El programa Stargate

martes, 18 de febrero de 2025

 

En la nueva administración presidencial de Trump, se observan dos velocidades en su enfoque sobre nuevas tecnologías y la economía. Por un lado, se busca implementar una agresiva política desregulatoria, apoyada por uno de los principales asesores de la Casa Blanca, Elon Musk, con el objetivo de aumentar la competitividad global de Estados Unidos y posicionarse como líder en sectores clave de las nuevas tecnologías. Sin embargo, al mismo tiempo, los actores seleccionados para llevar a cabo estos planes corren el riesgo de frenar la innovación, ya que podrían consolidar a un pequeño grupo de privilegiados, una élite, que conforme un entorno desigual y poniendo en duda la efectividad de esos esfuerzos. Al mismo tiempo, los proyectos a impulsarse pueden entrar en coalición cuando tales cerebros y egos entren en concurrencia.

Si se analiza la gestión de Trump durante su primer mandato, se puede observar una perspectiva marcada por la disparidad y la contradicción. Sus acciones, a menudo derivaron de arrebatos impredecibles, alternados con confrontaciones agresivas y, en ocasiones, intentos de colaboración. Hoy, algunas de las batallas que mantuvo, como su enfrentamiento con las grandes tecnológicas, parecen limadas. Ejemplo claro de ello es Meta, que ha optado por doblar la cabeza ante las políticas y criterios de Trump en cuanto al manejo de contenidos, y ahora respalda su interpretación ambigua y estricta de la libertad de expresión. Algo similar ha ocurrido con Jeff Bezos y otros que se alínean al servicio de Trump.

El vínculo establecido por Trump con Silicon Valley, particularmente con los líderes de las principales empresas, no solo refleja el interés directo de él en contar con esos actores como aliados de su administración, sino también les garantiza que no afectará el dominio oligopólico que ejercen. Pero ese sector no es homogéneo, ya que está marcado por la presencia de egos y rivalidades internas que pueden dificultar que actúen al unísono como bloque y adherirse a las políticas gubernamentales. De hecho, ya se dio un primer desencuentro que evidencia las tensiones latentes dentro de ese sector.

Inmediatamente después de que Trump derogó la orden ejecutiva de la administración Biden que buscaba regular la inteligencia artificial (IA), presentó el pasado miércoles el proyecto Stargate. Éste consiste en la creación de una empresa que contará con la participación de OpenAI, Oracle y Softbank. El objetivo principal de esa iniciativa es acelerar el desarrollo de la infraestructura necesaria para sistemas de IA en Estados Unidos. Además de las mencionadas empresas, el fondo soberano emiratí MGX también contribuirá al proyecto. Las entidades involucradas han acordado financiar esa ambiciosa aventura empresarial con un mínimo de 500 mil millones de dólares en un plazo de cuatro años.

El proyecto Stargate se propone hacer de Estados Unidos la nación líder en el ámbito de la IA. A través del desarrollo y despliegue de tecnologías de última generación, se busca superar a competidores internacionales, sobre todo China, y garantizar la supremacía estadounidense en sectores estratégicos como la medicina, la educación y el transporte.

Stargate no solo fortalecerá las tecnologías de vanguardia basadas en IA, sino que también tendrá un impacto significativo en la economía estadounidense. Esto se reflejará en la creación de nuevos productos para su comercialización, lo que, a su vez influirá en la economía global. Además, Stargate abrirá camino a la creación de empleos altamente especializados, consolidando a Estados Unidos como líder indiscutible en el ámbito de la IA y reforzando su posición de liderazgo global.

No obstante, al día siguiente de darse ese anuncio Elon Musk marcó su distancia. Cuestionó la viabilidad financiera de Stargate, que no cuenta con los fondos necesarios para cumplir con la inversión prometida. En particular, cuestionó la capacidad de Softbank de aportar suficiente capital, afirmando que ni siquiera cuenta con 10 mil millones de dólares. En este caso no se puede pasar por alto que Musk ha tenido una rivalidad directa con Sam Altman, CEO de OpenAI, figura clave en el proyecto Stargate (shre.ink/b3zX). Esta tensión entre Musk y Altman deriva de desacuerdos tenidos en el pasado sobre el enfoque y la dirección de OpenAI, lo que ha dado paso a una competencia entre ambos en el sector de la IA (shre.ink/b3zu).

Si bien es cierto que Musk fue nombrado para liderar el Departamento de Eficiencia Gubernamental en la administración de Trump, sus críticas al proyecto Stargate marcan un diferendo público con la administración que lo ha nombrado. Eso sugiere que, a pesar de su cercanía con Trump, Musk no puede dejar de hacer públicas sus opiniones (shre.ink/b3Rw). En las ideas de Musk se evidencian dudas financieras, rivalidades personales y egos afectados, pero que advierten que es difícil que él se alinee del todo con las expectativas de la administración Trump.

Eso desató en X un inusitado apoyo por Musk, señalando su papel visionario y sus devotos fans toman todo lo que él dice como si fuera la palabra de una deidad. De genio no lo bajaron y de que había superado a la misma Nasa por su política de conquista del espacio, de colonizar Marte. La figura de Elon Musk como visionario espacial y tecnológico por lo visto ha eclipsado a menudo el trabajo de instituciones como la Nasa y de proyectos financiados con fondos públicos. Sin embargo, se olvidan las bases sobre las cuales se construyen esas innovaciones.

El papel de la inversión pública ha sido clave en el desarrollo de las tecnologías de punta. La mayoría de las tecnologías disruptivas que vemos hoy en día, como la IA, los drones o los vehículos autónomos, tienen sus raíces en investigaciones financiadas con fondos públicos. Agencias como Darpa han sido fundamentales en el desarrollo de estas tecnologías, que luego han sido adoptadas y comercializadas por empresas privadas.

Pero hay dos cosas que quedan por ahora de ese exabrupto de Musk. Por un lado, Stargate puede ser motivo de discordias, que las relaciones entre Trump y Musk tendrán todavía desencuentros y veremos hasta donde resiste la liga. Por otra, aunque Stargate fuera un éxito, las tensiones comerciales con China ya han llevado a ese país a una revaluación de sus cadenas de suministro tecnológico; la actual encrucijada comercial y tecnológica obligará a las empresas asiáticas a rediseñar sus políticas, a diseñar sus propios chips de gama alta, lo que preludia no solo una rivalidad para los productos estadounidenses en los mercados internacionales, sino de una batalla con matices.

Artículo publicado en La Jornada Morelos.


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