La IA entre el entusiasmo y la crítica

viernes, 14 de marzo de 2025

 

La constelación de inteligencias artificiales (IAs) se ha ampliado. Las propuestas se acumulan: Mistral, Open AI y su o3-mini, Gemini, Grok 3, Qwen, Perplexity o Claude 3.7 Sonnet. También están las que se conocen poco como Hunyuan Turbo S, de Tencent, lanzada recientemente en China. Esto son ejemplos de una tecnología que cada semana lanza nuevas ofertas. Aunque hoy ganan terreno los modelos de código abierto, lo que termina por generar una propuesta desbocada de más IAs. Ya vienen las IAs latinoamericanas para el mes de mayo que ampliarán el abanico de ofertas.

Con tantas IAs de procesamiento de lenguaje natural que se lanzan, eso ya no es tan espectacular y parece que dicha tecnología se ha vuelto una especie de comoditie; cada corto lapso se acumulan ofertas y al paso que vamos se empieza a matar la sorpresa; en la tecnología el interés lo genera lo que impresiona, cuando se instaura la novedad por la novedad el entusiasmo decae. No olvidemos que en la IA, también, el problema está en que la novedad de lo mismo es vista como sinónimo de permanencia, de anquilosamiento.

Además, muchas suenan bien o se difunden con grandes virtudes pero terminan siendo más ruido. Eso experimentamos recientemente con Grok 3, que al principio nos impresionó por el procesamiento ante determinadas preguntas, pero su trabajo de procesamiento de datos al final no se tradujo en resultados sustanciales o mucho mejores respecto de otras IAs como DeepSeek o Gemini, por ejemplo. En este caso, como sucede con muchas tecnologías, se usan pero las respuestas y resultados que ofrece no son suficientes como para que uno termine pagando la membresía SuperGrok.

Cuando Bill Gates refiere a que «La gente tiende a sobreestimar lo que puede hacer en un año y subestimar lo que puede hacer en diez años», está describiendo lo que sucede hoy con la IA, ya que toda la grandilocuencia que ahora vemos en propuestas, análisis y reflexiones se centra en lo que está siendo el presente de la IA. Pero también, es verdad, que poco sirve tratar de ver demasiado lejos y pavimentar de referencias éticas y hasta morales este terreno: las nuevas mentes que se incorporarán en la creación tecnológica como la IA la van a moldear con base en lo que demande su entorno, por sus necesidades y preferencias. Además, es difícil dibujar el devenir porque desde donde estamos parados parece que quedaremos a merced de la inercia producida por unas cuantas empresas multinacionales, de unas cuantas IAs, dirigidas por personas que hoy son unos infantes y que tendrán en su mano diseñar el mundo del mañana sin haber conocido el mundo pasado y sin interés en hurgar en la historia.

Para varios, es onanismo centrarse en el tema de la inteligencia, cuando se considera que las IAs carecen de ella. Otros por su parte refieren que sí la tienen, incluso consideran que CHAT-GPT, Meta Ai, Perplexity o Deep Seek sí tienen inteligencia, incluso refieren que bien se les puede calificar de que son las primeras IAs de propósito general. Para nadie es un secreto que comparada con un humano las IAs actuales tienen severas limitaciones, por algo se les da el mote de débiles, pero no pasemos por alto que en muchos terrenos son mucho más competentes que cualquier persona —que son a quienes etiquetamos de contar con inteligencia general o robusta—. Pero no pasemos de largo en equiparar la experiencia de una IA a la de un humano como inconmensurables, ya que en las «mentes» de silicio hay rasgos inteligentes. Para los que gustan de ver el presente con los ojos de Sófocles, esto puede parecerles una tragedia.

Por supuesto que nuestras IAs son incompetentes, confunden cosas, dan respuestas desacertadas, pero tampoco es que los humanos sean un dechado de competencias y destrezas mentales: Hay incompetentes que dirigen un país, como el más poderoso del orbe, que confunden las cuestiones de transgénero con los transgénicos. Sin olvidar que hay humanos que dicen tantas barbaridades, ante los cuales palidecen las IA en cuanto a desatinos expresados.

Por un lado se quiere que nuestras herramientas cognitivas artificiales no alcancen la competencia de la de los humanos, y cuando tienen traspies las cuestionamos o nos mofamos de ellas, y pasamos por alto que humanos supuestamente que su materia es el campo intelectual también fallan en sus estimaciones.

No se trata de ver quien tiene la superioridad moral, como por ejemplo decir que la IA es pura matemática y carece de biología. Apoyémonos mejor en el test de Turing, que se considera la manera de saber si una máquina es inteligente o no: si una persona interacciona con dos personas, en donde una es una máquina, y no encuentra diferencia en las respuestas que ambos le dan, entonces la máquina pasa el test de inteligencia. Siendo sinceros una IA basada en el procesamiento de lenguaje natural —que también reciben el nombre de IAs generales de nivel 1— permite entender y generar texto de manera similar a como lo haría un ser humano, incluso una persona que no supiera que está ante una máquina/software con este tipo de procesamiento de lenguaje natural podría mantener una interacción con ella y no percatarse que está dialogando con una máquina.

Pedimos demasiado y la verdad es que con poco es suficiente para saber si una IA razona. Descartes señalaba que para evidenciar una prueba de inteligencia solo era suficiente con que se tuviera capacidad de mantener una conversación. Pero ahora parece, como dice Fenollosa, que como una máquina lo hace, entonces se le pide que haga mucho más que eso, se le demanda capacidad de soñar o incluso como dice Roger Bartra en su libro Robots y chamanes: la IA será factible cuando experimente algo similar al efecto placebo en los humanos. Lo que demanda Bartra es que la IA existirá cuando tenga una dimensión subjetiva y emocional como la tienen los humanos. En otras palabras, Bartra señala que la verdadera IA no se limitaría a la imitación de procesos cognitivos, sino que requeriría una dimensión emocional y subjetiva que hoy parece exclusiva de los seres humanos. Menuda manera de esquivar lo que ya acontece con la IA en este momento. El hecho de que se entrene con enormes cantidades de datos para entender cómo funcionan las frases o los argumentos y para contextualizar hechos sobre el mundo no significa que solo se dedique a copiar y pegar cosas o crear meros collages. Estamos desde la aparición en 2017 del transformador —de lo que hablaremos en otra oportunidad— frente a algo fundamentalmente nuevo que no se había experimentado anteriormente. La IA evidencia hoy capacidad de razonamiento, genera cosas que a veces nadie espera y proporciona contenidos nuevos. Y eso es lo interesante. 

Pero eso no impide cuestionar que hay una fatiga de IAs, lo que preludia probablemente una estratificación del mercado en donde varias funcionarían como una especie de commodities, pernoctarán en el limbo del olvido o la intrascendencia, mientras que habría algunas soluciones más avanzadas, sofisticadas, especializadas que podrían tener un valor mayor. En todo caso, este campo, al final, será un terreno para unos cuantos jugadores.

Publicado en La Jornada Morelos

Las batallas por la inteligencia artificial

viernes, 14 de marzo de 2025

 

La independencia editorial es un principio fundamental en el periodismo y la comunicación, que establece que los contenidos sean imparciales y no estén influenciados por intereses externos. Este criterio también aplica a las grandes empresas tecnológicas de comunicación. Sin embargo, las Big Tech (BT) a menudo muestran sesgos y falta de independencia, que ante todo privilegian su modelo de negocio, por lo que no extraña que actualmente se acoplen dócilmente a las políticas conservadoras y autoritarias de Donald Trump.

La relación de las BT con tendencias autoritarias no es un fenómeno de ahora, aunque los sucesos recientes advierten de una aceleración en el uso de herramientas tecnológicas para impulsar agendas políticas con rasgos prácticamente fascistas. Ninguna decisión puede entenderse fuera de su contexto, y tanto los cambios anunciados por Meta en la moderación de contenidos como la creciente influencia de figuras como Elon Musk en los círculos de poder, reflejan la alianza cada vez más estrecha entre los entes público y privado.

Hoy la BT tienen una influencia en el gobierno estadunidense como nunca la habían tenido. La concentración de la producción tecnológica y el manejo de la información en espacios digitales ha dado a esas empresas un poder que supera al de muchos Estados. Desde cambios en la moderación de contenidos en sus plataformas, hasta donaciones millonarias a la campaña presidencial de Donald Trump en Estados Unidos, las BT pasaron de influenciar el ámbito político a formar parte del Estado. Elon Musk se ha convertido en un aliado clave de Trump: desde que fue designado para dirigir el Departamento de Eficiencia Gubernamental (Doge), su influencia se ha ido incrementando a pasos agigantados y parece ser el verdadero vicepresidente de esa nación. Posición que ocupa no solo por haber aportado más de 250 millones de dólares a la campaña presidencial republicana, sino porque está a tono con la misma fiebre autoritaria que Trump cultiva. Al mismo tiempo, Musk ha colocado en los puestos más altos de la oficina de Administración de Personal a gente de su confianza dentro de la industria tecnológica, que provienen de las empresas que él dirige.

Sobre las inclinaciones de Musk para dividir y polarizar un estudio reciente sobre la plataforma X de Daniel Hickey, de la Universidad de California en Berkeley, señala que el número promedio de publicaciones que contenían discurso de odio pasó de 2.179 semanales previo a la compra a 3.246 después, lo que implica un incremento del 50%. Esto evidencia que Twitter no era un páramo de tolerancia de cultivo de la alteridad, pero con Musk los ataques, difamaciones, narrativas de odio se multiplicaron y son parte de la nueva normalidad democrática que se vive en Estados Unidos.

En lo referente a la inteligencia artificial (IA) el modelo de Estados Unidos no embona con el de otras naciones, tal como se vio recientemente en la Cumbre Internacional de París por la IA, en donde se dio un choque ideológico entre Estados Unidos y Europa respecto a cómo debe abordarse la regulación de la IA. Mientras que la UE aboga por un enfoque más regulado y con dosis éticas, de intervención y regulación estatal, Estados Unidos rechaza esas ideas, se decanta por un modelo que priorice la innovación y el desarrollo sin restricciones severas.

Estados Unidos es partidario de un enfoque más liberal en la IA, pero es algo engañoso porque las política liberales impulsadas en el pasado no impidieron establecer mecanismos regulatorios en determinados terrenos. En la propuesta estadounidense destaca una postura ambigua: por un lado, se quiere ser liberal a ultranza en la IA, pero no se ve ningún problema en imponer aranceles a la exportación de mercancías de diversos países hacia Estados Unidos. Lo cierto, es que para Estados Unidos prevalece una postura que considera que la única manera de competir con China es evitar taxativas que frenen el despliegue y desarrollo de la IA. Pero, además, Estados Unidos quiere asegurar con su arrogancia característica —y más con un silvestre como Donald Trump que de IA solo conoce la palabra— que las normas técnicas estadounidenses sean consideradas como el estándar mundial, rechazando cualquier forma de regulación que considere perjudicial para el crecimiento del sector.

La administración Trump prioriza el desarrollo de sistemas de IA que carezcan de «sesgos ideológicos» y «agendas sociales manipuladas» con el fin de mantener el liderazgo de Estados Unidos en el campo de la IA. No obstante, aparte de estas declaraciones generales, no se han presentado estrategias específicas para lograr este objetivo. Hasta el momento, la única acción concreta ha sido la revocación de las regulaciones de IA establecidas por la administración Biden.

Como sea, lo que sí es claro es que en la carrera de la IA Silicon Valley ya no viaja sola en la autopista; en este momento los novedosos y revolucionarios sistemas Deep Learning de modelos de lenguaje grandes (LLM), estilo Chat GPT, se han vuelto un comoditie, algo que en buena medida se debe a los chinos, y que no preludia de ninguna manera que Estados Unidos será quien domine el sector. Sin embargo, más allá de enfoques lo cierto es que la IA sigue completamente desvinculada de problemas estructurales como el racismo, la pobreza, la discriminación, la inequidad y un extenso listado de problemas fruto de la desigualdad social. Algunos de estos temas, al menos, son motivo de preocupación de las naciones europeas, que propone un modelo de IA con regulación pero que respete la privacidad y la libertad de expresión, algo que el modelo chino aborrece y en donde todo contenido digital debe estar disponible para la consulta de las fuerzas de seguridad y policía chinas.

Pero no nos vayamos con la finta de que la orientación de las políticas de la administración Trump en IA, son una política libertaria al estar a favor de la libertad de expresión, ya que son copia fiel de las propuestas de Elon Musk. Eso quedó evidenciado con la intervención del vicepresidente Vance en la Cumbre Internacional de París por la IA, en donde el contenido de su discurso fue un calco de lo que Musk vocifera: prácticamente cero regulaciones exigibles en materia de seguridad, transparencia o responsabilidad en el desarrollo de sistemas de IA; pero eso si maximalista en cuanto se refiere a dividendos comerciales en materia internacional y subvenciones estatales para las BT. Desde esta perspectiva, cualquier intento regulatorio de otros países puede que sea visto automáticamente como una amenaza.

Hoy la batalla por la IA parece claramente perfilada con tres modelos que son el europeo, el estadounidense y el chino. De hecho, Estados Unidos impulsó su plan Stargate con una inversión de hasta 500 mil millones de dólares y que pronto le cayó como cubeta de agua fría el lanzamiento de DeepSeek. En el caso de Europa durante la Cumbre Internacional de París por la IA se habló de una inversión superior a 200 mil millones de dólares. En ambos casos no hay claridad de dónde provendrán los dineros. En el caso de China se sabe que su proyecto de IA está respaldado con 600 mil millones de dólares, que no hay duda provendrán del sector público. Pero en todo caso, es claro que los modelos de IA generativa basados en LLM ya dejaron de sorprender, todos tienden a emularse y los nuevos derroteros están en nuevos entornos.

Pero a ver si es cierto que estos fundamentalistas de la libertad de expresión como Trump, Musk, Vance y compañía quieren aplicar los mismos criterios a la ingeniería genética, eliminar las limitaciones en la transferencia masiva de genes. A ver si estos radicales de la libertad de expresión acaban con esas limitaciones, proponen hacer a un lado las moratorias y los criterios éticos y morales sobre este tipo de ediciones genéticas y dar luz verde a prácticas que puedan llevar al «diseño de infantes». Ya veremos si duermen como roncan.

Lo que si queda claro es que Estados Unidos se ha enfrascado en una defensa a ultranza de sus BT, que desea propulsarlos como sus instrumentos ideológicos, de soft power, reduciendo la hegemonía del planeta a una batalla de aranceles y tecnología de punta. Para quienes dicen que Trump impulsa un nuevo Plan Marshall, se equivocan ya que dicho plan buscaba reconstruir y cooperar, las políticas de Trump en cambio se centran en destruir, en proteger los intereses económicos de Estados Unidos y de sus BT y evitar depender de otros países regresando al made in USA.

Pero algo parece claro: los vientos que soplarán en el futuro en el campo de las nuevas tecnologías no será nada halagüeño. Lo cierto es que todo lo que suceda en el campo de las nuevas tecnologías, con los ideólogos incendiarios que enarbolan la plena libertad de expresión, es la expresión de que la democracia después de avanzar durante décadas ahora se encuentra en una verdadera recesión, con varias naciones retrocediendo, con el ascenso de políticos populistas autoritarios de derecha e izquierda. El fenómeno de «la democracia antiliberal», como dice Zakaria, se ha convertido en una industria en auge.

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Perturbaciones y estridencias

viernes, 14 de marzo de 2025

 

No importa el calificativo que se quiera usar, lo cierto es que Elon Musk ocupa el lugar principal dentro de la administración Trump, al grado que desde un supuesto y «oscuro» departamento de eficiencia gubernamental (Doge) ha terminado por desplazar a prácticamente todo el gabinete de Trump, se ha apoderado de buena parte de los resortes internos de gobierno en nombre precisamente del Ejecutivo. Su bandera son los supuestos ahorros, por lo que emprende su cruzada de manera prepotente y estridente, a un ritmo donde priva una escandaloso espectáculo tecno.

Trump gusta, también, de esos shows que monta todos los días —como una receta que aplica todo populista autoritario—, para dominar la agenda noticiosa diciendo cada día barbaridades, saltando de un tema a otro, de manera que apenas se intenta analizar una medida cuando ya lanzó otras dos locuras y ocurrencias que despedazan cualquier intento reflexivo y mesurado de evaluar lo que apenas acaba de decir o dijo ayer.

Los críticos dicen que la oposición es inexistente, que los demócratas han sido avasallados, pero que mucho suena a lo que hemos vivido en México. No se sabe si realmente la oposición ha sido borrada, o si los populistas actúan de manera arbitraria y antidemocrática siguiendo el ritmo del mantra de «moverse rápido y romper cosas», y al hacerlo constantemente hacen que cualquier crítica o cuestionamiento quede siempre desfasado.

Trump ha encontrado en Elon Musk su complemento perfecto, es el acompañante ideal que comprende a la perfección sus impulsivas maneras de usar la política como una palanca para el negocio, para obtener lo que se quiere bajo un enfoque autoritario. Musk es el apéndice perfecto de Trump, porque es sensacionalista, propagador de falsedades y un mediático compulsivo que difunde a todo pulmón su fervor por un Estado mínimo. Tal ha sido la relación que mantienen Trump y Musk, que el segundo prácticamente está por encima de todos los integrantes de su gabinete.

El Doge cumple doble función: por un lado, es un artificio perfecto de propaganda (algo así como evitar el derroche y devolverle al pueblo lo que le han robado) para la implementación de Maga, pero al mismo tiempo es el brazo ejecutor de la destrucción de funciones vitales del Estado. El Doge parece el diseño idóneo para los fundamentalistas de Silicon Valley, para los que son amantes del egoísmo racional, que aborrecen el Estado, que abominan tomar decisiones basadas en el consenso. El interés de Musk es acabar con un elemento fundamental de la estructura de gobierno, la rendición de cuentas y los mecanismos decimonónicos que hace que las acciones implementadas por el Estado sean legítimas ante los ciudadanos.

A los perturbados fans de Musk les enloquece la estridencia de su ídolo, sus arrebatos de poder, que comparten porque ellos también desprecian reglas, normas, leyes, pagar impuestos, y porque consideran que acabar con las ayudas y aportes sociales es quitarles dinero a ellos. Ahí donde Doge quiere sumisos, en donde se inculca el «te sometes o garrote», que es el ejemplo de las dicotomías que reinan en la administración Trump: me sirve, no me interesa; es bueno o es malo para generar dinero; me es útil si sirve para mis fines, de lo contrario hay que eliminarlo. Las medidas de Musk se implementan de mano del histrionismo, de la destrucción y el saqueo. Los calificativos que se pueden dar a las medidas del desmantelamiento de organismos, es la propia de mafiosos que quieren llevar a la ruina al Estado que, supuestamente, dicen que quieren encumbrar.

Pero detrás del telón existen cuestiones que no vemos: como dice Tressie McMillan Cottom (shre.ink/bnce): «el contenido no revela la maquinaria de la influencia: los acuerdos firmados, los acuerdos de confidencialidad emitidos, las métricas usadas para medir el valor en dólares de la respuesta emocional del público. En la política, el contenido puede ocultar el dinero y el poder que están en juego». A estas alturas, es de ingenuos creer que el Doge no acuna el conflicto de intereses de una persona que es dueña de Tesla o SpaceX y que ahora tiene acceso a contratos y convenios firmados en el pasado por el gobierno con otras empresas competidoras de Musk.

El dúo perfecto entre un promotor inmobiliario de dudosa reputación —de hecho, un delincuente— convertido en presidente, y un magnate que apela a su genialidad y su enorme capacidad para revolucionar el campo tecnológico, pero que se ha valido del financiamiento estatal para alcanzar el éxito y, sobre todo, hacer un credo la idea de que la innovación sin velocidad no sirve, y en donde no importan el cumplimiento estricto de normas y reglas de certificación para alcanzar los objetivos. En ambos casos, a los aprendices, Trump y Musk, los une un enfoque de gestión y una cultura del dinero que puede incluso apelar a las peores artimañas para lograr el éxito. Pero decirles que actúan cínicamente, que son hipócritas, que carecen de vergüenza, de nada sirve. Para esos populistas que combinan el negocio y la política, decirles eso es como inyectarles una dosis de adrenalina para que agarren más fuerza para demostrar su poderío. Y de esas dosis hemos tenido nosotros bastante el sexenio pasado.

Por cierto, Musk ha arremetido contra los programas de ayudas que el gobierno estadounidense tiene, pero como siempre en él es una media verdad. Él ha dado vida a su imperio —Tesla y SpaceX— sirviéndose de fondos públicos, de apoyos gubernamentales. A pesar de su crítica al Estado, de su perorata de que la innovación solo proviene del sector privado, de lucrar con una narrativa libertaria, Musk en realidad sería peccata minuta sin las contribuciones públicas para apuntalar su tecnología. Ya la economista Mariana Mazucatto ha señalado hasta la fatiga que todas las gloriosas innovaciones que vemos hoy desplegadas o plasmadas en muchas tecnologías de uso diario, en realidad fueron factible gracias a Arpa que, por ejemplo, financió el desarrollo de los vehículos autónomos y de varias tecnologías adyacentes y que retomó Musk y las perfeccionó. Si eso no se hubiera dado seguramente no hubieran existido Tesla y SpaceX (shre.ink/bnuL).

Pero en este juego de máscaras también México está inmerso. Por un lado, Musk ve a México como un eslabón en la expansión de sus negocios, por otro considera que el gobierno mexicano es la expresión de un claro narcogobierno, pero no tiene ningún reparo en hacer negocios con él. Lo mismo se puede decir del gobierno de Claudia Sheinbaum, a pesar de que diga que rechaza los calificativos de tener tratos con los narcos, al mismo tiempo la CFE suscribe un contrato cercano a los 200 millones de dólares con Starlink, empresa de Musk, para que proporcione conexión a internet a las zonas rurales o agrestes del país.

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Las cambiantes maneras de leer y escribir

viernes, 14 de marzo de 2025


Los seres humanos somos el resultado de un entramado de relatos e historias. No solo nuestras vidas personales están marcadas por narrativas, sino también el entorno en el que crecemos, vivimos o nos desarrollamos. A través de la lectura, nos conectamos con ese universo de historias que nos han moldeado. Es gracias a la lectura como conocemos y nos ubicamos en ese cruzado entorno de narraciones que nos han construido. La herramienta que permite el periplo por esas historias es el libro, que lo mismo sirve para imaginar y conocer el pasado, que cavilar sobre el presente e imaginar lo que será el devenir.  

Pero las formas de leer están en constante cambio: con el correr del tiempo, los formatos y los dispositivos de lectura se amplían y ahora, incluso, el fenómeno de la lectura tiene un rostro difuso de cómo se despliega. Sabemos, por ejemplo, que en algunas naciones un libro puede de inmediato alcanzar la venta de cientos de miles o incluso millones de ejemplares, que no necesariamente serán leídos o están destinados a ser mero regalo o un artificio lúdico. Por ejemplo, Estados Unidos que es el campeón por antonomasia de la cultura de masas, en donde todo lo que se precie de ser un producto cultural tiene que traducirse en millones de ventas, el libro pasa bien la prueba.

Sin embargo, Estados Unidos no es el país en donde más se lee: tiene un promedio de 12.6 libros leídos anualmente por persona, mientras que su vecino Canadá supera los 17 libros anuales, mientras que su otro vecino, México, está rezagado en 3.9 libros. Pero hay países como Francia       que superan los 17 libros anuales, Corea del Sur alcanza los 11 o España los 7. 

No tenemos claridad de los porcentajes de libros que se leen por soportes, ya que a pesar de que el e-book se promocionó en demasía hasta no hace mucho, e incluso se llegó a difundir por sus promotores, y también por sus detractores, como la vía que acabaría con una tradición y la misma cultura del libro impreso, lo cierto que se ha quedado, para bien o para mal, en mera especulación, como muchas de las cosas que a veces se preludian en el campo de la tecnología. Tomemos la referencia de Estados Unidos, el país que ha promovido desde los años 60 el libro electrónico: los libros impresos representan aproximadamente el 75-80% de las ventas totales de libros. Los datos indican que en 2023, se vendieron 720 millones de libros impresos y 195 millones de e-books, mientras que en 2024, las cifras fueron de 710 millones para impresos y 200 millones para e-books. Los e-books constituyen entre el 25-29% de las ventas totales; según encuestas recientes, los libros impresos siguen superando a los electrónicos también por una cuestión que raya en el fetichismo.

En México las ventas de e-books representan una ínfima cantidad.  Los datos indican que en 2023, se vendieron aproximadamente 65 millones de libros en formato papel y 3 millones de e-books; en 2024 las cifras fueron de alrededor de 68 millones para papel y 3.3 millones para e-books (shre.ink/bcpH). De acuerdo con el último año, los libros electrónicos representan cerca del 5% del total. El porcentaje de lectores que prefieren e-books ha aumentado lentamente (shre.ink/b2Ou). La preferencia tanto de adultos como jóvenes por el papel es clara y al auge de géneros como la no ficción o incluso los comics, curiosamente, favorecen el formato físico.

A estas alturas no es claro cuando los e-books desbancarán al formato convencional, cada año arañan fracciones del mercado, pero los libros físicos siguen siendo muy populares. En el pasado se creyó que uno de los obstáculos para que la gente no se acercara y adquiriera un e-reader era cuestión generacional, que las personas anteriores a la millennial se les dificultaba navegar y explorar un libro electrónico; además, a diferencia de quienes provenían de las disciplinas científicas (ingeniería en sistemas o física, por ejemplo) los de humanidades tenían problemas para familiarizarse y explorar dispositivos electrónicos, pero conforme transcurriera el tiempo, con el recambio generacional, ganarían en interés los dispositivos de lectura electrónica, pero resulta que los mismos centenials todavía gustan del formato papel.

Pero la manera de acercarse a los libros tiene diversas vías, una que ha adquirido auge justo ahora que se ponen de moda los podcasts es el audiolibro, que para muchos usuarios es una forma cómoda de acercarse a las obras y en donde el consumo de los mismos oscila entre la literatura, historia política o incluso temas científicos. De acuerdo con datos de la macroencuesta Statista Consumer Insights, en China el 42% de los encuestados dicen haber consumido audiolibros en los últimos doce meses. Sudáfrica le sigue de cerca con un 33%. En el caso de México y Alemania tienen un porcentaje destacado de consumidores de audiolibros, con un 29% y un 27%, respectivamente.

Esto descuadra completamente las estadísticas generales sobre lectura. ¿Cómo se toma un audiolibro: como si fuera similar a leer un libro o como una especie de podcasts? Las mecánicas de medición no dan cuenta clara de la cantidad de libros que se leen en la actualidad si se toma en cuenta las vías que existen para leerlos. Varios incluso consideran que un audiolibro no puede ser estimado como lectura, que está lejos de la manera en que se aprovecha o lee un libro impreso o digital, el audio no permite absorber fielmente un contenido narrativo, las ideas y los mensajes del autor. A estas altura todavía hay esencialistas de la lectura que consideran o atribuyen una cualidad intrínseca al acto de leer en papel, que por esa materialidad sería superior a otros formatos, ligando la esencia de la lectura a un soporte, en este caso a un medio físico. Hoy es absurdo sostener eso, ya que la diversidad de experiencias lectoras y los avances tecnológicos permiten que las formas de leer se hayan diversificado. Lo que está claro, es que las formas de acercarse a los contenidos han cambiado mucho, por lo que las encuestas que solo toman en cuenta los libros físicos que se leen están desfasadas, no atrapan el fenómeno de la lectura en su justa dimensión.

El otro gran cambio que ya está en camino es el de la inteligencia artificial (IA), ya que la misma puede crear borradores iniciales o incluso novelas completas, lo que podría revolucionar el proceso creativo tradicional (shre.ink/b2Jo). Lo cierto es que las formas de leer y escribir siempre están en transformación. Desde el auge de los audiolibros hasta la incursión de la IA en el proceso creativo, la lectura cambia rápidamente. Aunque el libro físico sigue siendo popular, es evidente que las nuevas tecnologías están cambiando la forma en que nos relacionamos con los contenidos. Lo cierto es que las encuestas tradicionales que solo miden la lectura de libros físicos ya no capturan la complejidad del fenómeno lector en su totalidad. Pero todo esto puede verse alterado con la IA, que amenaza con darle un giro de 180 grados tanto a la lectura como a la misma escritura.

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El desafío DeepSeek

martes, 18 de febrero de 2025

La contingencia domina el campo de las nuevas tecnologías. Apenas unos días antes que DeepSeek alcanzara un interés mundial, la industria estadounidense de IA se consideraba líder global de ese sector, pero eso quedó en entredicho al comprobar que DeepSeek logró un LLM potente que compite, e incluso supera, al más desarrollado de OpenAI (el 4º de GPT). Comento a continuación algunos aspectos que quiero destacan sobre este barullo de DeepSeek:

1. Inmediatamente después de que las descargas de DeepSeek se masificaron, surgieron exclamaciones de admiración porque China muestra tal capacidad, por encontrar la manera de construir modelos competentes con pocos recursos; después vinieron los cuestionamientos y ataques.

Las restricciones estadounidenses a la exportación de chips obligaron a los desarrolladores de DeepSeek a conformar algoritmos potentes, inteligentes y eficientes energéticamente para compensar su falta de potencia de cálculo. Se dice que ChatGPT requiere 10.000 GPU de Nvidia para procesar los datos de entrenamiento; los ingenieros de DeepSeek afirman haber conseguido resultados similares con sólo 2.000 GPU. Se destacó que había dado paso a un modelo con capacidades superiores en algunos aspectos a los de las IA estadounidenses, con una inversión —de acuerdo con las fuentes chinas— que no llegó a los 6 millones de dólares, muy inferior a los miles de millones que están detrás de los modelos estadounidenses.

2. Después de la consternación se pasó a los cuestionamientos: que DeepSeek violenta la privacidad y que cualquier pregunta y dato generado en esa IA se almacena en servidores chinos. No olvidemos que DeepSeek, al igual que otros servicios, requiere datos de usuario, que probablemente se almacenan en servidores en China, como los de las empresas de Estados Unidos se resguardan fundamentalmente en servidores que están en dicha nación. Ahora bien, en un caso el almacenamiento de datos privados puede ser accesible por el gobierno, el chino, en el otro en servidores de empresa como Meta, Alphabet o OpenAI, pero sin garantía plena de cómo se usan. La ética en ambos casos no es algo que cultiven mucho.

3. Se dice que DeepSeek no es resultado de la inversión y del esfuerzo del capital privado sino de la inversión pública. Aunque eso no está completamente claro, pero sería ingenuo pensar que detrás de esa IA esté sólo una inversión privada. Para nadie es un secreto que el gobierno chino es el financiador principal de su tecnología de punta; su líder máximo, Xi Jinping, expresó hace algunos años su intención de convertir a China en líder en IA para 2030 —de hecho existe un programa—, lo cual implica que al existir una estrategia nacional para alcanzar ese liderazgo se apoye con dinero público a empresas en IA.

Tal vez lo malo no es que sean recursos públicos, ya que como bien dice Mariana Mazzucato el Estados también crea mercado con sus inversiones científicas y tecnológicas. Lo cuestionable detrás de la inversión china es que la haga un gobierno no democrático que no respeta los derechos humanos. Para ubicar lo que priva en China, las maneras poco claras en que se manejan las cosas, de su poca transparencia, y que por ahora es más preocupantes que la discusión que se da en torno a la IA, traigo a colación un ejemplo: en 2018 cuando se difundió que un científico chino, He Jiankui, había modificado genéticamente a dos niñas (Lulu y Nana); Jiankui uso la revolucionaria técnica de edición genética CRISPR-Cas9 para modificar el gen CCR5, con el objetivo de que las niñas fueran resistentes al virus del VIH. Eso despertó indignación, controversia y una profunda preocupación a escala internacional. Se dijo que el gobierno chino envió a prisión al científico, que lo suspendió para ejercer su profesión de por vida. Pero como eso se maneja en la secrecía, en realidad no se sabe qué pasó, pero tampoco se tiene información de lo acontecido con las niñas, en qué situación se encuentran o si tuvieron mutaciones genéticas. Entonces no podemos pedir que las empresas chinas vayan a contrapelo de las políticas gubernamentales y por ello no esperemos que DeepSeek ofrezca respuestas críticas a preguntas sobre la situación que prevalece en China en materia de derechos humanos y en su sistema político.

El auge de DeepSeek deja lecciones para estos tiempos que Estados Unidos pone en marcha esquemas proteccionistas. Si Estados Unidos considera que una vía eficaz para frenar el avance de los asiáticos es prohibir la exportación y/o venta de chips de alta gama a China, está equivocado. En China ya se trabaja desde hace años con LLMs, pero hoy DeepSeek a pesar de haber surgido recientemente ya se compara con otras empresas líderes en el campo de la IA, como OpenAI y Google. Para los asiáticos no importa si se copia ya que se trata de superar lo copiado, tal como lo decían desde los años ochenta en La Quinta Generación Edward Feigenbaum y Pamela McCorduck. El problema es rasgarse las vestiduras, decir que China robó propiedad intelectual de OpenAI, obvia que Sam Altman enfrenta la misma acusación en Estados Unidos, de que sus modelos de entrenamiento usan millones de artículos protegidos por derechos de autor.

Lo interesante es que las empresas chinas erosionan, o al menos cuestionan, el modelo de IA de los titanes estadounidenses. DeepSeek ha optado porque la mayor parte de su DeepSeek-R1 esté disponible de manera gratuita, que sea de código abierto. Eso significa que cualquier desarrollador o programador puede acceder al código y usarlo para personalizar el LLM. Aunque los datos de entrenamiento están protegidos, y que se cuestionan porque se dice que fueron tomados de OpenAI. La gratuidad sirve para mostrar músculo, de poner en predicamento el modelo de IA Estadounidense, demostrar que China está a la vanguardia como ya lo evidencian libros como AI 2041 de Kai-Fu Lee y At the Speed of Irrelevance de Al Naqvi y Mani Janakiram. Por tanto, DeepSeek hará que los titanes de la IA de Estados Unidos cambien sus políticas.

Hoy estamos, pues, viviendo un capítulo más de una disputa geopolítica, de una confrontación entre modelos que luchan por la hegemonía, en donde el desarrollo tanto de la ciencia como de tecnologías, contribuirán a trazar las posiciones de liderazgo, de dominación económica y política a escala planetaria. DeepSeek, es la evidencia de que no existe una única ruta para alcanzar la conformación de lenguajes de Deep Learning potentes; ha revocado el credo de que para desarrollar un LLM robusto es necesario contar únicamente con chips de gama alta, ya que ha demostrado que una combinación de chips de gama alta y baja son suficientes, que la clave es contar con el diseño de algoritmos de alta calidad, al grado que eso le ha valido desafiar el dominio de gigantes como OpenAI, Alphabet/Google y Meta.

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