Si fuera la primera vez que se da ese optimismo lo tomaríamos en serio, sin embargo a lo largo de la historia de la tecnología esa euforia se ha repetido tanto que ya está uno inmune a la seducción. Esto lo decimos porque algunos apóstoles de las nuevas tecnologías promocionan a algunas de ellas como el último grito de la transformación de la vida en común, al grado de que alterarán y revolucionarán la vida pública y animarán la participación ciudadana.
Esto viene a colación porque desde la aparición del libro de Howard Rheingold, Multitudes inteligentes (Gedisa), se repite entre especialistas y en diversos sitios de la red esa idea, se habla de que el arribo de la telefonía celular de segunda generación dio vida a una auténtica renovación social que cambió de manera radical la producción de la misma tecnología, hasta el punto de vaticinar que las nuevas revoluciones en ese campo serán movimientos sociales.
Historia fulgurante
Es claro que la telefonía celular es el medio de comunicación con el mayor crecimiento de usuarios a escala mundial, es la que ha conocido la penetración más vertiginosa de todas las tecnologías de comunicación conocidas hasta el momento. Si se comparan las historias de la telefonía celular e internet, el alcance de la primera ha sido espectacular al grado de desembocar en prácticas adictivas.
De 1972 a 2005 internet ha alcanzado, según International Telecommunication Union, cerca de mil millones de usuarios (14.9 por ciento de la población mundial); mientras que en sus 27 años de existencia la telefonía celular ha sobrepasado ya, de acuerdo con Wireless Intelligence, los 2 mil millones de teléfonos celulares (29.8 por ciento de la población mundial). Esa penetración de la telefonía móvil a escala global también se refleja en nuestro país en donde los datos refieren que los usuarios de telefonía celular ya superan los 40 millones, mientras que los de internet no alcanzan los 18 millones.
Uno de los servicios de la telefonía celular que atrae a muchas personas y que ha servido para pensar que modificará la misma vida pública son los mensajes SMS (servicio de mensaje corto), que han sido un recurso usado tanto en situaciones de desastre como en movilizaciones políticas. De los ataques terroristas de Nueva York, pasando por las movilizaciones contra el Partido Popular en España en marzo de 2005 y hasta las manifestaciones que llevaron a la caída de Lucio Gutiérrez en Ecuador meses atrás, o incluso los recientes disturbios de Francia, los mensajes SMS han sido vitales para ofrecer la solidaridad, en el primer caso, y para planear las protestas y acciones, en los otros dos sucesos.
Si bien los celulares tienen un uso vigoroso en muchas manifestaciones políticas a lo largo y ancho del planeta, no podemos soslayar que mucho de eso se debe a una moda que como tal tiene un carácter efímero. Además, todavía es muy pronto para saber si los celulares serán interfases que robustecerán el espacio público y los procesos de ciudadanización. A pesar de lo expresado por Rheingold, todas las creaciones tecnológicas actuales si de algo han carecido es de ser precisamente movimientos sociales, generalmente se tratan de gadgets, que en la mayoría de los casos no tienen utilidad práctica, sin olvidarnos que las tecnologías por sí mismas no son las que incrementan el interés por lo público y la participación política.
Publicado en Milenio diario, 20 de noviembre 2005.
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Esto viene a colación porque desde la aparición del libro de Howard Rheingold, Multitudes inteligentes (Gedisa), se repite entre especialistas y en diversos sitios de la red esa idea, se habla de que el arribo de la telefonía celular de segunda generación dio vida a una auténtica renovación social que cambió de manera radical la producción de la misma tecnología, hasta el punto de vaticinar que las nuevas revoluciones en ese campo serán movimientos sociales.
Historia fulgurante
Es claro que la telefonía celular es el medio de comunicación con el mayor crecimiento de usuarios a escala mundial, es la que ha conocido la penetración más vertiginosa de todas las tecnologías de comunicación conocidas hasta el momento. Si se comparan las historias de la telefonía celular e internet, el alcance de la primera ha sido espectacular al grado de desembocar en prácticas adictivas.
De 1972 a 2005 internet ha alcanzado, según International Telecommunication Union, cerca de mil millones de usuarios (14.9 por ciento de la población mundial); mientras que en sus 27 años de existencia la telefonía celular ha sobrepasado ya, de acuerdo con Wireless Intelligence, los 2 mil millones de teléfonos celulares (29.8 por ciento de la población mundial). Esa penetración de la telefonía móvil a escala global también se refleja en nuestro país en donde los datos refieren que los usuarios de telefonía celular ya superan los 40 millones, mientras que los de internet no alcanzan los 18 millones.
Uno de los servicios de la telefonía celular que atrae a muchas personas y que ha servido para pensar que modificará la misma vida pública son los mensajes SMS (servicio de mensaje corto), que han sido un recurso usado tanto en situaciones de desastre como en movilizaciones políticas. De los ataques terroristas de Nueva York, pasando por las movilizaciones contra el Partido Popular en España en marzo de 2005 y hasta las manifestaciones que llevaron a la caída de Lucio Gutiérrez en Ecuador meses atrás, o incluso los recientes disturbios de Francia, los mensajes SMS han sido vitales para ofrecer la solidaridad, en el primer caso, y para planear las protestas y acciones, en los otros dos sucesos.
Si bien los celulares tienen un uso vigoroso en muchas manifestaciones políticas a lo largo y ancho del planeta, no podemos soslayar que mucho de eso se debe a una moda que como tal tiene un carácter efímero. Además, todavía es muy pronto para saber si los celulares serán interfases que robustecerán el espacio público y los procesos de ciudadanización. A pesar de lo expresado por Rheingold, todas las creaciones tecnológicas actuales si de algo han carecido es de ser precisamente movimientos sociales, generalmente se tratan de gadgets, que en la mayoría de los casos no tienen utilidad práctica, sin olvidarnos que las tecnologías por sí mismas no son las que incrementan el interés por lo público y la participación política.
Publicado en Milenio diario, 20 de noviembre 2005.
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