Las obras de Benjamín Labatut —Un verdor terrible (2020),
La piedra de la locura (2021) o Maniac (2023)— son una continua
exploración de cómo algunas de las mentes más brillantes de la ciencia moderna unen
creatividad y demencia. Cerebros que refugian la locura y dan vida a ideas e
invenciones perturbadoras. Mentes que en nombre de su genialidad se adentran a
explorar lo incomprensible, a ir más allá de la frontera del conocimiento, franqueando
los límites de la razón y en muchos casos terminan por pagar un alto precio.
En Maniac, Labatut continúa su camino
exploratorio de algunas de las mentes más brillantes y perturbadas de la
ciencia moderna, de quienes se asomaron a los límites del conocimiento y, en
muchos casos, la humanidad lo pagó caro. Si en Un verdor terrible el
autor chileno presentó una serie de postales sobre científicos que desafiaron
el orden establecido, en Maniac profundiza en eso y se centra en la
figura contradictoria de John von Neumann, el matemático húngaro-estadounidense
cuyas contribuciones moldearon el siglo XX.
El título, Maniac, el mejor libro escrito hasta
ahora del autor, tiene un carácter polisémico: por un lado, Maniac alude al
nombre de una de las primeras computadoras electrónicas (Mathematical Analyzer
Numerical Integrator and Computer) y con una arquitectura diseñada por Von
Neumann; pero Maniac también es una palabra que evoca la manía, la obsesión, la
locura que acompaña al genio en su forma más pura y destructiva. Para Labatut los
genios humanos, con su mente privilegiada, tienen licencia para franquear los
límites humanos, dar vida al «alto conocimiento» que se vincula al desenfreno
mental.
El libro reúne múltiples voces y episodios para dar
cuenta de cómo las grandes mentes son capaces de fundir delirio e inteligencia
para dar vida a sus creaciones. Una de las partes de la obra está dedicada al
físico austriaco Paul Ehrenfest, quizás la historia más tétrica y fascinante. Amigo
de Einstein, Ehrenfest fue la viva imagen del científico humanista, para quien
sus descubrimientos eran inseparables de las cuestiones morales; Ehrenfest, tuvo
una vida atormentada, le tocó vivir en la época dorada de la física cuántica,
del ascenso del nazismo; la mente y psicología de Ehrenfest eran inestables,
sus crisis existenciales parecían desenvolverse de acuerdo al nuevo paradigma
científico; para Ehrenfest que valoraba la claridad conceptual, los nuevos derroteros
de la física le significaron un golpe demoledor; lo personal y lo científico era
indisociable, al grado que sus elecciones morales no se sustraían de lo
personal, ya que su hijo Vassily, con síndrome de Down, lo sumía en una
angustia insoportable por el futuro de su hijo y eso lo condujo, en 1933 —con
los nazis ya a la puerta del poder—, a matarlo y posteriormente suicidarse.
La mayor parte del libro se centra en John von
Neumann, que es central en la manera en que el autor ve a la IA. Se describe la
poderosa capacidad cognitiva de un auténtico atleta de la mente; desde temprana
edad von Neumann demostró que era un portento de destreza mental, su mente era
capaz de realizar cálculos complejos mentalmente y más rápido que cualquier
persona que usara lápiz y papel; von Neumann, un genio que sus contribuciones
se ramificaron a campos tan diversos como matemáticas puras, física cuántica,
teoría de juegos, computación, economía, estrategia militar e IA; en Maniac se
describe como von Neumann estaba rodeado de colegas que tenían por él una mezcla
de admiración y terror, de estar frente a una mente fuera de serie e
impredecible.
La última parte, «Lee o los delirios de la
inteligencia artificial», aborda una partida de Go entre Lee Sedol, campeón
surcoreano de Go, y AlphaGo, una IA creada por DeepMind, en donde convergen una
batería de técnicas de IA y que destrozaron a Sedol, evidenciando que la
inteligencia de silicio entraba a una nueva dimensión y rivalizaba con la
humana. La IA al mismo tiempo fue tan humana ya que mostró «alucinaciones», que
en vez de evidenciar errores de programación reflejó que la IA al engullir todo
el saber humano, también es capaz de absorber la irracionalidad y locura
humanas.
Labatut muestra cómo von Neumann, que jugó un papel
clave en el Proyecto Manhattan y en el diseño de la bomba atómica, concibió las
computadoras no simplemente como calculadoras rápidas, sino como máquinas
universales capaces de simular cualquier proceso lógico. Pero si las computadoras
eran máquinas universales capaces de simular cualquier proceso lógico, entonces
era un artificio poderoso. Además, si los procesos cognitivos y la conciencia
podían reducirse a algoritmos, si el cerebro era una máquina de procesamiento
de información, como Neumann refería, entonces una máquina universal podía
fácilmente reproducir la mente, por lo que se puede decir que sus experimentos
con autómatas y sus teorías de autorreplicación fueron un adelanto de lo que hoy
tenemos con la IA y toda esa cháchara sobre la singularidad.
En la parte última de Maniac, Labatut da un
salto sorprendente: lo que inicialmente parece forzado, en realidad se trata de
quitarle a la IA su aura de lógica perfecta y absoluta. Para él, la IA una vez
que alcanza cierto nivel de complejidad, empieza a «independizarse», toma
caminos que la llevan a producir errores creativos, alucinaciones o textos
alejados de la verdad o del sentido común. Pero mal haríamos en pensar que las
alucinaciones de las IAs son un fallo de hardware o software, en
realidad son la expresión de que la conciencia de la máquina se hace realidad. El
paso que va de Maniac a la IA es el camino que va de la etapa en donde
el control y la precisión son supremos, a la pérdida de ese control, en donde
la máquina ha superado a su creador y ahora produce resultados que no se pueden
predecir ni explicar por completo. El paso dibujado por von Neumann de la mente
biológica a la mente de silicio, es la historia de cómo el humano pasó de
controlar sus creaciones a ser devorado por sus inventos.
Maniac dibuja como el arribo a la IA, es también la llegada a la era en donde el big data se hermana con la ficción, con el spam, con las alucinaciones y las pesadillas. La IA es un espejo deformado de la humanidad, que refleja todas nuestras contradicciones, sesgos y nuestra propia inclinación por deificar el delirio. En resumen, la parte última de Maniac no es solo la exploración directa de lo que es la IA, sino una meditación poética y aterradora sobre la conciencia artificial y lo que significa para la humanidad haber creado una mente que es capaz de reproducir sus propias locuras. Al final, la obra nos enseña las contradicciones humanas, como en nombre de un bien superior se coaligan mentes brillantes y el Estado para crear una bomba con el fin de que sea la solución humanista que la ciencia puede regalar a la humanidad para frenar el apetito expansionista de un orate totalitario que desea crear una raza humana superior, pero en su camino desarrolla una mente de silicio que replica los extravíos mentales de los humanos.
@tulios41
Publicado en La Jornada Morelos




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