El desafío DeepSeek

martes, 18 de febrero de 2025

La contingencia domina el campo de las nuevas tecnologías. Apenas unos días antes que DeepSeek alcanzara un interés mundial, la industria estadounidense de IA se consideraba líder global de ese sector, pero eso quedó en entredicho al comprobar que DeepSeek logró un LLM potente que compite, e incluso supera, al más desarrollado de OpenAI (el 4º de GPT). Comento a continuación algunos aspectos que quiero destacan sobre este barullo de DeepSeek:

1. Inmediatamente después de que las descargas de DeepSeek se masificaron, surgieron exclamaciones de admiración porque China muestra tal capacidad, por encontrar la manera de construir modelos competentes con pocos recursos; después vinieron los cuestionamientos y ataques.

Las restricciones estadounidenses a la exportación de chips obligaron a los desarrolladores de DeepSeek a conformar algoritmos potentes, inteligentes y eficientes energéticamente para compensar su falta de potencia de cálculo. Se dice que ChatGPT requiere 10.000 GPU de Nvidia para procesar los datos de entrenamiento; los ingenieros de DeepSeek afirman haber conseguido resultados similares con sólo 2.000 GPU. Se destacó que había dado paso a un modelo con capacidades superiores en algunos aspectos a los de las IA estadounidenses, con una inversión —de acuerdo con las fuentes chinas— que no llegó a los 6 millones de dólares, muy inferior a los miles de millones que están detrás de los modelos estadounidenses.

2. Después de la consternación se pasó a los cuestionamientos: que DeepSeek violenta la privacidad y que cualquier pregunta y dato generado en esa IA se almacena en servidores chinos. No olvidemos que DeepSeek, al igual que otros servicios, requiere datos de usuario, que probablemente se almacenan en servidores en China, como los de las empresas de Estados Unidos se resguardan fundamentalmente en servidores que están en dicha nación. Ahora bien, en un caso el almacenamiento de datos privados puede ser accesible por el gobierno, el chino, en el otro en servidores de empresa como Meta, Alphabet o OpenAI, pero sin garantía plena de cómo se usan. La ética en ambos casos no es algo que cultiven mucho.

3. Se dice que DeepSeek no es resultado de la inversión y del esfuerzo del capital privado sino de la inversión pública. Aunque eso no está completamente claro, pero sería ingenuo pensar que detrás de esa IA esté sólo una inversión privada. Para nadie es un secreto que el gobierno chino es el financiador principal de su tecnología de punta; su líder máximo, Xi Jinping, expresó hace algunos años su intención de convertir a China en líder en IA para 2030 —de hecho existe un programa—, lo cual implica que al existir una estrategia nacional para alcanzar ese liderazgo se apoye con dinero público a empresas en IA.

Tal vez lo malo no es que sean recursos públicos, ya que como bien dice Mariana Mazzucato el Estados también crea mercado con sus inversiones científicas y tecnológicas. Lo cuestionable detrás de la inversión china es que la haga un gobierno no democrático que no respeta los derechos humanos. Para ubicar lo que priva en China, las maneras poco claras en que se manejan las cosas, de su poca transparencia, y que por ahora es más preocupantes que la discusión que se da en torno a la IA, traigo a colación un ejemplo: en 2018 cuando se difundió que un científico chino, He Jiankui, había modificado genéticamente a dos niñas (Lulu y Nana); Jiankui uso la revolucionaria técnica de edición genética CRISPR-Cas9 para modificar el gen CCR5, con el objetivo de que las niñas fueran resistentes al virus del VIH. Eso despertó indignación, controversia y una profunda preocupación a escala internacional. Se dijo que el gobierno chino envió a prisión al científico, que lo suspendió para ejercer su profesión de por vida. Pero como eso se maneja en la secrecía, en realidad no se sabe qué pasó, pero tampoco se tiene información de lo acontecido con las niñas, en qué situación se encuentran o si tuvieron mutaciones genéticas. Entonces no podemos pedir que las empresas chinas vayan a contrapelo de las políticas gubernamentales y por ello no esperemos que DeepSeek ofrezca respuestas críticas a preguntas sobre la situación que prevalece en China en materia de derechos humanos y en su sistema político.

El auge de DeepSeek deja lecciones para estos tiempos que Estados Unidos pone en marcha esquemas proteccionistas. Si Estados Unidos considera que una vía eficaz para frenar el avance de los asiáticos es prohibir la exportación y/o venta de chips de alta gama a China, está equivocado. En China ya se trabaja desde hace años con LLMs, pero hoy DeepSeek a pesar de haber surgido recientemente ya se compara con otras empresas líderes en el campo de la IA, como OpenAI y Google. Para los asiáticos no importa si se copia ya que se trata de superar lo copiado, tal como lo decían desde los años ochenta en La Quinta Generación Edward Feigenbaum y Pamela McCorduck. El problema es rasgarse las vestiduras, decir que China robó propiedad intelectual de OpenAI, obvia que Sam Altman enfrenta la misma acusación en Estados Unidos, de que sus modelos de entrenamiento usan millones de artículos protegidos por derechos de autor.

Lo interesante es que las empresas chinas erosionan, o al menos cuestionan, el modelo de IA de los titanes estadounidenses. DeepSeek ha optado porque la mayor parte de su DeepSeek-R1 esté disponible de manera gratuita, que sea de código abierto. Eso significa que cualquier desarrollador o programador puede acceder al código y usarlo para personalizar el LLM. Aunque los datos de entrenamiento están protegidos, y que se cuestionan porque se dice que fueron tomados de OpenAI. La gratuidad sirve para mostrar músculo, de poner en predicamento el modelo de IA Estadounidense, demostrar que China está a la vanguardia como ya lo evidencian libros como AI 2041 de Kai-Fu Lee y At the Speed of Irrelevance de Al Naqvi y Mani Janakiram. Por tanto, DeepSeek hará que los titanes de la IA de Estados Unidos cambien sus políticas.

Hoy estamos, pues, viviendo un capítulo más de una disputa geopolítica, de una confrontación entre modelos que luchan por la hegemonía, en donde el desarrollo tanto de la ciencia como de tecnologías, contribuirán a trazar las posiciones de liderazgo, de dominación económica y política a escala planetaria. DeepSeek, es la evidencia de que no existe una única ruta para alcanzar la conformación de lenguajes de Deep Learning potentes; ha revocado el credo de que para desarrollar un LLM robusto es necesario contar únicamente con chips de gama alta, ya que ha demostrado que una combinación de chips de gama alta y baja son suficientes, que la clave es contar con el diseño de algoritmos de alta calidad, al grado que eso le ha valido desafiar el dominio de gigantes como OpenAI, Alphabet/Google y Meta.

Publicado en La Jornada Morelos 

El ocaso del optimismo

martes, 18 de febrero de 2025


El despliegue de internet en su primera masificación se dio de la mano del optimismo. A fines de los años 80 y principios de los 90 dominaba la fe en el futuro, se veía ausente de conflictos y disputas estériles por modelos económicos e ideologías. Primero fueron las comunidades virtuales estilo Well que dieron fe de eso con sus interacciones digitales, casi al mismo tiempo hacia agua la Guerra Fría y se caía en un abrir y cerrar de ojos el Muro de Berlín, seguido por la desaparición de la URSS. Selló esa euforia Francis Fukuyama al hablar del fin de la historia: él refería que con el colapso de la URSS y el fin de la Guerra Fría, la humanidad había alcanzado el fin de las disputas ideológicas. Para él, la democracia y el capitalismo habían demostrado ser el sistema político y económico más exitoso y robusto.

Se pensaba en la idea de universalización de la democracia liberal y del capitalismo, se consideraba de forma entusiasta que las causas principales de los conflictos entre naciones (ideología, religión y competencia económica) pasarían al olvido, las naciones emprenderían una era de paz, cooperación internacional y prosperidad, ya que las naciones democráticas y capitalistas no tendrían incentivos para luchar entre sí. Al mismo tiempo, Berners-Lee daba a conocer en los 90 la Web, que aceitaría el optimismos de que una nueva era de comunicación y entendimiento llegaba con internet. Así, una sociedad democrática se definía tanto por el derecho al voto como por la facilidad del diálogo público. En la medida que los derroteros de la democracia dependían en gran medida de la salud de los medios de comunicación y de la cultura del debate que fomentan, entonces internet ocuparía lugar central. No se imaginó que internet tuviera implicaciones para la salud de la democracia.

Se reforzó la idea de que para alcanzar una mayor calidad democrática se requería transparentar el uso de los recursos públicos, de la manera en que se usaba el dinero de los contribuyentes y se desplegó a lo largo del planeta la idea de la transparencia que podía ser potenciada con el uso de internet. Al mismo tiempo, las naciones pactaban las coaliciones económicas para la cooperación y el comercio global.

La mayoría de los ciudadanos de los países del Este tenían en la cabeza una idea de liberación que estaba lejos de anhelar una competencia económica, ellos se imaginaban seguir contando con los servicios sociales gratuitos, empleo asegurado, alquileres bajos y otros beneficios que ofrecía el sistema comunista. Para ellos «Europa» era una imagen difusa, se la imaginaban que representaba bienestar y seguridad, libertad y protección. Pensaban que sería factible conservar las ventajas del socialismo y disfrutar al mismo tiempo la libertad occidental y su consumo. Eran sueños que luego devinieron en pesadillas y hoy muchos buscan exorcizarlas acercándose a propuestas políticas que proponen detonar el entramado liberal.

La creencia en un futuro optimista, donde ciertas expresiones políticas habían quedado relegadas al pasado, se vio alimentada por la confianza en el poder transformador de la tecnología. Se esperaba que la misma condujera a un mundo más democrático y confiable. Pero como gólems, las pesadillas del pasado resucitan y sacuden los cimientos de las democracias occidentales.

Occidente y Estados Unidos pasaron por alto la matanza y represión que el régimen chino efectuó en junio de 1999 en la Plaza de Tiananmén. La vieron como una violación de derechos humanos, pero fieles a la denominada «teoría de la modernización» partían de que todas las sociedades que se industrializaban y, en consecuencia, enriquecían a un sector de sus ciudadanos, acababan siendo democracias liberales semejantes a las occidentales. Pero el Partido Comunista chino afianzó su monopolio del poder, desmintió esa teoría y aprovechó todo el know how que le transfirió Estados Unidos vía el offshoring de los años 70, para convertirse en una potencia económica mundial que hoy desafía a Estados Unidos en el campo de la ciencia y las tecnologías de punta.

Se creyó que contar en el siglo XXI con herramientas interactivas de comunicación como las redes sociales robustecerían la democracia. De acuerdo con Zac Gershberg y Sean Illin, la paradoja fundamental de la democracia consiste en que hace de la comunicación libre y abierta algo indispensable para su funcionamiento, pero esa misma libertad se convierte en una fuente de vulnerabilidad interna. Esa contradicción representa el corazón mismo de la democracia y no tiene solución ni puede eludirse. En esencia, la libertad de expresión, pilar esencial del sistema democrático, es el punto más frágil, ya que su ejercicio pleno y sin restricciones tiene el potencial de socavarla desde dentro.

Hoy internet ha sido el recurso preferido que ha usado el fundamentalismo islámico, pero sobre todo la plaga populista mundial, de derecha e izquierda. Internet, las redes sociales particularmente e incluso la inteligencia artificial, han proporcionado a los grupos populistas herramientas poderosas para difundir su mensaje, movilizar apoyos y desafiar a las instituciones establecidas; han aprovechado los malestares sociales y el desgarramiento del tejido social para captar seguidores. El populismo desafía a la democracia, habla en nombre del pueblo, tiene vocación para polarizar, propaga desinformación y erosiona el debate público. Populismo e internet han conformado un binomio indisociable. Así internet, que fue vista como herramienta poderosa de globalización, hoy es el principal difusor de ideas nacionalistas y de proteccionismo económico que pulveriza el optimismo noventero por la red y la globalización.

Internet y las nuevas tecnologías de verse como cuna de democratización y libertad, han pasado en corto tiempo a convertirse en espacio para el surgimiento de magnates retrógrados. Por ejemplo, eso puede verse con el cambio de papeles desempeñado por los líderes tecnológicos. Tanto Bill Gates como Steve Jobs fueron visionarios con una notable arrogancia, cuyas innovaciones revolucionaron industrias completas. Sin embargo, su arrogancia estaba contenida dentro de un marco específico: la creación de productos y sistemas que, en última instancia, tenían un propósito funcional y comercial. Pero Elon Musk ha llevado su soberbia a un nivel nunca antes visto, no solo por su influencia en diversos sectores —desde la industria automotriz hasta la exploración espacial—, sino también por su comportamiento en X, su red social, donde muestra su creencia de ser un visionario iluminado y un líder mesiánico de la ultraderecha populista global. Musk está obsesionado en su «misión» de desmantelar el Estado de Estados Unidos mediante un agresivo proceso de desregulación económica, todos los días hace gala de su incontinencia mental. La aventura de Musk en Doge pulveriza cualquier optimismo, ya que tendrán consecuencias terribles para la sociedad estadounidense y para el futuro de la democracia en esa nación.

Publicado en La Jornada Morelos

El programa Stargate

martes, 18 de febrero de 2025

 

En la nueva administración presidencial de Trump, se observan dos velocidades en su enfoque sobre nuevas tecnologías y la economía. Por un lado, se busca implementar una agresiva política desregulatoria, apoyada por uno de los principales asesores de la Casa Blanca, Elon Musk, con el objetivo de aumentar la competitividad global de Estados Unidos y posicionarse como líder en sectores clave de las nuevas tecnologías. Sin embargo, al mismo tiempo, los actores seleccionados para llevar a cabo estos planes corren el riesgo de frenar la innovación, ya que podrían consolidar a un pequeño grupo de privilegiados, una élite, que conforme un entorno desigual y poniendo en duda la efectividad de esos esfuerzos. Al mismo tiempo, los proyectos a impulsarse pueden entrar en coalición cuando tales cerebros y egos entren en concurrencia.

Si se analiza la gestión de Trump durante su primer mandato, se puede observar una perspectiva marcada por la disparidad y la contradicción. Sus acciones, a menudo derivaron de arrebatos impredecibles, alternados con confrontaciones agresivas y, en ocasiones, intentos de colaboración. Hoy, algunas de las batallas que mantuvo, como su enfrentamiento con las grandes tecnológicas, parecen limadas. Ejemplo claro de ello es Meta, que ha optado por doblar la cabeza ante las políticas y criterios de Trump en cuanto al manejo de contenidos, y ahora respalda su interpretación ambigua y estricta de la libertad de expresión. Algo similar ha ocurrido con Jeff Bezos y otros que se alínean al servicio de Trump.

El vínculo establecido por Trump con Silicon Valley, particularmente con los líderes de las principales empresas, no solo refleja el interés directo de él en contar con esos actores como aliados de su administración, sino también les garantiza que no afectará el dominio oligopólico que ejercen. Pero ese sector no es homogéneo, ya que está marcado por la presencia de egos y rivalidades internas que pueden dificultar que actúen al unísono como bloque y adherirse a las políticas gubernamentales. De hecho, ya se dio un primer desencuentro que evidencia las tensiones latentes dentro de ese sector.

Inmediatamente después de que Trump derogó la orden ejecutiva de la administración Biden que buscaba regular la inteligencia artificial (IA), presentó el pasado miércoles el proyecto Stargate. Éste consiste en la creación de una empresa que contará con la participación de OpenAI, Oracle y Softbank. El objetivo principal de esa iniciativa es acelerar el desarrollo de la infraestructura necesaria para sistemas de IA en Estados Unidos. Además de las mencionadas empresas, el fondo soberano emiratí MGX también contribuirá al proyecto. Las entidades involucradas han acordado financiar esa ambiciosa aventura empresarial con un mínimo de 500 mil millones de dólares en un plazo de cuatro años.

El proyecto Stargate se propone hacer de Estados Unidos la nación líder en el ámbito de la IA. A través del desarrollo y despliegue de tecnologías de última generación, se busca superar a competidores internacionales, sobre todo China, y garantizar la supremacía estadounidense en sectores estratégicos como la medicina, la educación y el transporte.

Stargate no solo fortalecerá las tecnologías de vanguardia basadas en IA, sino que también tendrá un impacto significativo en la economía estadounidense. Esto se reflejará en la creación de nuevos productos para su comercialización, lo que, a su vez influirá en la economía global. Además, Stargate abrirá camino a la creación de empleos altamente especializados, consolidando a Estados Unidos como líder indiscutible en el ámbito de la IA y reforzando su posición de liderazgo global.

No obstante, al día siguiente de darse ese anuncio Elon Musk marcó su distancia. Cuestionó la viabilidad financiera de Stargate, que no cuenta con los fondos necesarios para cumplir con la inversión prometida. En particular, cuestionó la capacidad de Softbank de aportar suficiente capital, afirmando que ni siquiera cuenta con 10 mil millones de dólares. En este caso no se puede pasar por alto que Musk ha tenido una rivalidad directa con Sam Altman, CEO de OpenAI, figura clave en el proyecto Stargate (shre.ink/b3zX). Esta tensión entre Musk y Altman deriva de desacuerdos tenidos en el pasado sobre el enfoque y la dirección de OpenAI, lo que ha dado paso a una competencia entre ambos en el sector de la IA (shre.ink/b3zu).

Si bien es cierto que Musk fue nombrado para liderar el Departamento de Eficiencia Gubernamental en la administración de Trump, sus críticas al proyecto Stargate marcan un diferendo público con la administración que lo ha nombrado. Eso sugiere que, a pesar de su cercanía con Trump, Musk no puede dejar de hacer públicas sus opiniones (shre.ink/b3Rw). En las ideas de Musk se evidencian dudas financieras, rivalidades personales y egos afectados, pero que advierten que es difícil que él se alinee del todo con las expectativas de la administración Trump.

Eso desató en X un inusitado apoyo por Musk, señalando su papel visionario y sus devotos fans toman todo lo que él dice como si fuera la palabra de una deidad. De genio no lo bajaron y de que había superado a la misma Nasa por su política de conquista del espacio, de colonizar Marte. La figura de Elon Musk como visionario espacial y tecnológico por lo visto ha eclipsado a menudo el trabajo de instituciones como la Nasa y de proyectos financiados con fondos públicos. Sin embargo, se olvidan las bases sobre las cuales se construyen esas innovaciones.

El papel de la inversión pública ha sido clave en el desarrollo de las tecnologías de punta. La mayoría de las tecnologías disruptivas que vemos hoy en día, como la IA, los drones o los vehículos autónomos, tienen sus raíces en investigaciones financiadas con fondos públicos. Agencias como Darpa han sido fundamentales en el desarrollo de estas tecnologías, que luego han sido adoptadas y comercializadas por empresas privadas.

Pero hay dos cosas que quedan por ahora de ese exabrupto de Musk. Por un lado, Stargate puede ser motivo de discordias, que las relaciones entre Trump y Musk tendrán todavía desencuentros y veremos hasta donde resiste la liga. Por otra, aunque Stargate fuera un éxito, las tensiones comerciales con China ya han llevado a ese país a una revaluación de sus cadenas de suministro tecnológico; la actual encrucijada comercial y tecnológica obligará a las empresas asiáticas a rediseñar sus políticas, a diseñar sus propios chips de gama alta, lo que preludia no solo una rivalidad para los productos estadounidenses en los mercados internacionales, sino de una batalla con matices.

Artículo publicado en La Jornada Morelos.


 
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