Uno de estas incongruencias está en la prolongación de los derechos de autor. En Estados Unidos con la ley Sonny Bono, aprobada en 1998, se ampliaron los derechos de copia de suerte que a partir del 1 de enero de dicho año la protección alcanzó límites impensables: en el caso de las personas se protege durante toda la vida del creador, más 75 años, mientras que en el caso corporativo se aplica durante toda la vida del creador, más 95 años. No es exagerado decir que los derechos de autor se han vuelto prácticamente perennes e incluso mutilan la esencia con la cual surgieron. Lo peor es que el ejemplo estadunidense se extienden por el planeta, en México la Ley de Derechos de Autor ha llegado al extremo de ampliarlos hasta 100 años.
Es por eso que si bien es un paso importante el que ha dado Google en favor de las socialización de los conocimientos, por el otra estos absurdos que se extienden como plaga por el planeta hacen que dichas medidas como las de Google no tengan un alcance destacado y por ende no permitan la socialización del saber e incrementar precisamente el conocimiento.
Así que si ya desde antes que existieran estas leyes con rígidas taxativas era imposible pensar en que el sueño de Ted Nelson de dar vida a Xanadu, la biblioteca universal que pondría a disposición de toda la humanidad la totalidad de saber concentrado en todas las bibliotecas de la humanidad, ahora es menos probable pensar que se logrará.
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