Palabras y patentes

viernes, 4 de febrero de 2011


La lucha por los derechos de propiedad intelectual o de autor tiende, en ocasiones, a emular las batallas libradas por los grupos fundamentalistas o viceversa. En Malasia, por ejemplo, el gobierno impide a grupos cristianos usar el término Alá como traducción de Dios. Y la disputa se traslada a los tribunales para dirimir si tienen derecho a usarla.
Hoy vivimos una época regida por el individuo y lo propio, característico de la era de las marcas, las patentes y la inexorable y perenne apropiación de los signos. Las ideas hoy valen mucho menos que las palabras concretas, que son las que incluso respaldan las grandes estrategias mercantiles globales.  
Parece que el tiempo le ha dado la razón a lo nominalistas que decían que las ideas eran sólo ilusiones. Hasta ahora, y a pesar de que pulule el discurso de que en los tiempos que corren el conocimiento es el gran pivote de las economías, lo cierto es que las ideas que éste genera no se pueden patentar (por lo menos hasta este momento) sino sus síntesis de aplicación. Es por eso que más que ideas o teorías se puede patentar un nombre y pasar a ser propietario del uso comercial del mismo.
De esa manera, los individuos son dueños de la palabra “apple” o “ventana”, por ejemplo, y a tal grado ha llegado esa apropiación que la misma Google vende, vía subastas, palabras clave que pueden servir para comercializar prácticas o productos. El éxito creciente de la propiedad intelectual y de la “apropiación” vertiginosa de términos de uso común, que eran patrimonio global, testimonia esa acelerada y creciente adjudicación de vocablos y palabras que carecían de propietarios.
En la actualidad se multiplican acuerdos globales que, en nombre de los derechos de propiedad intelectual, benefician los intereses de las grandes corporaciones. Hoy, es cierto, que lo común y lo universal ya no gozan de glamur alguno y quien se pronuncie por ello puede ser tachado de un comunista desfasado. En los tiempos que corren, el fundamentalismo en torno a la propiedad intelectual se ha matrimoniado con una especie de nominalismo conservador para descartar el sentido de la propiedad común, construyendo murallas con palabras patentadas o alrededor de las mismas.

Publicado en Milenio

El Leviatán de la seguridad


Desde varios frentes se vulneran hoy los derechos de los usuarios de internet. Estos ataques que se propagan a escala global proceden de los países desarrollados. Entre los principales están la seguridad (al que nos referiremos aquí), la lucha contra la piratería y la puesta en marcha de una política para erosionar el principio de neutralidad de la red.
La cuestión de la seguridad es “reciente”, se intenta poner en marcha por ahora en Estados Unidos y en nombre de la seguridad del gobierno de dicha nación se quieren emplear backdoors (“puertas traseras”) para espiar el uso que hacen los usuario de internet. Con ese término se alude a una secuencia específica en el código de programación que permite acceder al sistema y evitar los mecanismos de seguridad.
El Center for Democracy & Technology indica que en Estados Unidos esa demanda proviene del FBI, que en nombre de la protección contra el terrorismo quiere obligar a todos los proveedores de servicios de internet (PSI) a crear backdoors, con el fin de que los cuerpos de seguridad tengan acceso a las redes enlazadas a internet, a los sistemas y a todas las comunicaciones generadas e intercambiadas por las personas en la red.
Pero los sistemas desprotegidos son una invitación generosa a hackers, piratas y cuerpos de seguridad cibernéticos de otros gobiernos, un ejemplo de eso es el famoso virus Stuxnet. Es un hecho que cuando se instalan más vías de acceso o penetración en los sistemas de cómputo, o cuando más frágil o menos controladas son las entradas a los mismos, más vulnerable se torna la seguridad global. La medicina se puede volver la peor enfermedad.
Podemos imaginar que si el gobierno estadunidense obliga a todos los PSI de su territorio a instalar dicho esquema de acceso, de inmediato se contagiarán otros países con esa idea, como ya sucede en Europa. Pero todo endurecimiento de las políticas “de interés nacional”, destinadas a disminuir la protección de la vida privada de los ciudadanos corre el riesgo, a mediano plazo, de volverse en contra de su propósito inicial creando una especie de leviatán con un poder sin límites, no sobre los delincuentes sino sobre todos los ciudadanos. 

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Democracia electrónica


Desde el origen de internet se difundió la fantástica idea de que daría vida a una nueva era democrática. Se consideró ideal para generar calidad democrática, ejemplo de eso fue la primera red electrónica civil, Ressource one, creada en los años setenta en San Francisco. La promesa democrática se basaba en que la red multiplicaría el conocimiento y la libre circulación de datos de la mano del anonimato y la creatividad. Además, al inicio la red funcionaba con base en el acuerdo que se daba entre sus usuarios y se pensaba que con el autogobierno la censura no tendría oportunidad de darse. Pero la libertad total era sólo factible en el ciberespacio.
Para Stewart Brand y los creadores de The Well, la comunidad virtual era un nuevo exilio para experimentar en línea formas de vida que habían fracasado en el “mundo real”, era una manera de retirarse del mismo para construir en el ciberespacio uno mejor. Esa cultura del exilio siempre ha acompañado a internet: en vez de cambiar la dirección del sistema político, de desplazarlo, de tomar el poder, se optará por buscar nuevas experiencias de convivencia.
Detrás de ese espíritu libertario está tratar de emanciparse del Estado y de las sujeciones reguladoras que conlleva la democracia representativa, en favor de un espacio que los individuos pueden definir a su antojo. De allí la desconfianza frente a la representación y la participación fuera de la red.
Así se creó internet, bajo un sistema de valores y prácticas provenientes de un grupo social muy particular. ¿Cómo preservarlo cuando el universo de usuarios se transforma y no se parece a lo que sus fundadores vivieron e imaginaron? ¿Cómo evitar la sensación o idea de que todo "era mejor antes", cuando éramos pocos y la turba no usaba internet?
Hay que encontrar los medios para mantener vivos esos ideales, sin dejar de abrirse a las prácticas de las personas que no tienen en su horizonte tales afanes de autonomía o emancipación. Y el primer paso sería superar la idea de que internet o las redes sociales revolucionarán la representación política y desprendernos del enfoque obsesivo de la centralidad de la política representativa que soslaya la importancia de múltiples formas de expresión democrática.

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Redes sociales y jóvenes

Se dice con frecuencia que las redes sociales están habitadas por hordas juveniles que no tienen el más mínimo recato y que no saben nada de normas sociales, que usan Facebook, HI5 o Twitter sólo para jugar y evidenciar que como generación están perdidos. Se les acusa de usar el insulto como medio de interacción o que no tienen el mínimo reparo de opinar sobre cualquier aspecto aunque no sepan nada del mismo. Por eso algunos profesores y padres de familia quieren que se les prohíba el uso de las redes sociales.

Las generaciones son diferentes, la de ahora vive en medio de la velocidad y de una acelerada evolución social. Al mismo tiempo se quiere adaptar a los jóvenes a un entorno y una cultura que son muy distintas a las vividas por sus padres y generaciones pasadas han provocado muchos cambios, entre ellos el espacio se ha estrechado. Para los jóvenes su entorno es el planeta y lo demuestran al hacer amistades o incluso enamorarse con sus pares que físicamente pueden estar hasta en otro continente.

Además su comportamiento parece ser el de una estrella de rock, actúan en las redes sociales para satisfacer a su audiencia. A pesar de vivir en un entorno de inseguridad su narcicismo es más fuerte, de manera que les gusta dejar constancia visual de su existencia, por lo que buena parte de ellos suben a las redes sociales videos, fotos o música.

Los maestros en vez de entenderlos los satanizan. Se quejan de que sus alumnos tienen dificultades para poner atención en las clases, pero esa “dificultad” para concentrarse la reducen a una incapacidad que en buena medida la origina el uso de de las nuevas tecnologías.

Lo cierto es que no se puede culpar a los jóvenes de estos aspectos. Ellos son el producto de la actual modernidad. La educación escolar tiene que ser el gran igualador de aprendizaje social. La educación representa la única solución viable para entender e insertar en su presente a los jóvenes. Pero para eso los profesores tienen que conectarse con su realidad y adecuarse a los tiempos actuales. La idea de prohibir o restringir el uso de las nuevas tecnologías en las escuelas es una tontería, porque hoy día tenemos que educar a los jóvenes no sólo de las manos de las nuevas tecnologías sino también desde una perspectiva ética.

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Filosofía Facebook



Zadie Smith publicó recientemente un texto (bit.ly/akV8cW) sobre el filme dedicado al origen de Facebook, The Social Network, pero que en realidad le sirve de pretexto para describir la manera en que opera dicha red social. Un aspecto que aborda la autora es que la programación es un proceso que reduce las actividades humanas a algoritmos y, por tanto, hace un corte arbitrario, las prácticas humanas y los gustos quedan encorsetados en bases de datos o líneas de programación. Además, la programación intenta uniformar prácticas culturales con algoritmos.
Zadie sostiene que en Facebook, como todas las redes sociales, la vida se convierte en base de datos. Eso es una degradación que procede de la idea equivocada de que las computadoras pueden representar el pensamiento y las relaciones humanas. Para ella tener cien amigos en Facebook no es como tenerlos fuera de internet. Sabemos lo que hacemos con el software, pero no sabemos lo que hace éste por y con nosotros.
Ella se pregunta cuál es la filosofía de Facebook. Y la responde al exponer el papel de la plataforma Open Graph de dicha red social, que permite ver al instante todo lo que los amigos están a punto de leer o leyeron o lo que comen, con el objetivo de que uno pueda hacer lo mismo. A Zadie esa filosofía le parece resultado de un miedo generacional: no ser como los demás y el temor de no ser queridos por ser distintos.
Para Zadie cuando un ser humano se convierte en un conjunto de datos, como sucede en Facebook, todo se reduce: la personalidad, las amistades, la lengua, la sensibilidad. Por lo tanto, se pierden las experiencias trascendentes, nuestro cuerpo, nuestros sentimientos contradictorios, nuestros deseos y nuestros miedos.
Sin embargo, la misma Smith reconoce que esos reparos son nostálgicos porque es querer alimentar un tipo de ser humano que ya no existe, porque la privacidad es una idea sepultada por la avalancha de mutaciones generadas por los bits. Más allá de lo referido por Smith, eso no debería de ser obstáculo para pensar en diferentes diseños de software y esquemas de socialización digital, ya que éstos estimulan distintas potencialidades de la naturaleza humana y alimentan la inteligencia individual.

Publicado en Milenio.

 
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