Desde principios del siglo XXI Amazon se percató de que los audios de libros podrían ser una veta de negocio, pero que no se podía usar el podcast para eso, por lo cual giró la cabeza hacia el pasado y se encontró que desde 1990 había empezado a generalizarse el intercambio de archivos de audio vía internet, posible en buena medida a la popularización del formato MP3 y de diversas plataformas de intercambio de tales archivos. De hecho, las grabaciones de libros ya eran algo conocido, desde 1932 se dieron las primera grabaciones de audiolibros que en ese entonces estaban destinadas a personas ciegas o con debilidad visual, que se respaldaban o grababan en discos de vinil. Pero tales grabaciones ampliaron su audiencia: gracias a que la primera masificación de internet trajo consigo la creación y popularización del formato MP3 se hizo factible el intercambio de archivos de audio, entre ellos los audiolibros.
En 1995 Don Katz fundó la empresa Audible que fue pensada
exclusivamente para producir audiolibros, al grado que en 1997 ya había lanzado
el primer reproductor digital portátil, el Audible Player, para comercializar
audiolibros de manera masiva y, de paso, aceleró el intercambio de audiolibros.
Pero en 13 años el negocio de Audible no mostró fuerza, por lo cual en 2008 Amazon
aprovechó y la compró por casi 300 millones de dólares (shre.ink/oMNN). Con esa
adquisición Amazon demostró que todo lo que tenga que ver con los libros es un
terreno que tiene que dominar. Amazon no es solo un poderoso comprador de
libros, también es un competidor directo de las editoriales; gracias a sus
propios sellos editoriales, el mercado de autopublicación y sus producciones de
Audible ha copado el negocio de los libros. Los datos que recopila de la
competencia le otorgan una enorme ventaja sobre cualquier competidor.
La manera que las editoriales han tratado de enfrentarse
a Amazon es convirtiéndose en gigantes de su sector, para lo cual se fusionan. Increíblemente,
Penguin y Random House (las dos editoriales comerciales más grandes del mundo) se
fusionaron en 2013 creando un gigante de escala escandalosa, y que ahora ha
pasado a manos en su totalidad al conglomerado privado alemán Bertelsmann. Incluso
este monstruo editorial estuvo a punto de hacerse con más músculo al querer
adquirir Simon & Schuster, pero la operación fue frenada por las
autoridades regulatorias.
No hay datos precisos sobre que tanto del mercado de
audiolibros a escala mundial tiene Audible, en parte porque Amazon no brilla
por la transparencia. Además, no pasemos por alto que Audible lo mismo ofrece
audiolibros digitales, programas de radio y televisión, que podcasts y
versiones en audio de algunas revistas y periódicos. Pero para darse una idea del
peso de Audible en el mercado estadounidense, se dice que lo domina con
aproximadamente 63% de ventas de audiolibros (shre.ink/oMVZ). No existe una
cifra pública confiable y actualizada que ofrezca datos de los ingresos de
Audible.
Lo que sí sabemos es que antes de 2014, Audible contaba
con las mejores condiciones del sector para los autores: estas condiciones que
existieron desde sus inicios hasta 2014 tenían como objetivo atraer a los
creadores. La publicación de audiolibros digitales se puso en marcha muy
rápidamente, con Amazon controlando el mercado, lo que les dio el poder de
introducir condiciones y prácticas desfavorables posteriormente. Su catálogo
consta de más de 800.000 títulos, de los cuales unos 3.000 son producciones
creadas específicamente para formato de audio y no basadas en libros impresos o
digitales previos (shre.ink/obte).
Audible inició de forma seductora ofreciendo a los
autores el 40% de regalías siempre y cuando publicaran exclusivamente sus
audiolibros en dicha plataforma. Pero el dulce se fue amargando con el correr del
tiempo. Después de 2014 Audible modificó sus cláusulas, introdujo unas restrictivas;
teóricamente mantiene a los proveedores atados mediante su estructura de
regalías acompañadas de un requisito draconiano de que los libros permanezcan
en la plataforma durante al menos siete años y el compromiso de que quien
publica en dicha plataforma se abstendrá de litigios y demandas colectivas. Sin
embargo, la falta de transparencia y en la manera nada pulcra con la cual
Amazon opera sus plataformas derivó que a fines de 2020, la Alliance
Independent Authors (AIA) denunciara un error en los informes de regalías que
mostraba deducciones masivas por devoluciones de títulos.
En enero de 2021 la Authors Guild hizo una declaración
en donde señala que desde octubre de 2020 se dio una falta de transparencia en
los informes de la plataforma ACX (Intercambio de Creación de Audiolibros)/Audible,
que se tradujo que entre 2024-2025 se presentara una demanda de autores
independientes que acusaron a Amazon/Audible de prácticas monopolísticas en el
mercado de audiolibros; además, la AIA hizo público que entre septiembre y
octubre de 2020 se detectaron devoluciones de manera masiva de audiolibros que se
presentaron en un solo día, de manera que se devolvían títulos adquiridos
varios meses atrás y, por consiguiente, repercutía en las regalías a los
autores.
Todo eso se derivó de que Audible prometió a sus
clientes que podían devolver todos los libros que quisieran, incluso si los
habían disfrutado, lo que fue resultado que Amazon/Audible sin previo aviso a
los autores amplió el periodo de devolución de un audiolibro, que pasó de 90
días a 365 desde el momento de la compra, lo cual dio paso a que títulos
vendidos varios meses atrás fueran devueltos y reembolsados, dañando a los
autores. Para los escritores afectados eso fue una estafa, pero también afectó
a narradores que trabajaron con autores de libros con base en el reparto de
regalías. Audible creó esa política de devoluciones para retener a sus clientes
y mantener a la competencia fuera del mercado, y con eso obligó a los más
débiles de ese sistema, autores y creadores, a subvencionarla. Sin duda que eso
fue benéfico para los consumidores y para Audible, pero desastroso para los
escritores y narradores independientes. No se podría pedir un mejor ejemplo de
cómo la prueba del «bienestar del consumidor» —la idea de que solo se combate a
los monopolios cuando los consumidores sufren como resultado de sus acciones—
convierte al público artístico en cómplice de programas que destruyen la vida
de los trabajadores creativos.
Todavía Amazon paga a los autores el 70% de los ingresos
de ventas de los libros autopublicados: mucho más de lo que su filial Audible
paga por los audiolibros autopublicados. Pero cobrar y tener informes
pormenorizados sobre el comportamiento de ventas no es fácil, para los autores requiere
apoyo profesional. Pero esa generosa distribución de regalías de Amazon no está
motivada por afanes altruistas. Más bien, está diseñada para debilitar a las
editoriales mediante la creación de un mercado alternativo que las excluye por
completo. Pero este es solo un ejemplo del atropello de estos gigantes a
autores y creadores.
@tulios41
Publicado en La Jornada Morelos




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