Internet, dominios e ICANN (1)

domingo, 31 de agosto de 2025

La columna vertebral de internet la conforma la gestión de los dominios. Para que las personas puedan navegar por ese infinito mar de contenidos que es internet, se requieren identificadores o domicilios que les permitan acudir a las páginas o sitios que desean, que son en realidad los dominios. Para facilitar la navegación por el ciberespacio se conformó el Sistema de Nombres de Dominio (DNS) en 1983 y con ello tener una domicialización digital. Pero desde su inició el DNS fue una función jerárquica, centralizada y centralizadora, porque en la cima de los nombres de dominio —.com, .org o .net— está la llamada «zona raíz», que actúa como fuente fidedigna de información domiciliaria.

En los años 80 cuando Jon Postel se hizo cargo de la supervisión de la administración de la raíz/DNS nadie se percató del gran poder que eso tenía. Este proceso se dio gracias a que la otrora ARPA firmó un contrato con Postel, de Network Information Center (NIC) del Information Sciences Institute de la Universidad del Sur de California, para que él se encargara de ser la autoridad administrativa del DNS. Todo caminaba tranquilamente, pero eso cambió en los años 90 cuando internet empezó a masificarse, cuando la otorgación de dominios se volvió conflictiva por las aristas políticas, económicas y comerciales que empezó a conllevar.

Los primeros conflictos en torno a los nombres de dominio involucraron a diversos gobiernos y organizaciones civiles que exigían mayor autonomía en la gestión del DNS. Ante esta presión, durante el gobierno de Bill Clinton (1993-2001) se plantearon dos medidas clave: la creación de la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números (ICANN), encargada de administrar el DNS y la zona raíz; y el compromiso de que en el año 2000 el gobierno de Estados Unidos dejaría de ejercer control directo o indirecto de la ICANN, incluyendo la gestión del DNS y el archivo de la zona raíz.

En aquel momento, para manejar las diversas, y a menudo conflictivas posturas sobre la gobernanza de internet, el equipo del entonces vicepresidente de Estados Unidos, Albert Gore, fue quien ideó una solución ambiciosa: la creación de la ICANN. Esta entidad peculiar, diseñada para la cultura política de la época, sería la encargada de la gestión del DNS, asegurando en la misma la representación de las múltiples partes interesadas en el desarrollo de la red. Sin embargo, los avances fueron mínimos en la transferencia de la gestión de los servidores raíz y el DNS a una entidad verdaderamente independiente. La oposición interna en Estados Unidos a este esquema de la ICANN fue constante, y el desacuerdo resultante solo profundizó la confusión y el estancamiento.

Para dar cuenta de la magnitud del desafío de Gore no solo tuvo en contra de la gestión del DNS por parte de la ICANN a gobiernos de distintos países, a políticos de su país, sino también a pioneros de internet. Incluso para académicos como Meghan Grosse, consideraron que Gore y su equipo hacían uso de una estratagema cínica para proteger el poder y los intereses estadounidenses, en lugar de un intento genuino de preservar la cultura original de internet.

Ciertamente un tratado internacional bien podría haber cambiado esto, pero existía la genuina convicción de Gore y su equipo de funcionarios de que, en el sistema globalizado posterior a la Guerra Fría, internet requería algo que pudiera avanzar con mayor rapidez en la toma de decisiones que como acontece en las organizaciones tradicionales basadas en tratados, o entre pares gubernamentales. De hecho, Vinton Cerf era partidario que la ONU fuera la sede para la gobernanza global de internet. Tanto Cerf, como Crocker y Postel, viendo el futuro poder que tendría internet, querían un organismo asociado con la ONU y con sede en Ginebra, y se enfadaron cuando Gore e Ira Magaziner, asesor de Clinton, desecharon esa propuesta.

Lo que resultó al final fue un entidad privada contratada por el Departamento de Comercio y con sede en California. A pesar de los embates, Gore se mantuvo firme en su creencia en la promesa de la nueva frontera —del triunfo de la razón y la ciencia— y por fin contó con el apoyo bipartidista para sacar eso adelante. A la larga, viendo los resultados finales Gore peco de ingenuo, pero durante los años 90 parecía que el legado contracultural podía armonizar con el lucro, el despliegue del saber y la ciencia y el comercio.

Lo cierto, es que la administración Clinton terminó y Al Gore no llegó a la presidencia en el año 2000 y quedó fuera de la jugada en una elección empañada de fraude. Llegaron los republicanos nada partidarios de que el DNS y todo lo que tuviera que ver con internet fuera gestionado por múltiples partes. Se empantanó el futuro de la ICANN, que empeoró con el 11-S, ya que los ataques terroristas hicieron que la administración Bush viera a internet como arma de inteligencia y herramienta de vigilancia masiva para usar a una escala sin precedentes. En tal escenario era iluso imaginarse la autonomía de la ICANN.

Pero eso avivo la animadversión de una parte significativa de la comunidad internet contra el control del DNS y la raíz de internet por parte de Estados Unidos. El enorme crecimiento de usuarios fuera de Estados Unidos se tradujo en coaliciones cada vez más poderosas que no veían con buenos ojos que los organismos que tomaban decisiones políticas sobre las operaciones de internet derivaran su autoridad del gobierno estadounidense. La lucha por el control del servidor raíz se tornó una lucha por la identidad de la red. ¿El ciberespacio pertenecía a la etérea comunidad global de internet o al gobierno estadounidense?

En 2012, la UIT (Unión Internacional de Telecomunicaciones) albergó la Conferencia Mundial de Telecomunicaciones Internacionales, con el fin de actualizar la regulación global de las telecomunicaciones. Varios representantes de países asistentes tomaron la palabra, e intentaron usar las negociaciones rutinarias para imponer una medida vinculante a favor de una nueva regulación intergubernamental de internet. Posteriormente un grupo de países —India, Brasil y Sudáfrica— celebraron una cumbre en la que expresaron su intención de obtener un mayor control sobre internet. Al mismo tiempo, Rusia y China habían estado presionando para que la ONU tuviera un mayor control sobre la raíz de internet, y el propio Putin abogó por un mayor papel de la UIT en la gobernanza de internet.

La ICANN fue una institución puente, lejos del equilibrio del ritmo gradual de las organizaciones tradicionales basadas en tratados, pero con cierta rapidez para solventar las demandas. Pero también fue un puente entre culturas, antiguas y nuevas. Reunió a una recién formada «comunidad de internet» con experiencia, nacida de la ingeniería académica y la computación, con una comunidad empresarial consolidada, ilusionada por el auge de las cotizaciones bursátiles. La ICANN, al final, fue una solución innovadora a un problema importante y de gestión. Después diría el mismo Cerf que la ICANN fue «un milagro». Pero su plena autonomía se lograría hasta el segundo periodo presidencial de Barak Obama, aunque también mostraría sus limitaciones.

@tulios41

Publicado en La Jornada Morelos

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