En sus inicios, la ICANN (Corporación de Internet para
la Asignación de Nombres y Números) careció de plena autonomía. La influencia
del gobierno estadounidense sobre dicho organismo no la ejercía directamente,
sino vía el Departamento de Comercio, que era el contratante de la ICANN. A pesar de los cuestionamientos a la ICANN,
fue una innovación radical que se legitimó con sus decisiones basadas en el consenso,
propio del internet inicial. Se diseñó para que fuera multisectorial, lo que significa
que ninguna facción o poder tenía el control absoluto del organismo. La
operación de la ICANN, sus decisiones, se basaron en el modelo de múltiples
partes interesadas —hoy extendido hasta en la sopa—, abierto, transparente y
basado en el consenso, básicamente fue una versión moderna o actualizada de las
RFC. El ámbito de competencia de la ICANN fue limitado, pero de grandes
consecuencias: Se ciñó en los identificadores únicos, los domicilios de
internet y específicos, pero de suma importancia para que opere la internet
global: nombres de dominio, direcciones IP y protocolos. En esa forma de operar
de la ICANN pervivían vestigios de la contracultura antiautoritaria y rebelde
de la década de 1960, pues no existía una base legal para regular todo el
sistema. La ICANN se estableció como una asociación voluntaria, y así sigue siendo.
Nada obliga a sus participantes —gobiernos, asociaciones, empresas…— a
permanecer en la ICANN.
Por un lado en una política de la ICANN sobre una
resolución de disputas, las entidades privadas involucradas están obligadas a
cumplirla, o pueden perder su acreditación. Pero sus políticas no son vinculantes para los gobiernos:
un país puede imponer sus propias leyes, que incluso pueden contradecir a las
políticas de la ICANN. Esta forma de operar parecería ser un vestigio
contracultural, pero no es así ya que si bien el mecanismo de actuación de la
ICANN surgió de un contexto idealista pronto fue cooptado por quienes creían
que el mercado era la mejor solución. En los inicios de la ICANN, los
idealistas lograron darle una apariencia de apertura y comunidad, pero con
fuertes limitaciones. Al final, la visión inicial de Al Gore de que la ICANN
apuntalara o impulsara una red de investigación con garantías de acceso justo y
supervisión gubernamental, fueron sacrificadas en favor de la comercialización,
el crecimiento y la participación amplia de naciones. Al poco tiempo de
afianzarse la ICANN, las ideas de Gore fueron relegadas a segundo plano ante la
fiebre del oro. Janet Abbate lo resumió en 2019, y de manera lapidaria:
internet había «perdido su alma».
La sede física de la ICANN, en California, fue motivo de
molestias. De hecho su sede sigue siendo ahí. Pero en su momento, lo que
disparó las contrariedades fue que la administración Bush frenaba el plan de
transición para independizar la administración del sistema raíz y el DNS
prometido por la administración Clinton. Por si eso no fuera suficiente, el Congreso
de Estados Unidos tuvo una resolución bipartidista que confirmaba que dicha
nación no pondría fin a la administración de la zona raíz de internet. La
resolución indicaba que la misma debía permanecer físicamente ubicada en
Estados Unidos y el Secretario de Comercio debía mantener la supervisión de la
ICANN.
La indignación y los ataques de la comunidad internet
organizada a la administración Bush fueron una constante durante sus dos
periodos presidenciales. Las esperanzas renacieron con el arribo de Obama, pero
en su primer periodo no se avanzó mucho. Para varios, la última oportunidad
para que la ICANN alcanzara su plena autonomía era la administración Obama, ya
que con las políticas de seguridad implementadas en Estados Unidos después de
los ataques terroristas de 2011, no había disposición para que la ICANN fuera
completamente independiente. La ICANN intentó resistir las especulaciones sobre
la capacidad de espionaje de Estados Unidos, aferrándose a la idea de que no
era más que un organismo de coordinación técnica, que no recibían financiación
del gobierno estadounidense.
Incluso durante la administración Obama el Congreso de
Estados Unidos aprobó una resolución unánime expresando alarma sobre la amenaza
de algunos países de tomar medidas unilaterales que podrían dañar el archivo de
la zona raíz, lo que daría paso a una
internet menos funcional y beneficios reducidos a los usuarios, por lo que se
instó al presidente Obama a apoyar el modelo multisectorial de la ICANN e
impedir transferir el control de internet a Naciones Unidas o cualquier otra
organización intergubernamental.
Pero las revelaciones de Snowden a mediados de 2013
sobre el programa PRISM, que permitía a la NSA acceder a datos de
gigantes tecnológicos como Google, Facebook y Microsoft, dieron paso a una indignación
porque el gobierno estadounidense y sus agencias de seguridad accedían con suma
facilidad a una ingente cantidad de información personal que las personas
depositaban en redes sociales y múltiples servicios en línea. De ahí derivó el
término «capitalismo de vigilancia», para describir esa relación entre los
usuarios que desean servicios gratuitos y las empresas que los brindan y venden
o transfieren los datos generados por los usuarios a anunciantes o instancias
gubernamentales.
Lo increíble es que internet no se haya balcanizado, no
hubiera volado en múltiples redes nacionales o regionales. Incluso, a pesar del
descrédito de la vigilancia masiva del programa PRISM y lo dado a conocer por
Snowden, la reputación de Obama hizo que la ICANN no se despeñara. Poco antes
de dejar la presidencia Obama, la ICANN se independizó formalmente de Estados
Unidos en 2016, específicamente en el mes de octubre. Con ello se
ponía fin al contrato que la ICANN mantenía con el gobierno estadounidense, en
concreto con la Administración Nacional de Telecomunicaciones e Información.
Probablemente, si no se hubiera dado en esa fecha hubiera sido muy complicado
que la ICANN se liberara durante la administración Trump, ya que los
republicanos eran enemigos de que internet se «regalara» al mundo.
A pesar de sus desiguales trazos, la ICANN representa lo
más cercano que tenemos a un marco regulatorio global para la infraestructura
básica de internet, pero está lejos de ser lo que en su momento se llamó «el
gobierno de internet», porque su alcance es muy limitado. Incluso personas como
el mismo Gore reconocen que él y su equipo fueron ingenuos y cometieron el error
en los primeros tiempos de la ICANN de no reflexionar con mayor profundidad
sobre un marco más integral para internet que incluyera aspectos como la
privacidad y la seguridad. Por eso mismo, por lo que fue y lo que es la ICANN, hoy
suena ingenuo pensar que su modelo sería el idóneo para gestionar la
inteligencia artificial.
*@tulios 41
Publicado en La Jornada Morelos
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