La economía colaborativa

sábado, 27 de septiembre de 2025


Hoy el mundo laboral no puede ser entendido sin la denominada economía colaborativa, que ya alcanza a una porción significativa de personas a escala mundial que directa o indirectamente usan los múltiples servicios o plataformas dedicadas a la susodicha economía. Debe recordarse que los términos economía colaborativa y economía gig están entrelazados, aunque el primero surgió con el despertar del siglo XXI, el segundo nació y se popularizó en 2008 con la irrupción de plataformas digitales, que conectan a trabajadores independientes con tareas específicas, transformando el mercado laboral y ofreciendo una alternativa al trabajo tradicional.

La economía colaborativa es un modelo que propone el uso compartido, el intercambio, alquiler o venta de recursos privados subutilizados, en donde se puede dar o no una contraprestación económica. Al inicio, la economía compartida se difundió como una manera de tener un trabajo/ingreso complementario y con trabajos esporádicos. Previo a esa clasificación surgieron sitios que embonaban con la filosofía de compartir y todo lo que después retomó la economía colaborativa. El espectro es amplio, aquí nos centraremos en los que tienen que ver con los alquileres temporales de espacios físicos, uno de los primeros fue Couchsurfing.com, imitado después por Airbnb y lanzados para ganar un dinero y complementar los ingresos tradicionales, al tiempo que proporcionan a terceros acceso a espacios y hospedaje a precios reducidos.

Un caso paradigmático fue Craiglist, lanzado en los años 90 con el objetivo de proporcionar una manera útil y sin fines de lucro el intercambio de información y difusión de eventos de forma local, en la Bahía de San Francisco particularmente. Craigslist o la misma Couchsurfing, pretendían reducir los gastos del consumidor y ser una alternativa a la dinámica de consumo capitalista. Los centros de recursos comunitarios y los trueques permitían a los usuarios acceder a productos baratos o gratuitos. Poco después, Craiglist le arrebató a los medios impresos la modalidad de sus ingresos por la promoción de anuncios (aviso oportuno), pero al mismo tiempo empezó a ser fuente de inspiración en el intercambio y renta de espacios, conocido como la era del bed and breakfast.

Eso inspiró el surgimiento de sitios como Airbnb, que nació como modelo de bed and breakfast, pero con la peculiaridad de que por un lado era un complemento a los ingresos de las personas, pero al mismo tiempo el compartir un cuarto y desayuno con otros era una manera de que las personas tuvieran un contacto directo, amigable, alternativo tanto en costo como en interacción que un hotel o cualquier sitio de hospedaje convencional. Así que en 2007 Brian Chesky y Joe Gebbia —fundadores de Airbnb— se les ocurrió crear un sitio, «Air Bed and Breakfast», para alquilar colchones inflables en su apartamento a asistentes de una conferencia que no podían tener espacio por la saturación que se vivía en los hoteles. Su ocurrencia fue un éxito, vieron que se podía tener ingresos alquilando recámaras no ocupadas en sus departamentos.

Después el nombre se recortó, a Airbnb, acrónimo de «Air Bed and Breakfast», que pronto se convirtió en una referencia que ha terminado por trastocar la industria de alquileres a corto plazo y el mismo sector hotelero.  Airbnb fue promotor de una versión sui generis, pero moderna y accesible del concepto clásico de hospedaje con desayuno incluido. El éxito de Airbnb al poco tiempo fue evidente, ya que se extendió rápidamente por Estados Unidos y el planeta, fue una alternativa para mochileros y gente con pocos recursos, que buscaban modelos novedoso de hospedaje, además era ideal para quienes rentaban ya que no pagaban impuestos y el sitio se abrió camino para aprovechar las lagunas jurídicas y propalarse, pero al mismo tiempo empezaron a surgir quienes lo vieron como una buena manera de obtener ingresos y se trastocó la idea original de crear un espacio compartido donde tanto anfitriones como huéspedes pudieran interactuar, conocerse y compartir experiencias culturales.

En sus orígenes, hospedar en Airbnb no era compartir sólo el espacio habitado. El hospedaje ofrecía que al tener personas compartiendo espacio en su hogar, Airbnb proporcionaba a los anfitriones la oportunidad de conocer e interactuar con personas de otras ciudades o países. Así que el concepto iba más allá del simple alojamiento; el ethos Airbnb era que los anfitriones compartían su manera de ser, su forma de vivir, su autenticidad con los huéspedes, los introducían en la cultura local, les sugerían actividades únicas y mejorar las experiencias de estadía de sus huéspedes. Sin embargo, estudios como los de Alexandrea J. Ravenelle (Precariedad y pérdida de derechos) indican que la disponibilidad y accesibilidad de vivienda se vieron comprometidas cuando las unidades habitacionales se convirtieron en alojamientos de corto plazo, trastocando la economía local.

La idea original era darle a las personas la oportunidad de que tuvieran un ingreso, pero lo que aconteció fue que estructuras inmobiliarias empezaron a concentrar departamentos en edificios, casas para arrendar bajo la modalidad de estadías cortas, trastocando por completo las ya de por si afectadas dinámicas de alquiler en diversas zonas, generando o siendo uno más de los factores que han dado paso a la denominada gentrificación. Hoy día los anfitriones de Airbnb no suelen «compartir» su casa o «albergar huéspedes», sino alquilar su vivienda a precios que han dejado de ser una alternativa respecto a los hospedajes tradicionales, ya son tan onerosos como cualquier hotel. Es una transformación que erosionó la filosofía original de intercambio cultural y hospedaje accesible, convirtiéndose en un mecanismo que contribuye a la desigualdad habitacional y la gentrificación urbana.

Hoy ya no se trata de compartir espacios y cultura, sino de establecer operaciones comerciales a gran escala con compañías enteras que actúan como intermediarios, manejando múltiples propiedades y con operaciones diarias para asegurar una experiencia rentable para los propietarios. Eso no quiere decir que no exista una porción de usuarios propietarios de sus propios espacios, que gestionen ellos mismo la renta de habitación vía Airbnb, pero el grueso está lejos del modelo de anfitrión individual que compartía su hogar.

Lo cierto es que la economía colaborativa, conformada por un nebuloso conjunto de plataformas y aplicaciones en línea, que prometieron trascender el capitalismo en favor de la comunidad no terminó en eso. No se cumplió la idea de que serviría para fortalecer la comunidad, revertir la desigualdad económica, detener la destrucción ecológica, contrarrestar el apetito materialista, empoderar a los pobres y llevar el espíritu emprendedor a las masas. La economía colaborativa no fue la panacea para los males de la sociedad moderna, al final ha terminado propagando el precariado y trastocando las dinámicas espaciales en las urbes.

*@tulios41

Publicado en La Jornada Morelos

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