La
constelación de inteligencias artificiales (IAs) se
ha ampliado. Las propuestas se acumulan: Mistral, Open AI y su o3-mini, Gemini,
Grok 3, Qwen, Perplexity o Claude 3.7 Sonnet. También están las que se conocen poco
como Hunyuan Turbo S, de Tencent, lanzada recientemente en China. Esto son
ejemplos de una tecnología que cada semana lanza nuevas ofertas. Aunque hoy
ganan terreno los modelos de código abierto, lo que
termina por generar una propuesta desbocada de más IAs. Ya vienen las IAs
latinoamericanas para el mes de mayo que ampliarán el abanico de ofertas.
Con
tantas IAs de procesamiento de lenguaje natural que se lanzan, eso ya no es tan espectacular y parece que dicha tecnología
se ha vuelto una especie de comoditie; cada corto lapso se acumulan
ofertas y al paso que vamos se empieza a matar la sorpresa; en la tecnología el
interés lo genera lo que impresiona, cuando
se instaura la novedad por la novedad el entusiasmo decae. No olvidemos que en
la IA, también, el problema está en que la novedad
de lo mismo es vista como sinónimo de permanencia, de anquilosamiento.
Además,
muchas suenan bien o se difunden con grandes virtudes pero terminan siendo más
ruido. Eso experimentamos recientemente con Grok 3, que al
principio nos impresionó por el procesamiento ante
determinadas preguntas, pero su trabajo de procesamiento de datos al
final no se tradujo en resultados sustanciales o mucho mejores respecto de
otras IAs como DeepSeek o Gemini, por ejemplo. En este caso, como sucede con
muchas tecnologías, se usan pero las respuestas y resultados que ofrece no son
suficientes como para que uno termine pagando la membresía SuperGrok.
Cuando
Bill Gates refiere a que «La gente tiende a sobreestimar lo que puede hacer en
un año y subestimar lo que puede hacer en diez años», está describiendo lo que
sucede hoy con la IA, ya que toda la grandilocuencia que ahora vemos en
propuestas, análisis y reflexiones se centra en lo que está siendo el presente
de la IA. Pero también, es verdad, que poco sirve tratar de ver demasiado lejos
y pavimentar de referencias éticas y hasta morales este terreno: las nuevas
mentes que se incorporarán en la creación tecnológica como la IA la van
a moldear con base en lo que demande su entorno, por sus necesidades y
preferencias. Además, es difícil dibujar el devenir porque
desde donde estamos parados parece que quedaremos a merced de la inercia
producida por unas cuantas empresas multinacionales, de unas cuantas IAs, dirigidas
por personas que hoy son unos infantes y que tendrán en su mano diseñar el
mundo del mañana sin haber conocido el mundo pasado y sin interés en hurgar en la historia.
Para
varios, es onanismo centrarse en el tema de la inteligencia, cuando se
considera que las IAs carecen de ella. Otros por su parte refieren que sí la
tienen, incluso consideran que CHAT-GPT, Meta Ai, Perplexity o Deep Seek sí
tienen inteligencia, incluso refieren que bien se les puede calificar de que son
las primeras IAs de propósito general. Para nadie es un secreto que comparada
con un humano las IAs actuales tienen severas limitaciones, por algo se les da
el mote de débiles, pero no pasemos por alto que en muchos terrenos son mucho
más competentes que cualquier persona —que son a quienes etiquetamos de contar con
inteligencia general o robusta—. Pero no pasemos de largo en equiparar la
experiencia de una IA a la de un humano como inconmensurables, ya
que en las «mentes» de silicio hay rasgos
inteligentes. Para los que gustan de ver el presente con los ojos de Sófocles,
esto puede parecerles una tragedia.
Por
supuesto que nuestras IAs son incompetentes, confunden
cosas, dan respuestas desacertadas, pero tampoco es que los humanos sean un
dechado de competencias y destrezas mentales: Hay
incompetentes que dirigen un país, como el más poderoso del orbe, que
confunden
las cuestiones de transgénero con los transgénicos. Sin olvidar que hay humanos
que dicen tantas barbaridades, ante los cuales palidecen las IA en
cuanto a desatinos expresados.
Por
un lado se quiere que nuestras herramientas cognitivas artificiales no alcancen
la competencia de la de los humanos, y cuando tienen traspies las cuestionamos o
nos mofamos de ellas, y pasamos por alto que humanos supuestamente que su
materia es el campo intelectual también fallan en
sus estimaciones.
No se
trata de ver quien tiene la superioridad moral, como por ejemplo decir que la
IA es pura matemática y carece de biología. Apoyémonos mejor en el
test
de Turing, que se considera la manera de saber si una máquina es inteligente o
no: si una persona interacciona con dos personas, en donde una es una máquina,
y no encuentra diferencia en las respuestas que ambos le dan, entonces la
máquina pasa el test de inteligencia. Siendo sinceros una IA basada en el
procesamiento de lenguaje natural —que también reciben el nombre de IAs
generales de nivel 1— permite entender y generar texto de manera similar a como
lo haría un ser humano, incluso una persona que no supiera que está ante una máquina/software
con este tipo de procesamiento de lenguaje natural
podría mantener una interacción con ella y no percatarse que está dialogando
con una máquina.
Pedimos demasiado y la verdad es que con poco es suficiente para saber si una IA razona. Descartes señalaba que para evidenciar una prueba de inteligencia solo era suficiente con que se tuviera capacidad de mantener una conversación. Pero ahora parece, como dice Fenollosa, que como una máquina lo hace, entonces se le pide que haga mucho más que eso, se le demanda capacidad de soñar o incluso como dice Roger Bartra en su libro Robots y chamanes: la IA será factible cuando experimente algo similar al efecto placebo en los humanos. Lo que demanda Bartra es que la IA existirá cuando tenga una dimensión subjetiva y emocional como la tienen los humanos. En otras palabras, Bartra señala que la verdadera IA no se limitaría a la imitación de procesos cognitivos, sino que requeriría una dimensión emocional y subjetiva que hoy parece exclusiva de los seres humanos. Menuda manera de esquivar lo que ya acontece con la IA en este momento. El hecho de que se entrene con enormes cantidades de datos para entender cómo funcionan las frases o los argumentos y para contextualizar hechos sobre el mundo no significa que solo se dedique a copiar y pegar cosas o crear meros collages. Estamos desde la aparición en 2017 del transformador —de lo que hablaremos en otra oportunidad— frente a algo fundamentalmente nuevo que no se había experimentado anteriormente. La IA evidencia hoy capacidad de razonamiento, genera cosas que a veces nadie espera y proporciona contenidos nuevos. Y eso es lo interesante.
Pero
eso no impide cuestionar que hay una fatiga
de IAs, lo que preludia probablemente una estratificación del mercado en donde
varias funcionarían como una especie de commodities, pernoctarán en el limbo del olvido o la intrascendencia, mientras que habría algunas
soluciones más avanzadas, sofisticadas, especializadas que podrían
tener un valor mayor. En todo caso, este campo, al final, será un terreno para
unos cuantos jugadores.
Publicado en La Jornada Morelos