La religión de nuestro tiempo es la búsqueda de la diferencia, que es cultivada de manera religiosa por individuos y tribus. Con el afán de no ser uno más, como dice Verdú, las personas buscan la diferencia que se ha tornado en una reivindicación por sí misma. En los jóvenes es en donde se ha propagado con frenesí esta tendencia y la han matrimoniado con el consumo de las nuevas tecnologías. Al mismo tiempo se distinguen por ser diestros en el uso de los gadgets, les asienta muy bien la exploración del ciberespacio, se la pasan de maravilla con las amistades vía internet y se puede decir que tienen un pronunciado déficit de expresión oral y de contacto físico.
Pero allí donde unos ven estilos y matices existenciales otros hallan enfermedades, por lo cual muchos especialistas indican que esa hambrienta necesidad por diferenciarse ha enraizado entre los posadolescentes, la columna vertebral de la “generación MP3”. A esa generación les es suficiente con estar enchufados directamente a sus reproductores y audífonos para sentirse distintos y únicos.
Algunos psicólogos indican que esta conducta acarrea riesgos psicológicos y se puede convertir en un severo problema social. Una cuestión que no es nueva, en los años ochenta del siglo pasado muchos pusieron el grito en el cielo cuando se propagaron como hongos entre las orejas de los jóvenes los walkmans. Como se sabe muchos de esos usuarios del walkman de ninguna manera advinieron en hordas asesinas o disfuncionales que paralizaron la vida colectiva.
Mientras algunos estudiosos de la conducta prenden la alarma por el desenfrenado solipsismo que generan los reproductores MP3 o los otorrinolaringólogos dicen tener un incremento de pacientes jóvenes que acuden con los oídos reventados a sus consultorios debido al intenso uso de audífonos, lo cierto es que los reproductores MP3 reactivan el sentido mismo de la música. Para quienes hemos visto cómo se maltratan nuestros oídos en centros comerciales y supermercados con una música ambiental que nos entra por una oreja y sale por otra, ahora con los reproductores digitales tenemos la posibilidad de retornar a uno de los fundamentos de la música, de que ella tiene sentido cuando es apropiada por nuestro cuerpo y es “leída”, como sucede con la recepción de otras artes. Sin olvidar que en actitudes prosaicas como las de enrollarse las orejas de audífonos es como también se reproduce la sociedad del conocimiento.
Pero allí donde unos ven estilos y matices existenciales otros hallan enfermedades, por lo cual muchos especialistas indican que esa hambrienta necesidad por diferenciarse ha enraizado entre los posadolescentes, la columna vertebral de la “generación MP3”. A esa generación les es suficiente con estar enchufados directamente a sus reproductores y audífonos para sentirse distintos y únicos.
Algunos psicólogos indican que esta conducta acarrea riesgos psicológicos y se puede convertir en un severo problema social. Una cuestión que no es nueva, en los años ochenta del siglo pasado muchos pusieron el grito en el cielo cuando se propagaron como hongos entre las orejas de los jóvenes los walkmans. Como se sabe muchos de esos usuarios del walkman de ninguna manera advinieron en hordas asesinas o disfuncionales que paralizaron la vida colectiva.
Mientras algunos estudiosos de la conducta prenden la alarma por el desenfrenado solipsismo que generan los reproductores MP3 o los otorrinolaringólogos dicen tener un incremento de pacientes jóvenes que acuden con los oídos reventados a sus consultorios debido al intenso uso de audífonos, lo cierto es que los reproductores MP3 reactivan el sentido mismo de la música. Para quienes hemos visto cómo se maltratan nuestros oídos en centros comerciales y supermercados con una música ambiental que nos entra por una oreja y sale por otra, ahora con los reproductores digitales tenemos la posibilidad de retornar a uno de los fundamentos de la música, de que ella tiene sentido cuando es apropiada por nuestro cuerpo y es “leída”, como sucede con la recepción de otras artes. Sin olvidar que en actitudes prosaicas como las de enrollarse las orejas de audífonos es como también se reproduce la sociedad del conocimiento.
Publicado en Milenio diario
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