Se dice que en los tiempos que corren es la ética empresarial la que guía el accionar de las empresas, que a través de su arquitectura normativa establecen las conductas sobre su operación en cualquier mercado donde participa. Incluso este accionar se esperaría que fuera mucho más consistente en las empresas transnacionales dedicadas al tratamiento de la información, como es el caso de los gigantes de internet.
No obstante, en los hechos ese aspecto se presenta de manera desigual en las firmas de las nuevas tecnologías, ya que han demostrado que los principios y criterios con los cuales se rigen son tan laxos que los aplican de acuerdo a la región en donde operan. Eso lo vemos claramente con la actitud de Facebook de invertir nuevamente en China.
Como se sabe, Facebook tuvo un paso efímero en esa nación, ya que las autoridades le cerraron la llave en 2009, cuando se dieron los disturbios en la provincia occidental de Xinjiang, que causaron numerosos muertos. La agitación social se atribuyó a las redes sociales y le atrancaron las puertas. También corrió la misma suerte en ese año Twitter, e incluso otra empresa de Zuckerberg, Instagram, fue prohibida en el 2014.
A pesar de ello, Facebook ha señalado su interés de regresar por sus fueros a esa nación. Desde hace algunas semanas se viene diciendo que dicha red social quiere retornar a ese país y, para no tener objeciones, ha desarrollado un software que suprime las publicaciones que aparecen en la página de inicio de los usuarios. Lo destacado es que para lavarse las manos y evitar suspicacias o equívocos no será Facebook quien elimine los contenidos, sino las autoridades encargadas de monitorear lo posteado.
El mercado chino es muy apetitoso para los titanes de la red, no solo porque existen más de 700 millones de chinos enchufados al ciberespacio, sino porque es una zona con un comercio electrónico boyante. Todas las empresas que en otros momentos han operado en China (Google, Yahoo o Microsoft), han debido plegarse a la censura imperante. Todas aceptan censurar con mayor o menor escrúpulo y la ponen en práctica con más o menos rigor.
Incluso lo reconocen abiertamente. Google, por ejemplo, señaló en enero de 2006: “(…) con el lanzamiento de Google.cn, nuestro sitio web para la República Popular de China, hemos acordado eliminar determinada información sensible de nuestros resultados de búsqueda. Sabemos que mucha gente está molesta por esta decisión (…). Esto no fue una elección fácil, pero al final creemos que el curso de acción que hemos elegido resultará ser el correcto”.
Todas esas firmas son bipolares: en unas naciones, en donde existe libertad de expresión, rechazan censurar contenidos. Pero en otras, en donde las autoridades les ponen taxativas para operar, aceptan sus condiciones. Ejemplo de ello son Pakistán, Rusia y Turquía, en donde cumplen con los requisitos gubernamentales de bloquear cierto contenido después de su publicación.
Pero Facebook no la tiene fácil: competirá con WeChat y Weibo, dos redes sociales muy populares en China, que cuentan con cientos de millones de usuarios. Recordemos que después de plegarse a la censura china, el motor de búsqueda de Google no cuajó, alcanzó una baja cuota del mercado comparado con Baidu, el buscador nativo y dominante en esa nación, por ello al último hizo una salida “honrosa” diciendo que se retiraba de ese mercado por la censura existente.
Los objetivos de Facebook son superar el estancamiento en que ha caído en el mercado occidental, ganar una cuota significativa de usuarios chinos y ver si puede hacer lo que sus competidores en otras áreas no han sido capaces de realizar: quitarle algunas cuotas significativas del mercado a las empresas chinas.
El problema es que plegarse a la censura china puede ocasionarle daños a su imagen. La otra cuestión es que Facebook podría complicar más la actividad de los opositores al régimen y facilitar el trabajo de los censores. Pero al final no sería raro, si es que Facebook termina por operar en China, que le pase lo mismo que en el pasado: retirarse de ese país en unos cuantos años.
Artículo publicado en El Universal de Querétaro.
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