Las nuevas tecnologías generan cambios y abren paso a escenarios signados por un arsenal de dispositivos tecnológicos que en su mayoría son dominados por las nuevas generaciones, que se vuelven los mejores instructores de los adultos en el uso de los mismos. Este tipo de cultura dominada por un sector poblacional específico, es una situación que había sido ya advertida desde tiempo atrás por la antropóloga Margaret Mead.
En su Cultura y compromiso Mead habla de que en las sociedades contemporáneas coexisten tres tipos de cultura: posfigurativa, cofigurativa y prefigurativa. En la primera el futuro de los infantes está enteramente anclado o comprendido en el pasado de sus progenitores, en sus abuelos, en donde se considera que la forma de vivir y saber de los ancianos es imperecedera y en buena medida los usos y las costumbres determinan el devenir de las colectividades. La cofigurativa se define porque el modelo de comportamiento está determinado por el presente, los jóvenes e infantes interactúan con sus contemporáneos y aprenden mutuamente. Mientras que la prefigurativa es una nueva cultura en la cual los infantes “educan” a los padres.
Un futuro que ya está presente impera una parte significativa de jóvenes, en donde la velocidad y el vértigo son dominados únicamente por ellos, que son capaces de sentarse delante de una computadora, entrar a un sito y con un solo clic hacer que al poco tiempo aparezca en la puerta de su casa un señor con la carne y demás alimentos que necesitamos para la cena. Pero algunas personas indican que los tiempos siguen igual, que nada ha cambiado, que esto es sólo un cambio de fachada, pero no son invenciones que los infantes y los jóvenes se hayan vuelto unos expertos en el manejo de las nuevas tecnologías, que gracias a eso es como dan sus primeros pasos para adquirir parte importante de las competencias que más adelante les demandará el mercado laboral.
Un ejemplo de esto lo tenemos en el caso de la música. En el pasado los discos fueron una novedosa e ingeniosa forma de hacer que un sonido quedara almacenado y se pudiera reproducir cuando uno quisiera. Pero eso que fue un enorme avance al independizar el sonido de la producción y almacenamiento y traslado de un lado a otro, en realidad dejó muy poco espacio para la intervención del escucha en la música. Esto fue así desde el disco de vinilo hasta el disco compacto.
Hoy, cuando la tecnología ha logrado que los discos compactos pierdan su utilidad porque existen maneras más cómodas de grabar, obtener, trasladar y disfrutar la música, las viejas generaciones no saben “lidiar” con el nuevo esquema. Muchos aún no comprenden que no es necesario contar con algún disco compacto para obtener música, que sólo se necesita, como lo corroboran los jóvenes, una computadora conectada a internet para obtenerla. Así las nuevas generaciones no sólo articulan con sus prácticas nuevas dinámicas de consumo musical, que es ya bastante personalizado, sino que redefinen el de los adultos al ser quienes les enseñan cómo usar esas nuevas tecnologías y hacen realidad lo visto desde tiempo atrás por Margaret Mead y ser fiel reflejo de su papel como generación prefigurativa.
Publicado en diario Milenio.
Un futuro que ya está presente impera una parte significativa de jóvenes, en donde la velocidad y el vértigo son dominados únicamente por ellos, que son capaces de sentarse delante de una computadora, entrar a un sito y con un solo clic hacer que al poco tiempo aparezca en la puerta de su casa un señor con la carne y demás alimentos que necesitamos para la cena. Pero algunas personas indican que los tiempos siguen igual, que nada ha cambiado, que esto es sólo un cambio de fachada, pero no son invenciones que los infantes y los jóvenes se hayan vuelto unos expertos en el manejo de las nuevas tecnologías, que gracias a eso es como dan sus primeros pasos para adquirir parte importante de las competencias que más adelante les demandará el mercado laboral.
Un ejemplo de esto lo tenemos en el caso de la música. En el pasado los discos fueron una novedosa e ingeniosa forma de hacer que un sonido quedara almacenado y se pudiera reproducir cuando uno quisiera. Pero eso que fue un enorme avance al independizar el sonido de la producción y almacenamiento y traslado de un lado a otro, en realidad dejó muy poco espacio para la intervención del escucha en la música. Esto fue así desde el disco de vinilo hasta el disco compacto.
Hoy, cuando la tecnología ha logrado que los discos compactos pierdan su utilidad porque existen maneras más cómodas de grabar, obtener, trasladar y disfrutar la música, las viejas generaciones no saben “lidiar” con el nuevo esquema. Muchos aún no comprenden que no es necesario contar con algún disco compacto para obtener música, que sólo se necesita, como lo corroboran los jóvenes, una computadora conectada a internet para obtenerla. Así las nuevas generaciones no sólo articulan con sus prácticas nuevas dinámicas de consumo musical, que es ya bastante personalizado, sino que redefinen el de los adultos al ser quienes les enseñan cómo usar esas nuevas tecnologías y hacen realidad lo visto desde tiempo atrás por Margaret Mead y ser fiel reflejo de su papel como generación prefigurativa.
Publicado en diario Milenio.
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