La red es un espacio en donde lo falso y la piratería van de la mano. En el ciberespacio existen productos e imitaciones para todos los gustos. Allí lo mismo se puede encontrar un reloj Cartier por 75 dólares, lentes Gucci por 9 dólares, o hasta una caja de Viagra por 39 dólares… Pero todos esos productos son falsos, al grado que existen datos que indican que alrededor del 10 por ciento del comercio mundial lo conforman falsos productos.
Presas de su propia notoriedad las empresas sufren una pérdida de ingresos y, también, un deterioro de imagen y notoriedad. Las grandes empresas argumentan, sin comprobarlo, que el consumidor que compra un producto falso no regresará nunca a adquirir el producto original. Las grandes marcas invierten cuantiosas sumas para frenar la piratería, como por ejemplo Cartier quien gasta más de cuatro millones de dólares anuales para luchar contra la piratería de sus productos.
Para el consumidor un falso DVD cuesta la mitad de precio y es una buena inversión y con una baja calidad del producto. Pero para quienes se dedican a la piratería es un negocio muy rentable, de poco riesgo y se han ido especializando al grado de que combinan astucia y tecnología para dar paso a “mercancías” piratas.
Los productos pueden ser creados en una fábrica que en el día se dedica a confeccionar productos legales, pero en las noches se dedica a crear los falsos. Al mismo tiempo se emplean estrategias de diseño y materiales que los imitan casi a la perfección y a tal grado que distinguir un producto original de un falso requiere de un estudio químico para saber cuál es el verdadero, y eso no sólo en cuestiones médicas, sino también en los productos textiles.
Nuestro país es un terreno fértil para lo faso, se puede conseguir con relativa facilidad desde pasta de dientes y manzanas, hasta discos y computadoras. Internet ha sido una eficaz caja de resonancia para promocionar e incluso vender todos esos productos. Pero sin duda Asia es el principal productor de enseres piratas, sobre todo China que es la mayor fábrica de los mismos, al grado de que el 70 por ciento de mercancías falsas a escala mundial provienen de dicho país.
Por ello no es raro recibir por correo electrónico las promociones de productos estilo Viagra o Cialis a precios bajos. Ellos son ejemplo de los miles de medicamento ofertados todos los días en la red, en donde gracias a millones de mensajes se promocionan y venden infinidad de productos. A tal grado es esto que el 7 por ciento de los medicamentos a escala mundial son falsos e incluso con sustancias peligrosas. Pero todo es reflejo de que lo falso al refugiarse en el anonimato y la inmaterialidad de la red termina por convertirse en algo imparable y global.
Presas de su propia notoriedad las empresas sufren una pérdida de ingresos y, también, un deterioro de imagen y notoriedad. Las grandes empresas argumentan, sin comprobarlo, que el consumidor que compra un producto falso no regresará nunca a adquirir el producto original. Las grandes marcas invierten cuantiosas sumas para frenar la piratería, como por ejemplo Cartier quien gasta más de cuatro millones de dólares anuales para luchar contra la piratería de sus productos.
Para el consumidor un falso DVD cuesta la mitad de precio y es una buena inversión y con una baja calidad del producto. Pero para quienes se dedican a la piratería es un negocio muy rentable, de poco riesgo y se han ido especializando al grado de que combinan astucia y tecnología para dar paso a “mercancías” piratas.
Los productos pueden ser creados en una fábrica que en el día se dedica a confeccionar productos legales, pero en las noches se dedica a crear los falsos. Al mismo tiempo se emplean estrategias de diseño y materiales que los imitan casi a la perfección y a tal grado que distinguir un producto original de un falso requiere de un estudio químico para saber cuál es el verdadero, y eso no sólo en cuestiones médicas, sino también en los productos textiles.
Nuestro país es un terreno fértil para lo faso, se puede conseguir con relativa facilidad desde pasta de dientes y manzanas, hasta discos y computadoras. Internet ha sido una eficaz caja de resonancia para promocionar e incluso vender todos esos productos. Pero sin duda Asia es el principal productor de enseres piratas, sobre todo China que es la mayor fábrica de los mismos, al grado de que el 70 por ciento de mercancías falsas a escala mundial provienen de dicho país.
Por ello no es raro recibir por correo electrónico las promociones de productos estilo Viagra o Cialis a precios bajos. Ellos son ejemplo de los miles de medicamento ofertados todos los días en la red, en donde gracias a millones de mensajes se promocionan y venden infinidad de productos. A tal grado es esto que el 7 por ciento de los medicamentos a escala mundial son falsos e incluso con sustancias peligrosas. Pero todo es reflejo de que lo falso al refugiarse en el anonimato y la inmaterialidad de la red termina por convertirse en algo imparable y global.
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