Hace 24 años cuando se escribió Neuromante de William Gibson, pocos se atrevían a pensar que lo descrito en su obra pudiera dar paso a una cultura que se ha extendido a lo largo de la década pasada. Al momento de escribir la obra Gibson (1948) no era un ilustre desconocido, pero tampoco gozaba de la notoriedad que adquirió con dicho libro. Éste le permitiría obtener los tres principales premios estadunidenses que se otorgan en el terreno de la ciencia ficción: Nébula, Hugo y Philip K. Dick. Poco después ganó el premio nipón Seiun y el australiano Ditmar, con lo que prácticamente se consagró y de pasó la trilogía que abría Neuromante tenía asegurado el éxito.
Además de las premiaciones y el reconocimiento lo interesante fue que la obra se tornó en una especie de guía o incluso de Biblia para una tribu juvenil que en ese entonces se articulaba alrededor de las emergentes tecnologías de comunicación, en particular las computadoras e internet, y que tenía una postura ambigua y contradictoria sobre la tecnología misma. Autodenominándose como cyberpunks (que también fue el subgénero de ciencia ficción al que dio vida Gibson), sus fieles seguidores se regaron como pólvora y se tomaron en serio lo que la obra describía y replicaron en sus cuerpos y ciberespacio lo que la obra representaba.
La novela no sólo tuvo la virtud de acuñar el término ciberespacio, sino que el autor dejó que el vocablo fuera de dominio público y debió enfrentar feroces batallas cuando algunas empresas más adelante quisieron patentar el término. Lo interesante de Neuromante fue desplegar intuitiva y anticipadamente lo que pocos años después advendría en el campo de las nuevas tecnologías y lo que se viviría en el ciberespacio.
El mismo Gibson ha dicho al respecto que el término ciberespacio es un recurso, una metáfora, una región en donde se concreta el proceso civilizatorio actual, e indica que en el momento que “la gente en el momento que usa internet es cuando navega en el ciberespacio. Al usar internet entra en un territorio en el cual la geografía ya no existe”.
En todo caso lo interesante de Neuromante fue que a partir de su publicación no sólo quedaron plasmados los cambios que se dieron poco tiempo después en materia cultural y tecnológica, sino que su carácter global conformaría incluso nuevas prácticas sociales que terminaron por modificar conceptos clásicos como identidad, sociedad, política, antropología, etcétera. Desde entonces el ciberespacio es una realidad social y tecnológica, además de un rasgo distintivo de este naciente siglo XXI.
Además de las premiaciones y el reconocimiento lo interesante fue que la obra se tornó en una especie de guía o incluso de Biblia para una tribu juvenil que en ese entonces se articulaba alrededor de las emergentes tecnologías de comunicación, en particular las computadoras e internet, y que tenía una postura ambigua y contradictoria sobre la tecnología misma. Autodenominándose como cyberpunks (que también fue el subgénero de ciencia ficción al que dio vida Gibson), sus fieles seguidores se regaron como pólvora y se tomaron en serio lo que la obra describía y replicaron en sus cuerpos y ciberespacio lo que la obra representaba.
La novela no sólo tuvo la virtud de acuñar el término ciberespacio, sino que el autor dejó que el vocablo fuera de dominio público y debió enfrentar feroces batallas cuando algunas empresas más adelante quisieron patentar el término. Lo interesante de Neuromante fue desplegar intuitiva y anticipadamente lo que pocos años después advendría en el campo de las nuevas tecnologías y lo que se viviría en el ciberespacio.
El mismo Gibson ha dicho al respecto que el término ciberespacio es un recurso, una metáfora, una región en donde se concreta el proceso civilizatorio actual, e indica que en el momento que “la gente en el momento que usa internet es cuando navega en el ciberespacio. Al usar internet entra en un territorio en el cual la geografía ya no existe”.
En todo caso lo interesante de Neuromante fue que a partir de su publicación no sólo quedaron plasmados los cambios que se dieron poco tiempo después en materia cultural y tecnológica, sino que su carácter global conformaría incluso nuevas prácticas sociales que terminaron por modificar conceptos clásicos como identidad, sociedad, política, antropología, etcétera. Desde entonces el ciberespacio es una realidad social y tecnológica, además de un rasgo distintivo de este naciente siglo XXI.
0 comentarios:
Publicar un comentario