En la nueva administración
presidencial de Trump, se observan dos velocidades en su enfoque sobre nuevas
tecnologías y la economía. Por un lado, se busca implementar una agresiva
política desregulatoria, apoyada por uno de los principales asesores de la Casa
Blanca, Elon Musk, con el objetivo de aumentar la competitividad global de
Estados Unidos y posicionarse como líder en sectores clave de las nuevas
tecnologías. Sin embargo, al mismo tiempo, los actores seleccionados para
llevar a cabo estos planes corren el riesgo de frenar la innovación, ya que podrían
consolidar a un pequeño grupo de privilegiados, una élite, que conforme un entorno
desigual y poniendo en duda la efectividad de esos esfuerzos. Al mismo tiempo,
los proyectos a impulsarse pueden entrar en coalición cuando tales cerebros y
egos entren en concurrencia.
Si se analiza la gestión de
Trump durante su primer mandato, se puede observar una perspectiva marcada por
la disparidad y la contradicción. Sus acciones, a menudo derivaron de arrebatos
impredecibles, alternados con confrontaciones agresivas y, en ocasiones,
intentos de colaboración. Hoy, algunas de las batallas que mantuvo, como su
enfrentamiento con las grandes tecnológicas, parecen limadas. Ejemplo claro de
ello es Meta, que ha optado por doblar la cabeza ante las políticas y criterios
de Trump en cuanto al manejo de contenidos, y ahora respalda su interpretación
ambigua y estricta de la libertad de expresión. Algo similar ha ocurrido con
Jeff Bezos y otros que se alínean al servicio de Trump.
El vínculo establecido por Trump
con Silicon Valley, particularmente con los líderes de las principales
empresas, no solo refleja el interés directo de él en contar con esos actores
como aliados de su administración, sino también les garantiza que no afectará
el dominio oligopólico que ejercen. Pero ese sector no es homogéneo, ya que
está marcado por la presencia de egos y rivalidades internas que pueden dificultar
que actúen al unísono como bloque y adherirse a las políticas gubernamentales.
De hecho, ya se dio un primer desencuentro que evidencia las tensiones latentes
dentro de ese sector.
Inmediatamente después de que
Trump derogó la orden ejecutiva de la administración Biden que buscaba regular
la inteligencia artificial (IA), presentó el pasado miércoles el proyecto
Stargate. Éste consiste en la creación de una empresa que contará con la
participación de OpenAI, Oracle y Softbank.
El objetivo principal de esa iniciativa es acelerar el desarrollo de la
infraestructura necesaria para sistemas de IA en Estados
Unidos. Además de las mencionadas empresas, el fondo soberano emiratí MGX también
contribuirá al proyecto. Las entidades involucradas han acordado financiar esa
ambiciosa aventura empresarial con un mínimo de 500 mil millones de
dólares en un plazo de cuatro años.
El proyecto Stargate se propone
hacer de Estados Unidos la nación líder en el ámbito de la IA. A través del
desarrollo y despliegue de tecnologías de última generación, se busca superar a
competidores internacionales, sobre todo China, y garantizar la supremacía
estadounidense en sectores estratégicos como la medicina, la educación y el
transporte.
Stargate no solo fortalecerá
las tecnologías de vanguardia basadas en IA, sino que también tendrá un impacto
significativo en la economía estadounidense. Esto se reflejará en la creación
de nuevos productos para su comercialización, lo que, a su vez influirá en la
economía global. Además, Stargate abrirá camino a la creación de empleos
altamente especializados, consolidando a Estados Unidos como líder indiscutible
en el ámbito de la IA y reforzando su posición de liderazgo global.
No obstante, al día siguiente de
darse ese anuncio Elon Musk marcó su distancia. Cuestionó la viabilidad financiera
de Stargate, que no cuenta con los fondos necesarios para cumplir con la
inversión prometida. En particular, cuestionó la capacidad de Softbank de
aportar suficiente capital, afirmando que ni siquiera cuenta con 10 mil
millones de dólares. En este caso no se puede pasar por alto que Musk ha tenido
una rivalidad directa con Sam Altman, CEO de OpenAI, figura clave en el
proyecto Stargate (shre.ink/b3zX). Esta tensión entre Musk y Altman deriva de
desacuerdos tenidos en el pasado sobre el enfoque y la dirección de OpenAI, lo
que ha dado paso a una competencia entre ambos en el sector de la IA (shre.ink/b3zu).
Si bien es cierto que Musk fue nombrado
para liderar el Departamento de Eficiencia Gubernamental en la administración
de Trump, sus críticas al proyecto Stargate marcan un diferendo público con la
administración que lo ha nombrado. Eso sugiere que, a pesar de su cercanía con
Trump, Musk no puede dejar de hacer públicas sus opiniones (shre.ink/b3Rw). En las
ideas de Musk se evidencian dudas financieras, rivalidades personales y egos
afectados, pero que advierten que es difícil que él se alinee del todo con las
expectativas de la administración Trump.
Eso desató en X un inusitado
apoyo por Musk, señalando su papel visionario y sus devotos fans toman todo lo que
él dice como si fuera la palabra de una deidad. De genio no lo bajaron y de que
había superado a la misma Nasa por su política de conquista del espacio, de
colonizar Marte. La figura de Elon Musk como visionario espacial y tecnológico por
lo visto ha eclipsado a menudo el trabajo de instituciones como la Nasa y de
proyectos financiados con fondos públicos. Sin embargo, se olvidan las bases
sobre las cuales se construyen esas innovaciones.
El papel de la inversión
pública ha sido clave en el desarrollo de las tecnologías de punta. La mayoría
de las tecnologías disruptivas que vemos hoy en día, como la IA, los drones o
los vehículos autónomos, tienen sus raíces en investigaciones financiadas con
fondos públicos. Agencias como Darpa han sido fundamentales en el desarrollo de
estas tecnologías, que luego han sido adoptadas y comercializadas por empresas
privadas.
Pero hay dos cosas que quedan
por ahora de ese exabrupto de Musk. Por un lado, Stargate puede ser motivo de
discordias, que las relaciones entre Trump y Musk tendrán todavía desencuentros
y veremos hasta donde resiste la liga. Por otra, aunque Stargate fuera un
éxito, las tensiones comerciales con China ya han llevado a ese país a una
revaluación de sus cadenas de suministro tecnológico; la actual encrucijada comercial
y tecnológica obligará a las empresas asiáticas a rediseñar sus políticas, a diseñar
sus propios chips de gama alta, lo que preludia no solo una rivalidad para los
productos estadounidenses en los mercados internacionales, sino de una batalla
con matices.
Artículo publicado en La Jornada Morelos.
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