Monetario Internacional a nuestro país, unos más refieren que el virus fure creado en un laboratorio de Estados Unidos o que es una treta gubernamental para desviar la atención de la crisis económica o para quitar la atención de la equívoca política para combatir el narco.
No faltan quienes creyéndose estrategas en geopolítica y mentores en la teoría de conspiración y el complot, hablan de aspectos mucho más descabellados e indican que los gobiernos estadunidense y mexicano, así como el G-20 se pusieron de acuerdo para generar esta situación, para lanzar el virus, y de esa manera darse tiempo para hace un mejor manejo de la crisis. Esto no sólo es reflejo de lo absurdas y descabelladas que son estas ideas, sino también de cómo varios usuarios usan el ciberespacio para preludiar el acaecimiento de la desgracia y de la intriga. Por lo que la red, en situaciones de desgracia colectiva o de pandemias, ya no es el terreno solidario y de información confiable que dibujó Howard Rheingold en su ya lejano libro Comunidades virtuales.

Publicado en el periódico Milenio.

El límite de las redes sociales


El crecimiento de las redes sociales sigue imparable, muchos usuarios de la mismas parece que han hecho ya prácticamente su vida en dichos espacios sintéticos. Es tal el interés por las interacciones que tienen varios, que han conformado un listado enorme de contactos que puede superar en algunos casos las 100 personas y parece que no tienen límites en seguir incrementándose.
Sin embargo, el antropólogo Robin Dunbar ha sido el culpable de poner en cuestionamiento esa hambrienta práctica de algunos usuarios de las redes sociales, porque después de enfrascarse en la medición de cerebros y de cuantificaciones grupales de primates, que los seres humanos tienen un límite en cuanto a las interacciones: el mayor número de contactos que el cerebro es capaz de asimilar son 150.
De esa consideración se derivó el famoso número Dunbar que se aplica en honor de este antropólogo que ha efectuado un hallazgo interesante: los límites a los cuales pueden llegar nuestras ansias de construir redes de amistad.
Lo sugerente es que su estudio ha servido para poner en predicamento la idea de que las redes sociales son lugar para sostener una red infinita de contactos.
El mismo Dunbar, que ha estudiado las redes sociales, ha llegado a la conclusión de que el promedio de contactos que mantienen las personas en una red social es de aproximadamente 120 personas, pero que en realidad la mayoría sólo interacciona o mantiene lazos fuertes y estables con un número restringido que puede alcanzar en el mejor de los casos el 50 por ciento.
Es cierto que existen muchos usuarios que en su lista de contactos pueden tener arriba de 150 personas, pero tampoco quiere decir que se enlacen cotidianamente a las redes sociales, porque se ha demostrado que un mínimo porcentaje es el que usa las mismas de manera asidua.
El problema es que estar siempre en contacto no sólo requiere de tiempo disponible, sino que implica una inversión energética que en cierta medida restringe al cerebro a tener una ilimitada cantidad de contactos.
Es probable que ese número promedio en muchos casos sea rebasado por varias personas que pueden ser capaces de tener una gran cantidad de datos, pero sin posibilidades de mantener incluso 70 contactos permanentes, con los cuales las personas charlen de manera cotidiana.
Sin embargo, lo anterior no anula la idea de que las redes sociales son en la actualidad el medio más económico que tienen los seres humanos para alimentar y fortalecer las amistades que se tienen, recuperar los conocidos extraviados a lo largo de la vida, pero también conocer por intermediación de esos entornos sintéticos a nuevas personas que viven en territorio nacional o en otras latitudes.

Publicado en el periódico Milenio.

Los controles de Chávez

Para nadie es un secreto que Hugo Chávez concentra opiniones favorables en Wikipedia, que incluso algunos de sus entusiastas editores digan maravillas de su gestión, lo que es reflejo de que algunas noticias al polarizarse y no pasar por un tamiz más neutral y riguroso tornen a dicho sitio en un espacio ideológico en donde los usuarios piensan que con poner determinados contenidos o interpretaciones de sucesos ganan una batalla o alcanzan a afianzar su causa.
Ausente de dicho sitio está, por ejemplo, el papel que Chávez tiene en materia de internet, que no deja de ser curioso porque a pesar de que quienes son fanáticos de la Wikipedia y seguidores de Chávez soslayan que éste, al tener una política negativa hacia internet, puede impedir que usuarios de la red de Venezuela puedan tener en el futuro acceso a dicho sitio.
No puede olvidarse que a mediados del año pasado el parlamento venezolano aprobó una serie de decretos, 26 para ser precisos, entre los cuales se otorga al ejecutivo al ejecutivo la facultad de “controlar” internet en ese país. Con base en la nueva Ley de Telecomunicaciones, Chávez tiene el poder, cuando lo “exija” el orden público, la seguridad o los intereses de la nación, de suspender la transmisión de las comunicaciones realizadas a través de los distintos medios de telecomunicaciones.
En otras palabras, Chávez se reserva el derecho de censurar los canales y contenidos que le parezcan inapropiados y se permite la licencia de interpretar los motivos. Este tipo de medidas no es nuevo, más bien es una forma que algunas naciones han puesto en marcha para controlar la circulación de los contenidos en internet. Para lograr esto, en la misma Venezuela se ha estableciendo un punto único o servidor de acceso a la red y con ello impedir que se pongan en circulación contenidos que el régimen considera cuestionables, es decir que ataquen la figura de su presidente.
Esta medida aplicada en Venezuela es una variante de las llevadas a la práctica en países como China, Vietnam, Laos o Cuba para frenar el acceso de los usuarios de internet a determinados sitios o incluso para conocer qué tipo de información es la que intercambian y con quiénes traban contacto.
Un ejemplo de esto lo vimos recientemente cuando se presentaron las votaciones para decidir la reelección indefinida de Hugo Chávez como presidente de la "república bolivariana", cuando el Consejo Nacional Electoral prohibió que algunos videos que promovían el "No" se pudieran propagar a través de la televisión y vía internet en Venezuela, aunque eso no impidió que circularan a través de YouTube y pudieran ser conocido por los mismos venezolanos.

Publicado en el periódico Milenio.

El amor digital

La red no es la primera tecnología que ha trastocado el campo de los afectos y las emociones, que ha facilitado que los seres humanos dejen correr por la misma su estructura emocional. Sin embargo, internet por su capacidad de globalizarse y por su virtud para trabar contactos en tiempo real a través de servicios de mensajería instantánea o redes sociales, ha terminado por generar que cientos de miles de seres humanos hayan visto alterada su situación emocional al grado de que destapar sus afectos ante otros sea algo normal en el ciberespacio, por lo que estimula el involucramiento de corazones y pasiones.
Desde la década pasada, cuando la red empezó a ser usada por millones de personas y cuando el hoy menguado servicio ICQ y el perfeccionamiento de las salas de chat tenían gran relevancia, se volvió moda la tertulia digital que hizo de tales interfaces una enorme caja de resonancia para hacer contactos y amistades, de inmediato también se volvió un generador de empatías que desembocó en interacciones tanto entre personas de un mismo país como de diferentes naciones y lenguas. La pasión y el amor se desataron y globalizaron los corazones dando paso a múltiples sitios de encuentros.
En el ciberespacio las personas encontraron un espacio de apertura. Gracias a la desmaterializaron de la red y su posibilidad de interactuar al mismo tiempo en una dimensión simbólica, muchos usuarios la percibieron como una zona más que adecuada para hablar y desnudar su alma, para dejar fluir vigorosamente sus sentimientos que en muchos casos habían permanecido largo tiempo aletargados en lo más profundo del corazón de los usuarios o personas que hacían uso de tales interfaces.
En la medida que muchas salas de chats o el mismo ICQ se convirtieron en una especie de diván en el cual se colocaban por propia voluntad los usuarios para contar con detalles y sin reparo alguno sus intimidades, se afianzaban los vínculos con quienes charlaban. Por eso no fue raro que muchas relaciones amorosas se cocinaran y crecieran al calor de la red, muchas de ellas fructificaron y se consolidaron, otras duraron un instante y los engaños y timos también estuvieron a la orden del día.
Y en muchos de esos casos también el anonimato permitió salir del clóset a infinidad de personas, al grado que relaciones entre personas del mismo sexo se aderezaron al ritmo de las teclas e intercambios de mensajes y fotos. Este auge de las relaciones homosexuales aún sigue vigente en los tiempos que corren. Sin embargo, en la medida que la red ha ido alcanzando a una mayor cantidad de personas y las nuevas generaciones acuden a la misma, su notoriedad para las cuestiones afectivas ya no es tan intensa y es parte de la cotidianidad de millones de personas; pasando el ciberespacio a ser una dimensión lúdica, e incluso para las nuevas generaciones el acoso y el amor son dos ingredientes no antagónicos. En fin, son hábitos que hablan de los grandes cambios psicosociales que ha generado la red.

Publicado en el periódico Milenio

 
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