Hoy se dice que para leer y/o comprender lo social es necesario partir de su magma, los individuos, quienes a través de sus relatos personales o historias de vida permiten captar cómo se construye y reconstruye lo social, son el termómetro de los procesos sociales. Eso ha sido el sustento teórico de diversas disciplinas de las ciencias sociales (antropología, sociología, comunicación o ciencia política) para acudir desenfrenadamente a darles voz a todos los ciudadanos para sacarlos de su anonimato, al grado de que incluso algunos investigadores no dudan en valorar una historia de vida como más importante que la misma teoría. Pero este desenfreno por dibujar la intimidad tiene más de una década de explorarse de manera explosiva en internet y que es motivo de estudio de Paula Sibilia (La intimidad como espectáculo, FCE).
Para Sibilia, cuando en 2006 la revista Time decidió que todos los individuos, cualquier ser humano, eran la personalidad del año, estaba no sólo dando por hecho el efecto que las nuevas tecnologías tienen en la vida diaria, sino que también se asumía la era de la megalomanía que caracteriza a los tiempos que corren. Con este reconocimiento la publicación estadunidense establecía que cualquier persona a través del uso de blogs, redes sociales o sitios como YouTube eran capaces de modificar el terreno del comercio, la política o el arte.
Pero la autora toma distancia de esto al señalar que esta tendencia megalomaniaca en realidad es una glorificación de la estulticia que envuelve a las multitudes, que los individuos no es que hayan dejado de ser narrados y se tornaran en narradores, sino que dichas cuestiones manifiestan el declive del broadcast que caracteriza a los medios convencionales de comunicación y el auge del egocast, propio de las nuevas tecnologías, y en donde lo que cuenta es la exposición de cómo se es percibido por los otros.
El libro, como se puede ver en lo ya expresado, tiene como tema central la construcción de la subjetividad generada por las nuevas tecnologías, la cual a diferencia de la del pasado es frágil, elástica y volátil. Para la autora este tipo de subjetividad va de la mano del mercado al fomentar una egoeconomía que conlleva la articulación de consumos diferenciadores.
Pero tal vez lo más interesante es que Sibilia sostiene es que todas esas prácticas confesionales, toda esa gama de relatos de vida que pululan en internet, en donde los usuarios se desnudan por completo e incluso ornamentan con falsedades, no sólo habla de una redefinición de lo público y lo privado, sino que reflejan una mutación de la subjetividad, que sacude estruendosamente los cimientos del yo tradicional, el que se gestó con la modernidad y se extendió hasta gran parte del siglo pasado, en donde éste deja de ser privado para convertirse en público.
Publicado en el diario Milenio
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