Rezago en conectados

domingo, 9 de mayo de 2010

Los planes de la presente administración en materia de internet, asentados en el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012, son que al concluir la gestión de Felipe Calderón México se ubique entre los 30 primeros países del orbe en cuestión de conexión e infraestructura.  Asimismo, se espera que la banda ancha alcance una penetración del 22 por ciento.

Tal como se ha dado hasta ahora el crecimiento, es factible que no se alcance tal propósito, pero además los datos refieren que México tiene un profundo rezago en tal materia derivado, entre otras cuestiones, de la falta de competencia en el sector de telecomunicaciones y de supeditar el servicio de conexión de banda ancha al telefónico.

Otro aspecto que refleja el atraso del país en esta materia tiene que ver con la penetración de internet en la población. A diferencia de la década pasada, cuando el país estuvo al frente en Latinoamérica en términos de conectividad, actualmente ha perdido posiciones, lo que es resultado lógico de que México fue de los primeros en conectarse pero pronto la adición de usuarios se estancó.

Actualmente, internet alcanza a un cuarto de la población mexicana, pero países latinoamericanos como Argentina o Chile han doblado el porcentaje de penetración con respecto al nuestro y alcanzan 49 y 50 por ciento respectivamente. Pero otras naciones también han logrado tasas mayores de penetración que México, como es el caso de Perú con 26 por ciento, Brasil con 34 por ciento, Uruguay con 38 por ciento o Colombia con 45 por ciento.

A esto debemos agregar que México no destaca por ser generador de contenidos, tendencia que viene desde la década pasada. Al mismo tiempo, tenemos una brecha digital innegable que mantiene a un sector del país, que carece de recursos, fuera de internet. Pero también en cuestiones de género el país es de los más atrasados en la región, en donde varias naciones tienen a las mujeres como usuarias mayoritarias.

Así pues, tenemos serios rezagos que deben ser detenidos por dos vías: por un lado una nueva legislación en el campo de las telecomunicaciones que permita una competencia que beneficie realmente a los consumidores, y, por otro, políticas públicas que fomenten la conexión, uso de internet, generación de contenidos y una profunda renovación de todo el sistema educativo nacional.

Publicado en Milenio

Consumidores empoderados

En la década pasada Lipovetsky habló de que el consumo no era una expresión pasiva y un desenfrenado alimento del individualismo, sino que en ciertas circunstancias el consumidor exigía “rendición de cuentas” a los fabricantes por lo que consumía. Por eso no es extraño que ahora el consumidor sea visto como coproductor de lo que adquiere.

Hoy domina el Customer empowerment, el consumidor protagonista e incluso activo participante en la fabricación del producto o servicio por el que sufraga. Para las empresas contar con consumidores con tales características es extraordinario porque aseguran fidelidad y mercado para los productos o servicios que ofrecen. Pero además, lo interesante es que ese empoderamiento del consumidor puede llevarlo a convertirse en mano de obra gratuita o cocreador de lo que compra.

Esta situación se ha multiplicado con los negocios en línea. Las redes sociales, ahora tan de moda, son quienes lo capitalizan muy bien, ya que varias de ellas tienen a su favor un ejército de usuarios que generan gratuitamente infinidad de aplicaciones que terminan por hacer mucho más robusta y diversificada la red social en su conjunto.

Esa actividad dispersa de los usuarios-consumidores de tales sitios es un poderoso productor de valor para la empresa, no sólo porque dan paso a un valor de intercambio, sino porque generan una reducción de los costos de operación de la misma empresa, esto se traduce en una disminución del personal de los sitios y en colaboradores incluso más comprometidos que los mismos empleados de la empresa. El consumidor construye el valor sobre la fabricación del bien o el servicio y también termina por volverse un apoyo a las mismas actividades de dirección de la empresa.

Esto que desde la antropología podría definirse como un consumo participativo, ha terminado por erosionar las ideas sociológicas clásicas del trabajo y ya no se ve una separación entre empresa y consumidor o al consumidor más allá de la defensa de lo que consume. Sin embargo, la autonomía total propuesta por el Customer empowerment no es tal, porque si bien los consumidores ganan en la participación de la construcción de redes, eso se da a costa de menor participación colectiva y al mismo tiempo que adquieren mayor autonomía también se incrementa la heteronomía, es decir la dependencia de los otros.

Publicado en Milenio

 
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