Ya un sector mayoritario de la contracultura de los años sesenta había indicado que la industrialización se caracterizaba por la impaciencia y que era una desenfrenada devota de la velocidad. Por eso dentro de la cruzada hippie se establecieron una serie de rutinas que caminaban en sentido contrario al culto a la aceleración del tiempo, que para ellos no sólo resultaba de las filosofías de la productividad, sino que también trastrocaba otros terrenos como el culinario.
Como dice Larry Dossey en su Tiempo, espacio y medicina, la fascinación por la premura ha desembocado en una veneración exacerbada por la velocidad, que ha repercutido en la misma práctica médica y en las experiencias gastronómicas. La tendencia a oponerse a la velocidad en los hábitos de comer sigue presente y los resabios contraculturales resuenan en eso.
La comida lenta
Uno de los sectores que se opone a esto, y que está de moda, es la comida lenta, promovida por la SF (Slow food, www.slowfood.com), una asociación internacional interesada en frenar el avance de la fast food y la vida rápida que priva en la sociedad moderna. Uno de los mejores medios que ha encontrado este movimiento para difundirse es la red, en donde no sólo se asientan los diversos capítulos de esta cruzada desperdigados a lo largo del planeta, sino también desfilan jubilosos y orgullosos muchos de sus miembros que se declaran disciplinados soldados enemigos de las papas fritas, los hot-dogs, las hamburguesas, la coca-cola y demás porquerías que conforman el carnaval de la comida rápida.
La SF es un símbolo de lucha contra la globalización y la estandarización culinaria, que gana adeptos precisamente porque embona por un lado con los preceptos multiculturales y por el otro con quienes luchan por una comida sana. De allí que su nacimiento, que se dio en diciembre de 1986, fuera resultado de la oposición a la instalación del primer McDonalds en la Piazza Spagna de Roma.
Revestido de una cruzada a favor de la dignidad culinaria y de la protección de la biodiversidad, la SF no sólo recomienda la lentitud como método de preparación culinaria, sino también como fórmula para saborear y disfrutar la misma existencia. Por eso la SF predica que tanto la preparación de los platillos como su consumo se hagan en la mayor calma posible, para degustar no sólo el proceso gastronómico como tal, sino para mejorar la calidad de los alimentos y gozar su consumo.
La paradoja es que la SF ha terminado por abrir un nicho de mercado, haciendo que surjan a lo largo del planeta muchas empresas gastronómicas dedicadas a preparar alimentos de acuerdo a tales criterios, pero por su costo sólo están al alcance de un sector pequeño, como sucede en nuestro entorno con la cocina prehispánica. Además, el consumo de comida lenta en vez de ser algo estrictamente gastronómico o que beneficia a la salud, se ha convertido en un factor de distinción. En esto volvemos a ver que ese fervor por la lentitud. que emana de la contracultura de fines de los años sesenta del siglo pasado, sólo sirve de nutrimento a la misma industria y se torna, precisamente, en un pilar básico para aceitar al sistema, al que supuestamente combate, y por eso hoy algunas grandes transnacionales son partidarias de la SF porque potencia el rendimiento laboral de sus empleados.
Publicado en diario Milenio, 6 de noviembre 2005.
El fervor por la comida lenta
miércoles, 16 de noviembre de 2005
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