Después de ahogado el niño se quiere tapar
el pozo. Apenas se digiere la resaca del reciente proceso electoral de Estados
Unidos y ya se incrementan las críticas. Una idea compartida por analistas es
que fue un proceso que destacó por la cantidad de noticias falsas publicadas en diversos plataformas sociales. En Facebook (FB), por ejemplo, el
día de las elecciones la cantidad noticias falsas superó a la “reales” y esos
contenidos fueron evidencia del lodo y excremento que desfiló a lo largo y
ancho del ciberespacio durante dicho proceso electoral.
A pocos extraña esto ya que desde hacía
tiempo el universo de hoaxes y sitios fake son una realidad, particularmente en
las redes sociales y Google, y las herramientas para frenarlos han sido inoperantes.
Incluso Paul Bradley, señala que representantes de FB y
Twitter al arrancar las campañas en Estados Unidos decidieron eximir de las
normas de control habitual de los mensajes a los candidatos.
Se partió de la idea que Hillary y
Trump requerían tener un tratamiento diferente, porque ese proceso era fundamental
para la democracia de esa nación y los candidatos debían contar con libertad
absoluta y, por tanto, sus mensajes no serían filtrados. Cuestión que aprovechó
Trump: se regodeó en difamar a su oponente, atacar a las minorías, hacer alarde
del menosprecio a las mujeres, mentir y atacar a los medios convencionales de
comunicación.
Tanto los equipos de Hillary como de Trump
encontraron en las redes sociales el campo idóneo para aventar estiércol al por
mayor. Lo cuestionable fue la manera en que las plataformas dieron la espalda a
esto.
Durante la campaña estadunidense se
difundió que FB era consciente de esa situación, incluso se dijo que había
desarrollado una herramienta para reducir la exposición de
información falsa y engañosa a sus usuarios, que afectaba sobre todo a los
sitios conservadores, pero los directivos le dieron la espalda a eso y no
implementaron esos algoritmos para no ser acusados de parcialidad.
Ante la avalancha de críticas, Zuckerberg
ha anunciado que FB mejorará la detección de información errónea e implementará
mejores herramientas que permitan a los usuarios reportar fácilmente los
contenidos falsos; permitirá que terceros puedan verificar los contenidos; implementará
procedimientos de advertencia a las personas sobre la información errónea;
mejorará la calidad de los artículos relacionados que aparecen en el servicio
de noticias; mejorará su esquema publicitario para identificar mejor el spam que
emana de sus las granjas de cliks y hacerse eco de las propuestas de los usuarios
para mejorar la verificación de la información.
Google también ha anunciado planes
para moverse en la misma dirección implementando herramientas de verificación
de datos de lo publicado en su servicio Google Noticias y tener un mejor
filtrado en su buscador. Tanto FB como Google impedirán que los sitios de
noticias falsas ya no puedan hacerse de dinero como sucede actualmente. Tampoco
se queda atrás Twitter y emprenderá medidas para tal efecto.
No obstante surgen las voces que
indican que eso es darle mucho poder a dichas plataformas, ya que eso podría
ser un pretexto para controlar la circulación de contenidos y derivar en
acciones de censura. De todas maneras no
debe olvidarse que difusión informativa no es algo neutral, desde el momento
que se confeccionan los algoritmos se alinean o ajustan a los intereses de
quien lo implementa, en este caso a su modelo de negocio.
En la era de la economía de la atención,
lo que más se propaga es lo que manda. Además, la mala información la irradian o
proviene de nuestros mismos contactos. Si bien es cierto que la propalación en
las redes sociales de las noticias falsas es una realidad, no olvidemos que no
son la enfermedad sino el síntoma de algo más profundo. A despecho de Habermas
el espacio público moderno ya no se construye con el uso de la razón, sino por
la mano la psicopolítica, es decir por las emociones que explotan o nutren eficazmente
las noticias falsas.
0 comentarios:
Publicar un comentario