Tiempo atrás los artilugios sexuales eran usados pero socialmente contaban con una reputación nada buena. Así hace dos siglos la práctica de la masturbación ya era una floreciente industria, los médicos que la practicaban atendían a sus pacientes, fundamentalmente del sexo femenino, que acudían a verlos para que les hicieran un operación manual que devolvía a las pacientes a sus casas alegres y felices.
Tachadas como histéricas muchas mujeres acudían a su tratamiento mastrubatorio, pero el mismo no era considerado una manera de ensanchar el placer o de explorar los confines corporales de la mujer, sino un tratamiento médico. Una manera hipócrita de ocultar una necesidad y de que la sociedad dormitara tranquila tipificando de anormal lo normal.
Hoy, en cambio, tenemos que la semántica ha cambiado todo. La aparición de los sextoys, de los gadgets sexuales, ha venido a ser sinónimo de empoderamiento femenino, de manera que lo que en el pasado era visto como un signo perverso y negativo hoy luce como lo revolucionario e in.
Cosas del tiempo y de morales actualizadas.
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