Desde
su lanzamiento en 2016, TikTok creció como espuma, su propuesta de videos
cortos de inmediato causó furor entre los jóvenes, al grado que a pesar de que
hoy tiene una buena porción de usuarios arriba de 44 años, son las personas que
oscilan entre 18-34 años quienes ocupan casi el 67% de la demografía de esa
plataforma. Actualmente TikTok tiene más de 1.590 millones de usuarios. Los
cinco principales países en millones de usuarios son: Estados Unidos (170), Indonesia
(108) Brasil (91.7), México (85.4) y Pakistán (66.9).
En
2018 estuvo disponible TikTok en Estados Unidos, pero dos años después ya tenía
sus primeras escaramuzas con el gobierno de Donald Trump, las cuales continuaron
con la administración Biden y han dado paso, en fechas recientes, —después
de amagues de cierre y del fin de operaciones de esa plataforma en Estados
Unidos—, a su venta forzada; la plataforma, pasará a ser gestionada por un
conjunto de empresas mayoritariamente estadounidenses.
La
firma de la orden ejecutiva presidencial del 25 de septiembre marca un punto de
inflexión en la historia de las plataformas digitales globales. Con esa
decisión, el presidente Donald Trump autorizó la venta de las operaciones
estadounidenses de TikTok a un consorcio de inversores nacionales, delineando
así un nuevo capítulo en las tensiones entre Estados Unidos y China. Lo que
resulta particularmente revelador en esta operación es la discrepancia entre
las valoraciones financieras. Mientras que anteriormente TikTok en el mercado
estadounidense se tasaba en aproximadamente 40 mil millones de dólares, la
transacción actual estima su valor en 14 mil millones (shre.ink/ST3Q). Esta
reducción sustancial invita a reflexionar sobre los factores políticos y regulatorios
que pueden reconfigurar drásticamente el valor percibido de un activo digital.
Para contextualizar esas cifras, conviene considerar que ByteDance, la
corporación matriz, mantiene una valoración superior a los 330 mil millones de
dólares, en tanto que TikTok por sí solo alcanza los 100 mil millones a nivel
global.
El
cronograma establecido para consumar esta transacción se extiende hasta la
última semana de enero de 2026. Una vez finiquitada la operación, emergerá una
entidad corporativa independiente que asumirá el control integral de las
operaciones de TikTok en territorio estadounidense: desde la administración de
datos de usuarios hasta la gestión del contenido y el desarrollo del software local. La estructura de
gobernanza prevista contempla un consejo directivo de siete miembros, con una
composición que garantiza la hegemonía estadounidense mediante seis
representantes de ese país frente a un único delegado de ByteDance. Esta
configuración no es casual, constituye el mecanismo mediante el cual se asegura
que el rumbo estratégico de TikTok en Estados Unidos responda a intereses y
prioridades locales, para consolidar una soberanía digital que trasciende la
mera propiedad accionaria.
Esta
operación constituye un síntoma elocuente de la actual deriva proteccionista de
la política comercial estadounidense. Lo que presenciamos no es un caso
aislado, sino la consolidación de un patrón sistemático: un cerco regulatorio
que limita progresivamente el avance de las corporaciones tecnológicas chinas
en el mercado estadounidense. El caso de TikTok funciona como señal de alerta
para otras compañías de ese titán asiático, anunciando que sus aspiraciones de
expansión enfrentarán un escrutinio regulatorio cada vez más exhaustivo y
barreras de entrada progresivamente más infranqueables. Empresas emblemáticas
como Huawei, Tencent y Alibaba han experimentado restricciones análogas. Lo que
distingue al momento actual, es la sistematización de estas medidas en un marco
más amplio de confrontación estratégica. Esto desemboca en una espiral de
represalias recíprocas: las firmas estadounidenses que operan en China
enfrentan obstáculos equivalentes. Esto evidencia que vivimos una fragmentación
del ecosistema tecnológico global.
Algunos
analistas han interpretado este movimiento como un acuerdo tácito entre Trump y
Xi Jinping para dividirse la demografía de TikTok en esferas geopolíticas
diferenciadas. Sin embargo, esta lectura simplifica una realidad más cruda: lo
que Estados Unidos no logra contener mediante la innovación, lo neutraliza a
través de medidas discrecionales que clausuran mercados y cancelan operaciones
de firmas chinas bajo el amparo de la seguridad nacional, mientras
simultáneamente blinda a sus propias corporaciones. Esta estrategia se extiende
más allá de su territorio; Estados Unidos instrumentaliza su posición dominante
en tratados comerciales —como el T-MEC con México y Canadá— para erigir
barreras indirectas contra productos chinos.
Recordemos el paradigmático affaire de Huawei. En 2019, Trump prohibió la comercialización de dispositivos de esa compañía argumentando riesgos de espionaje de Huawei a favor de China. Pero el trasfondo era innegable: Huawei lideraba la tecnología 5G, ocupaba el segundo lugar mundial en fabricación de smartphones y competía directamente en el segmento premium de Apple, al que incluso había desplazado del mercado chino. La prohibición hizo que Google vetara el uso de Android en equipos Huawei, erosionando su atractivo en mercados internacionales. Esa intervención regulatoria, presentada como defensa de la seguridad nacional, en la práctica fue un mecanismo que benefició a Apple en los mercados donde Huawei tenía su mayor expansión fuera de China.
No olvidemos que las plataformas chinas encabezan actualmente la innovación digital al integrar entretenimiento, comercio electrónico y servicios múltiples en las llamadas superapps. WeChat inauguró este modelo en 2011, fusionando mensajería, pagos digitales y trámites diversos, mientras TikTok avanza por ese camino donde las empresas estadounidenses han fracasado repetidamente.
El caso TikTok —junto al de Huawei— evidencia que la competencia trasciende lo empresarial para convertirse en un choque entre modelos de desarrollo tecnológico. Estados Unidos busca preservar el dominio de sus corporaciones (Apple, Google, Microsoft) e impedir que China alcance autonomía en semiconductores, 5G e inteligencia artificial. Esa geopolítica condensa las tensiones entre ambas potencias en materia tecnológica y de seguridad nacional, aunque resulta paradójico que los Murdoch —propietarios de Fox News, célebres por el espionaje ilegal— participen en la futura gestión del TikTok estadounidense.
Este diferendo expresa, en última instancia, la balcanización que vive el ciberespacio y donde los Estados moldean cada vez más el acceso a contenidos e información. Pero el futuro de TikTok permanece incierto: China insiste en retener el control del algoritmo de recomendación, por lo que no es improbable la negociación de una licencia en lugar de una transferencia completa a la entidad estadounidense, ya que eso forma parte de la modulación en el acceso a los contenidos.
@tulios41
Publicado en La Jornada Morelos




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