Teología feminista, los vínculos entre nacionalismo y fundamentalismo religioso, canonizaciones y masacres en nombre del paraíso, los vasos comunicantes entre lo secular y lo religioso, las nuevas formas en que ciencia y religión tejen relaciones, atrocidades de sectas como la famosa Luz del Mundo, etcétera, son algunos de los aspectos que aborda el número más reciente de la revista Replicante (www.revistareplicante.com).
La edición de dicha publicación no tiene desperdicio. A lo largo de sus más de 80 páginas se analizan un abanico de matices religiosos y fanatismos que acompañan a los tiempos que corren. Un artículo vinculado a internet, cortesía de Héctor Villarreal, comenta la infinidad de materiales expuestos en el sitio de Rick A. Ross (www.rickross.com), en donde el autor reúne un impresionante catálogo de materiales sobre cultos destructivos, ritos, alucines y flagelos que ponen en marcha las más diversas y estrambóticas sectas que pueblan el mundo contemporáneo.
Por eso no es descabellado decir que si algo define a los tiempos que corren es una especie de desmadre secular, en donde no sólo pululan las manifestaciones paganas, sino que abundan las creencias místicas aderezadas con un lenguaje científico, amén de la existencia de prácticas científicas que se desenvuelven cual si fueran rituales religiosos o místicos.
Si algo dibuja esta edición de Replicante es que la búsqueda de sentido no tiene límites, que para millones de personas en el planeta alcanzar ese objetivo es vital, por lo cual lo mismo le sirve cualquier fetiche, que manifestaciones místicas tan disímbolas que envueltas en aparentes secularismos se tornan en nuevas formas de prisión. Dotarse de certezas se ha vuelto una imperiosa necesidad y el periplo más fácil para alcanzarlas es adhiriéndose a cualquier culto religioso.
La paradoja es que entre más incrédulas son las sociedades, entre más se desacreditan con sus prácticas varios de los pilares fundamentales de la modernidad (la familia tradicional, la iglesia, los partidos políticos y la patria), más frágiles se vuelven los individuos, quienes son más fácilmente presa de los discursos y cultos promovidos por mercachifles y orates. Es decir, que a mayor pluralidad, autonomía individual y expansión de lo efímero, mayor interés y hambre presentan los humanos por dotarse de sentido y referentes místicos. Así lo que dibuja claramente este Replicante es que el repertorio de religiones que se gestan en la sociedad moderna es reflejo que ésta es contingente porque las conclusiones y los metarrelatos han dejado de tener sentido para el grueso de habitantes.
La edición de dicha publicación no tiene desperdicio. A lo largo de sus más de 80 páginas se analizan un abanico de matices religiosos y fanatismos que acompañan a los tiempos que corren. Un artículo vinculado a internet, cortesía de Héctor Villarreal, comenta la infinidad de materiales expuestos en el sitio de Rick A. Ross (www.rickross.com), en donde el autor reúne un impresionante catálogo de materiales sobre cultos destructivos, ritos, alucines y flagelos que ponen en marcha las más diversas y estrambóticas sectas que pueblan el mundo contemporáneo.
Por eso no es descabellado decir que si algo define a los tiempos que corren es una especie de desmadre secular, en donde no sólo pululan las manifestaciones paganas, sino que abundan las creencias místicas aderezadas con un lenguaje científico, amén de la existencia de prácticas científicas que se desenvuelven cual si fueran rituales religiosos o místicos.
Si algo dibuja esta edición de Replicante es que la búsqueda de sentido no tiene límites, que para millones de personas en el planeta alcanzar ese objetivo es vital, por lo cual lo mismo le sirve cualquier fetiche, que manifestaciones místicas tan disímbolas que envueltas en aparentes secularismos se tornan en nuevas formas de prisión. Dotarse de certezas se ha vuelto una imperiosa necesidad y el periplo más fácil para alcanzarlas es adhiriéndose a cualquier culto religioso.
La paradoja es que entre más incrédulas son las sociedades, entre más se desacreditan con sus prácticas varios de los pilares fundamentales de la modernidad (la familia tradicional, la iglesia, los partidos políticos y la patria), más frágiles se vuelven los individuos, quienes son más fácilmente presa de los discursos y cultos promovidos por mercachifles y orates. Es decir, que a mayor pluralidad, autonomía individual y expansión de lo efímero, mayor interés y hambre presentan los humanos por dotarse de sentido y referentes místicos. Así lo que dibuja claramente este Replicante es que el repertorio de religiones que se gestan en la sociedad moderna es reflejo que ésta es contingente porque las conclusiones y los metarrelatos han dejado de tener sentido para el grueso de habitantes.
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