Rendir cuentas

domingo, 5 de febrero de 2017

El pasado proceso electoral estadounidense hizo que muchos usuarios y analistas de medios vieran de manera crítica la forma en que se difundieron por la red múltiples contenidos falsos y el perverso uso que puede tener el big data para encumbrar y llevar a la presidencia de un país a un orate. 
Trump aprovechó el caldo de cultivo generado por las molestias de un sector de la población estadounidense que ha sido afectada por la globalización, que no considera la práctica periodística como algo honesto, además del crecimiento de posturas reaccionarias y fundamentalistas que han engrosado a la derecha conservadora en Estados Unidos y que se han traducido en actitudes xenofóbicas y en una clara idea de aniquilar la multiculturalidad en esa nación.
De ese proceso los que han salido mal parados han sido los medios sociales de comunicación, que son vistos como recursos que producen problemas colectivos, que afectan la convivencia social debido a la laxitud en la publicación de contenidos, que son cajas de resonancia y propulsores de ideas de ultraconservadores como Steve Bannon o Milo Yiannopoulos. 
Lo cierto es que la elección estadounidense puso en el escenario la necesidad de reflexionar ampliamente sobre el papel que las redes sociales tienen como “árbitro” del discurso público, de su ambigua postura de neutralidad y falta de intervención y vigilancia de los contenidos que publican y de no hacer nada ante los comportamientos ofensivos y sus implicaciones en la vida pública. 
El mismo uso que hace Trump de Twitter, emulando al desaparecido Hugo Chávez, lleva a muchos a sostener que es la evidencia del fin de la Web. Ya no existe en este momento el otrora entusiasmo generado por internet con la masificación de la Web, de que la misma sea apta para la publicación responsable y un medio para multiplicar la multiculturalidad, cuestión eclipsada por prácticas oscuras, que en vez de ser dimensiones para unir personas han terminado por alimentar aspectos opuestos a los imaginados a fines de la ultima década del siglo XX, cuando se pensaba que la red sería el edén de la buena onda y la solidaridad. 
No obstante, sería faltar a la verdad si no se reconoce que estos males de animosidad racial y xenofobia estaban presentes desde la Web 1.0. Recordemos cómo el juez francés Jean-Jacques Gomes había dado entrada en mayo de 2000 a una demanda de grupos de derechos civiles galos que demandaron a Yahoo! por vender objetos nazis y racistas, lo que dio paso a desencuentros y a un torbellino de acciones hostiles entre usuarios de internet de esa nación.
No basta con que las redes sociales sometan al escrutinio de periodistas o profesionales de la información los contenidos considerados dudosos, sino que los mismos usuarios deben tener una actitud más firme para combatir los contenidos falsos o racistas, y generar dinámicas críticas a la demagogia que campea en los pasillos digitales, para paliar la precaria rendición de cuentas de esas plataformas, sobre todo porque las mismas modulan en buena medida el discurso social y político en los tiempos que corren.
También se debe reflexionar sobre qué significa ser responsable en una era en donde crecen en importancia y complejidad los algoritmos inteligentes y una serie de técnicas automatizadas, por lo que se debería ofrecer información clara sobre la misma actuación de los robots que serán cada vez más difíciles de distinguir los seres de carne y hueso en el ciberespacio. 

También se requiere tener bajo vigilancia ciudadana a estos medios, sobre todo por la actitud de Trump de aplicar medidas violatorias de la privacidad de las redes sociales, que se usarán como un factor básico para extender visados y, sobre todo, para combatir al mismo narcotráfico, por lo que no sería raro que dichas plataformas se presten a apoyar esa vigilancia. No olvidemos que ya se puso en marcha una reestructuración de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, en donde tendrá presencia destacada el nefasto Steve Bannon, que seguramente la usará para apuntalar violaciones y acciones xenofóbicas contra usuarios apoyándose también en dichas plataformas sociales. 

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