De la Universidad de Colima (institución que ha sido pionera en el país en el estudio de la nuevas tecnologías) llega este trabajo de Edgar Gómez, que es de los pocos efectuados en el país para desentrañarr una parte de la cultura digital que ya se vive en nuestro entorno.
El cibersexo como práctica humana es la expresión cultural de una época que refleja cómo la sexualidad tiene muchas maneras de practicarse, tiene que ver con lo que es la vida en red, con la redefinición que se vive en el terreno de lo erótico, con las nuevas formas en que se organiza la vida sexual en los tiempos que corren, con las nuevas identidades y comunidades que se articulan de manera global gracias a las pasiones comunes que se tejen en el ciberespacio.
La comunicación basada en computadoras es la que ha permitido el cibersexo, que se gesta a través del uso de diversas interfases electrónicas como chats, foros, mensajerí ¡a instat¡nea, grupos de noticias o correo electrónico. Para Gómez Cruz la validez de una experiencia depende de la persona, de su contexto, más que de la existencia del fenómeno en sí mismo. La red en tal sentido es un espacio potenciador de las relaciones sociales, es una dimensión donde se estructura y reconfigura de manera continua, simbólicamente, la experiencia sexual, pero al ser un medio de comunicación interactivo se vuelve en sí mismo un espacio social.
El autor critica los apresuramientos que se han dado en el campo de las ciencias sociales al estudiar la avenida digital y el ciberespacio, al reducirlos únicamente a una dimensión virtual. La mayoría de los estudios sobre el ciberespacio lo han visto como un contexto falso, e incluso se mide a partir de los medios convencionales de comunicación, donde se han desenvuelto la mayoría de sus analistas, por lo que no es raro que caigan en confusiones. Por eso no extraña, según nos refiere Edgar Gómez, que muchos partan de marcos conceptuales y teóricos que pueden ser buenos para dar cuenta de otras experiencias, pero no para analizar un fenómeno inédito como Internet. El autor acude al concepto de hiperespacio, con el que atrapa las dos dimensiones en que se desenvuelven los usuarios (el ciberespacio y el real) y los vasos dialécticos que se gestan entre ambos, la manera en que los usuarios se apropian de dicho espacio simbólico y cómo reconfiguran su misma identidad.
Tiene razón al indicar que la identidad no es algo socialmente duradero, sino cambiante y volátil que camina de la mano del vértigo. Por lo mismo la sexualidad no corporal es una variante de las muchas que se dan en el campo de la sexualidad. Pero además el cibersexo no es más que el desplazamiento que se ha dado de la sexualidad hacia el terreno de la seducción y al juego más que a la genitalidad y la reproducción. Pero una cosa queda clara: independientemente que para muchos usuarios vivan total o parcialmente su sexualidad en la red, eso es una expresión simbólica de la construcción de su sexualidad que al final se expresa en los mismos cuerpos de quienes llevan a la práctica el cibersexo.
El trabajo, aunque cuenta con innegables virtudes, ofrece pistas para continuar indagando la vida sexual en el ciberespacio, que es inacabado, pues se requieren mayores investigaciones. Las entrevistas y contrastes con los informantes de ninguna manera permiten generalizar sus conclusiones. A este libro lo debemos tomar como una valiosa primera aproximación al cibersexo y sus efectos socioculturales.
Edgar Gómez Cruz, Cibersexo. ¿La última frontera del eros? Un estudio etnográfico, Universidad de Colima, 2003, México, 137 pp.
Publicado en la edición de octubre de la revista etcétera.
El cibersexo como práctica humana es la expresión cultural de una época que refleja cómo la sexualidad tiene muchas maneras de practicarse, tiene que ver con lo que es la vida en red, con la redefinición que se vive en el terreno de lo erótico, con las nuevas formas en que se organiza la vida sexual en los tiempos que corren, con las nuevas identidades y comunidades que se articulan de manera global gracias a las pasiones comunes que se tejen en el ciberespacio.
La comunicación basada en computadoras es la que ha permitido el cibersexo, que se gesta a través del uso de diversas interfases electrónicas como chats, foros, mensajerí ¡a instat¡nea, grupos de noticias o correo electrónico. Para Gómez Cruz la validez de una experiencia depende de la persona, de su contexto, más que de la existencia del fenómeno en sí mismo. La red en tal sentido es un espacio potenciador de las relaciones sociales, es una dimensión donde se estructura y reconfigura de manera continua, simbólicamente, la experiencia sexual, pero al ser un medio de comunicación interactivo se vuelve en sí mismo un espacio social.
El autor critica los apresuramientos que se han dado en el campo de las ciencias sociales al estudiar la avenida digital y el ciberespacio, al reducirlos únicamente a una dimensión virtual. La mayoría de los estudios sobre el ciberespacio lo han visto como un contexto falso, e incluso se mide a partir de los medios convencionales de comunicación, donde se han desenvuelto la mayoría de sus analistas, por lo que no es raro que caigan en confusiones. Por eso no extraña, según nos refiere Edgar Gómez, que muchos partan de marcos conceptuales y teóricos que pueden ser buenos para dar cuenta de otras experiencias, pero no para analizar un fenómeno inédito como Internet. El autor acude al concepto de hiperespacio, con el que atrapa las dos dimensiones en que se desenvuelven los usuarios (el ciberespacio y el real) y los vasos dialécticos que se gestan entre ambos, la manera en que los usuarios se apropian de dicho espacio simbólico y cómo reconfiguran su misma identidad.
Tiene razón al indicar que la identidad no es algo socialmente duradero, sino cambiante y volátil que camina de la mano del vértigo. Por lo mismo la sexualidad no corporal es una variante de las muchas que se dan en el campo de la sexualidad. Pero además el cibersexo no es más que el desplazamiento que se ha dado de la sexualidad hacia el terreno de la seducción y al juego más que a la genitalidad y la reproducción. Pero una cosa queda clara: independientemente que para muchos usuarios vivan total o parcialmente su sexualidad en la red, eso es una expresión simbólica de la construcción de su sexualidad que al final se expresa en los mismos cuerpos de quienes llevan a la práctica el cibersexo.
El trabajo, aunque cuenta con innegables virtudes, ofrece pistas para continuar indagando la vida sexual en el ciberespacio, que es inacabado, pues se requieren mayores investigaciones. Las entrevistas y contrastes con los informantes de ninguna manera permiten generalizar sus conclusiones. A este libro lo debemos tomar como una valiosa primera aproximación al cibersexo y sus efectos socioculturales.
Edgar Gómez Cruz, Cibersexo. ¿La última frontera del eros? Un estudio etnográfico, Universidad de Colima, 2003, México, 137 pp.
Publicado en la edición de octubre de la revista etcétera.
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