La inteligencia artificial (IA) es herramienta ideal para diversos medios ya que analiza el comportamiento del usuario, sus temas de interés, historial de lectura y preferencias, para proponerle noticias y contenidos que vayan en sintonía con sus gustos. Los algoritmos de IA analizan el comportamiento del usuario (clics, tiempo de lectura, temas favoritos) y ofrecen noticias personalizadas. Se usan variantes como machine learning supervisado con el objetivo de predecir intereses.
De acuerdo con un estudio reciente del Instituto Reuters, la IA la usan los medios para redactar noticias breves o resúmenes, especialmente en deportes, finanzas o meteorología, donde los datos se ofrecen de manera abundante y estructurados. Herramientas de procesamiento del lenguaje natural, así como los modelos de lenguaje de gran escala, convierten datos (por ejemplo, resultados deportivos o informes financieros) en textos narrativos coherentes y digeribles para las audiencias. Esto es tal que el Washington Post cuenta con Heliograf, una herramienta para generar reportes deportivos automatizados y disponibles para sus lectores en tiempo real.
Lo interesante del estudio de Instituto Reuters es que los consumidores de medios no se declaran fervorosos dependientes de la IA. Las audiencias tienden a mostrar mayor escepticismo hacia la personalización de noticias. La investigación evidencia un interés más marcado en el uso de la IA para adaptar los formatos —especialmente los que hacen más accesible o eficiente el consumo informativo—, que en la personalización de contenidos, la cual despierta ciertas inquietudes o suspicacias debido a los algoritmos de recomendación, incluyendo el temor a perder información relevante.
Actualizaciones y retrocesos en telecomunicaciones
Tras una serie de foros públicos, discusiones y críticas desde la industria de telecomunicaciones, academia, analistas y sociedad civil, se aprobó recientemente la nueva Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión que entre otras cosas destaca por cancelar la competencia, la autonomía regulatoria y el fortalecimiento institucional que identificaron a la Reforma de Telecomunicaciones de 2014. Contra lo que suponíamos, se hicieron ciertas enmiendas a la iniciativa, por ejemplo fueron eliminados algunos de los artículos más controvertidos (el 109 que facultaba el bloqueo de plataformas digitales) y se introdujeron ajustes relevantes, pero en términos generales el espíritu de la nueva reforma es una regresión institucional y normativa para el sector.
El gran retroceso está en la desaparición del IFT, un órgano constitucional autónomo y colegiado, que garantizaba una regulación técnica, independiente y con contrapesos, que si bien podría tener deficiencias podría mejorarse y darle mayor robustez a sus decisiones. El IFT será sustituido por la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (ATDT), dependiente del Ejecutivo —lo que nos regresa a la época de la Cofetel, que dependía de la Secretaría de Gobernación—. La ATDT no regulará las telecomunicaciones, ya que eso lo efectuará la Comisión de Regulación de Telecomunicaciones (CRT) como instancia colegiada, aunque sus integrantes también serán designados por el Ejecutivo e incluso removidos en cualquier momento por este, lo que evidencia claramente la carencia de independencia y la sujeción al ejecutivo de dicho órgano.
Varios otros aspectos pueden comentarse de esta reforma, por cuestiones de espacio abordaremos el relativo a la libertad de expresión en los medios y el derecho de las audiencias, que ha sido motivo de posturas encontradas: unos comunicadores lo ven como la puerta a la censura y el fin de la libertad de expresión, mientras que los defensores de los derechos de las audiencias lo ven como la panacea de una mejora en la calidad del consumo de contenidos.
El defensor de las audiencias, también conocido como ombudsman de medios o defensor del lector, radioescucha o televidente, su función principal es actuar como intermediario entre el público y los medios de comunicación, garantizando que los contenidos sean éticos, veraces y respeten los derechos de las audiencias. Es una figura ya presente en nuestro país y salvo casos excepcionales, los defensores de audiencias han pasado sin pena ni gloria. Hasta ahora, los medios privados no han hecho esfuerzos por destacar esa figura —aunque con la nueva ley tendrán la obligación de hacerlo—, mientras que los medios públicos la incorporan pero como figura decorativa e incluso en estos casos hablamos de ser medios carentes de audiencias, que ni siquiera saben quiénes los ven o escuchan e incluso con programación cambiante y abrupta cancelación de conductores y de programas y donde los defensores de las audiencias de nada sirven para enmendar atropellos y cambios sin sentido.
Dentro de las funciones del defensor de audiencias está representar los intereses del público, procesar las quejas y comentarlas con los directivos de los medios o las instancias motivo de los cuestionamientos o quejas. También, el defensor debe promover la transparencia y rendición de cuentas de los medios, analizando las prácticas periodísticas o de producción de los medios, señalando errores, sesgos o violaciones a códigos de ética, y proponer mejoras; una cuestión que no efectúan los defensores de audiencias, por lo que son una figura decorativa, su papel tanto en medios públicos como privados pasa sin pena ni gloria, y en gran parte eso mismo se debe a la pasividad de las audiencias que hoy día se han volcado a las redes sociales donde sí traban una interacción que no tendrán en los medios convencionales.
Tal como están las cosas ahora en México, el defensor de audiencias destaca por su falta de independencia, su autonomía está en cuestionamiento ya que los defensores son designados por los propios medios o autoridades, lo que de entrada genera conflictos de interés. Tiene exigua incidencia efectiva: sus recomendaciones no son vinculantes, por lo que fácilmente pueden ser ignoradas y no tener consecuencias. Las audiencias desconocen la existencia del defensor o no saben cómo contactarlo, lo que reduce su efectividad; no les interesa presentar quejas y enfrascarse en trámites burocráticos, ya que si presentan alguna tienen una percepción de ineficacia del defensor de audiencias y que solo ofrecen respuestas genéricas o defensivas, sin abordar a fondo las preocupaciones planteadas.
Así que la censura no vendrá de los defensores de audiencias. De hecho, la censura ya está instalada y se expresa como un mecanismo que no solo silencia voces, sino que pervierte el lenguaje mismo, las palabras pierden su significado original y se convierten en máscaras vacías. Lo peor, como dice Kundera, es la extensión de la autocensura, que es más insidiosa, cuando el periodista o comunicador escucha al censor dentro de su propia cabeza, cuando las tijeras invisibles cortan las frases antes de llegar al teclado o la pantalla. Es una traición al oficio y así mismo, porque por tratar de conservar el empleo se renuncia voluntariamente a describir las arbitrariedades del gobierno.
@tulios41
Publicado en La Jornada Morelos.
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