
Seguramente la pornografía no es como dice Larry Flynt, el editor de la revista para adultos Hustler, un asunto de prioridad nacional para Estados Unidos, porque ella es el sucedáneo necesario que necesita dicha nación para salir de la crisis; pero no podemos soslayar que por más cuestionamientos o posturas incendiarias que algunos usuarios tengan contra la industria pornográfica, no cabe duda de que sin su presencia en la red el ciberespacio sería algo completamente diferente.
No podemos olvidar que ha sido una industria innovadora, que en algunos momentos no dudó en hacer cuantiosas inversiones en investigación tecnológica para colocar su mercancía, lo que terminó por impactar en el desarrollo de la red en su conjunto. Vale la pena recordar que las hoy odiadas pop-ups fueron un producto que crearon las empresas porno para promocionar sus productos e incluso se convirtieron en un dolor de cabeza cuando alguien exploraba un sitio con tales contenidos, lo que llevó a que se generaran utilerías para frenar su crecimiento. No obstante, durante la década pasada fueron alabadas como uno de los grandes aportes para el desarrollo del comercio electrónico.
Los sitios porno se adelantaron bastante en la transmisión de contenidos en vivo, de suerte que antes de que surgieran sitios tan laureados como YouTube las páginas porno se habían atrevido a ponerlo en práctica e incluso a generar abundantes clips o animaciones con archivos de imágenes JPG y fueron pioneras al explorar con los formatos MPG.
Pero tal vez el mayor aporte de la industria pornográfica estuvo en generar nuevas audiencias entre un sector de las mismas féminas, curiosamente a pesar de su pedestre y minimalista representación de la sexualidad, quienes vieron a muchos de esos materiales como instrumentos pedagógicos para alcanzar el placer. Quién sabe cuánto de ese material erótico-pornográfico que pulula en la red ha mejorado realmente la vida sexual de mujeres y hombres, pero es una realidad que tales materiales no viven sus mejores momentos y, es probable, que muchos sitios dedicados a la venta de contenidos pornográficos perezcan en el mediano plazo.
Publicado en Milenio.
No podemos olvidar que ha sido una industria innovadora, que en algunos momentos no dudó en hacer cuantiosas inversiones en investigación tecnológica para colocar su mercancía, lo que terminó por impactar en el desarrollo de la red en su conjunto. Vale la pena recordar que las hoy odiadas pop-ups fueron un producto que crearon las empresas porno para promocionar sus productos e incluso se convirtieron en un dolor de cabeza cuando alguien exploraba un sitio con tales contenidos, lo que llevó a que se generaran utilerías para frenar su crecimiento. No obstante, durante la década pasada fueron alabadas como uno de los grandes aportes para el desarrollo del comercio electrónico.
Los sitios porno se adelantaron bastante en la transmisión de contenidos en vivo, de suerte que antes de que surgieran sitios tan laureados como YouTube las páginas porno se habían atrevido a ponerlo en práctica e incluso a generar abundantes clips o animaciones con archivos de imágenes JPG y fueron pioneras al explorar con los formatos MPG.
Pero tal vez el mayor aporte de la industria pornográfica estuvo en generar nuevas audiencias entre un sector de las mismas féminas, curiosamente a pesar de su pedestre y minimalista representación de la sexualidad, quienes vieron a muchos de esos materiales como instrumentos pedagógicos para alcanzar el placer. Quién sabe cuánto de ese material erótico-pornográfico que pulula en la red ha mejorado realmente la vida sexual de mujeres y hombres, pero es una realidad que tales materiales no viven sus mejores momentos y, es probable, que muchos sitios dedicados a la venta de contenidos pornográficos perezcan en el mediano plazo.
Publicado en Milenio.
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