Felices están los grandes sellos discográficos porque de acuerdo al último informe de la IFPI (International Federation of the Phonographic Industry), las ventas de música en línea se triplicaron el año pasado llegando a los mil 100 millones de dólares, una situación que en gran parte se debe al auge que tienen los reproductores portátiles mp3 y los mismos teléfonos móviles.
Sin embargo, no todas estas melodías son en realidad piezas vendidas, porque muchas de ellas son politonos, o sea extractos de canciones. Pero incluso si tomamos éstos como parte del total de descargas de música, nos encontramos que ellas sólo representan entre el 3.3 y 6 por ciento de las ventas totales de música, una cantidad todavía muy pobre si se parte de que existen cerca de 400 sitios de venta a escala mundial y porque con tales cifras se está aún lejos de conformar un modelo de negocio para el consorcio musical.
Por otra parte el auge de ventas en formato digital poco ha aportado para frenar las ventas totales de música que siguen cayendo, con lo cual no sólo se evidencia que no han sido eficaces las medidas de persecución, e incluso de encarcelamiento de usuarios, para detener el intercambio de archivos musicales, sino que la idea de hacer legales los programas que hacen posible tales intercambios ha tenido un éxito relativo.
Mundo binario sin impedimentos
Los byts convertidos en música siguen fluyendo por el ciberespacio, se intercambian y pasan de mano en mano, de máquina en máquina, de reproductor en reproductor, perdiéndose la identidad propietaria de la misma. Lo peor es que la música al comprimirse y digitalizarse ocasiona que las melodías se dupliquen con relativa facilidad, se alteren y se mezclen con tal tranquilidad que extravían hasta las huellas del creador original de la misma. Ese perpetuo movimiento de la música digital, su incesante globalización, ha terminado por dar paso a una personalización de la misma que se ha convertido en el mayor aliciente entre los usuarios para seguir propagando el intercambio de archivos musicales.
Curiosamente ese intercambio veloz y casi en tiempo real que se da de los archivos musicales, es parte de los ejercicios simbólicos y prácticos que ponen en marcha los consumidores musicales para demostrar su rechazo a esa voraz actividad empresarial puesta en marcha por los grandes sellos musicales.
Las prácticas de los melómanos en el ciberespacio terminan no sólo por hacer trizas la cadena productiva de lo sonoro, sino que vuelven frágiles los esquemas de control de las discográficas para evitar que los melómanos sigan distribuyendo música a escala global. Es una manera paradójica en que los usuarios se rebelan a la forma en que se distribuye mayoritariamente la música y al mismo modelo de negocio impuesto por dicha industria.
Si la industria de la música quiere de verdad reinventarse a sí misma, tendrá que hacer cosas muy diferentes a lo que hace hoy. La distribución en internet será la solución cuando estén bien dimensionados los costos de la misma y eso será la mejor medicina para lograr vender música en línea. Mientras tanto seguiremos siendo testigos de un cambio profundo en la forma de apropiación de los contenidos musicales, en donde las personas modificarán los mismos contenidos de acuerdo a sus competencias técnicas y sonoras.
Sin embargo, no todas estas melodías son en realidad piezas vendidas, porque muchas de ellas son politonos, o sea extractos de canciones. Pero incluso si tomamos éstos como parte del total de descargas de música, nos encontramos que ellas sólo representan entre el 3.3 y 6 por ciento de las ventas totales de música, una cantidad todavía muy pobre si se parte de que existen cerca de 400 sitios de venta a escala mundial y porque con tales cifras se está aún lejos de conformar un modelo de negocio para el consorcio musical.
Por otra parte el auge de ventas en formato digital poco ha aportado para frenar las ventas totales de música que siguen cayendo, con lo cual no sólo se evidencia que no han sido eficaces las medidas de persecución, e incluso de encarcelamiento de usuarios, para detener el intercambio de archivos musicales, sino que la idea de hacer legales los programas que hacen posible tales intercambios ha tenido un éxito relativo.
Mundo binario sin impedimentos
Los byts convertidos en música siguen fluyendo por el ciberespacio, se intercambian y pasan de mano en mano, de máquina en máquina, de reproductor en reproductor, perdiéndose la identidad propietaria de la misma. Lo peor es que la música al comprimirse y digitalizarse ocasiona que las melodías se dupliquen con relativa facilidad, se alteren y se mezclen con tal tranquilidad que extravían hasta las huellas del creador original de la misma. Ese perpetuo movimiento de la música digital, su incesante globalización, ha terminado por dar paso a una personalización de la misma que se ha convertido en el mayor aliciente entre los usuarios para seguir propagando el intercambio de archivos musicales.
Curiosamente ese intercambio veloz y casi en tiempo real que se da de los archivos musicales, es parte de los ejercicios simbólicos y prácticos que ponen en marcha los consumidores musicales para demostrar su rechazo a esa voraz actividad empresarial puesta en marcha por los grandes sellos musicales.
Las prácticas de los melómanos en el ciberespacio terminan no sólo por hacer trizas la cadena productiva de lo sonoro, sino que vuelven frágiles los esquemas de control de las discográficas para evitar que los melómanos sigan distribuyendo música a escala global. Es una manera paradójica en que los usuarios se rebelan a la forma en que se distribuye mayoritariamente la música y al mismo modelo de negocio impuesto por dicha industria.
Si la industria de la música quiere de verdad reinventarse a sí misma, tendrá que hacer cosas muy diferentes a lo que hace hoy. La distribución en internet será la solución cuando estén bien dimensionados los costos de la misma y eso será la mejor medicina para lograr vender música en línea. Mientras tanto seguiremos siendo testigos de un cambio profundo en la forma de apropiación de los contenidos musicales, en donde las personas modificarán los mismos contenidos de acuerdo a sus competencias técnicas y sonoras.
0 comentarios:
Publicar un comentario