Antes de que internet fuera un medio de comunicación masivo ya habían personas como Theodor Roszak que pensaban que podía ser usado para multiplicar el delito. Para él la red no tenía que ser la excepción en la historia de los medios de comunicación, pero los hippies reconvertidos a ciberhippies creían que no había nada que temer, la red despertaría en los usuarios pura “buena onda” y ellos mismos desterrarían a los delincuentes y a todos los que la usaran para aspectos cuestionables.
Hoy sabemos que en internet existen delitos y delincuentes, como los hay fuera del ciberespacio. Sin embargo, por la abrumadora manera en que los medios dan cuenta de los delitos y perversiones que habitan en la red, pareciera que eso sólo pasa en el ciberespacio y que, en cierta medida, suceden por culpa de su existencia. A pesar de que el teléfono es usado por los delincuentes, las noticias que hablan de él como propulsor del delito son prácticamente inexistentes. En buena medida esa situación es comprensible porque lo mismo que hoy sucede con internet se vivió en el pasado con el teléfono y porque ya está tan introyectado su uso en el imaginario colectivo que no es noticia abundar en los usos negativos del mismo.
Precipitaciones y errores
Uno de los aspectos perniciosos que siempre se enfatizan de la red es su vinculación con la pornografía infantil. Recientemente Anesvad dio a conocer la existencia de cuatro millones de sitios con contenidos pornográficos infantiles, una noticia que ha tenido gran eco en los medios de comunicación del planeta, pero la misma organización se ha encargado de contradecir ese dato. Según refiere Anesvad cada día se crean 500 nuevos sitios pornográficos, lo que indicaría que se han llevado más de 22 años para llegar a los cuatro millones de sitios. Absurdo totalmente porque la masificación de la red data de 1995 en adelante.
Es muy difícil cuantificar el total de páginas, porque de manera constante surgen y perecen sitios. A pesar de que no hay instancias que nos permitan contar con una verdadera estimación de los mismos, el más reputado en la medición de sitios web en este momento, Netcraft, indica que al concluir el año pasado existían más de 63 millones de sitios. Eso significaría que los cuatro millones de páginas de pornografía infantil estimadas por Anesvad serían equivalentes al ocho por ciento del total de sitios en internet. Esto es exagerado, e implicaría que cada vez que el usuario navega se topa con tales sitios, pero en realidad si algo distingue a quienes practican la pornografía infantil no es, precisamente, hacer páginas sino aprovechar zonas de alto tráfico, por ejemplo chats, para contactar a los niños o adolescentes o para intercambiar materiales con los interesados.
Mientras no contemos con mediciones confiables hay que tomar los números con precaución, pero tal vez lo mejor por ahora sea que organismos como Anesvad, en vez de demonizar tanto el uso de este medio de comunicación, hiciera esfuerzos por buscar la manera de efectuar mediciones más realistas, de cuantificar con mayor precisión, ya que de lo contrario terminarán por ocasionar que uno se vuelva hostil a las estimaciones y datos, que desconfiemos de su credibilidad. Pero tampoco se pueden seguir sosteniendo utopías que desean imponer a la realidad ciberespecial un plan elaborado hasta el último detalle, en donde cada uno respeta al otro y prevalece la tolerancia, olvidándose que las representaciones de la realidad y la realidad misma no son iguales.
Publicado en diario Milenio, 12 de junio 2005.
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Precipitaciones y errores
Uno de los aspectos perniciosos que siempre se enfatizan de la red es su vinculación con la pornografía infantil. Recientemente Anesvad dio a conocer la existencia de cuatro millones de sitios con contenidos pornográficos infantiles, una noticia que ha tenido gran eco en los medios de comunicación del planeta, pero la misma organización se ha encargado de contradecir ese dato. Según refiere Anesvad cada día se crean 500 nuevos sitios pornográficos, lo que indicaría que se han llevado más de 22 años para llegar a los cuatro millones de sitios. Absurdo totalmente porque la masificación de la red data de 1995 en adelante.
Es muy difícil cuantificar el total de páginas, porque de manera constante surgen y perecen sitios. A pesar de que no hay instancias que nos permitan contar con una verdadera estimación de los mismos, el más reputado en la medición de sitios web en este momento, Netcraft, indica que al concluir el año pasado existían más de 63 millones de sitios. Eso significaría que los cuatro millones de páginas de pornografía infantil estimadas por Anesvad serían equivalentes al ocho por ciento del total de sitios en internet. Esto es exagerado, e implicaría que cada vez que el usuario navega se topa con tales sitios, pero en realidad si algo distingue a quienes practican la pornografía infantil no es, precisamente, hacer páginas sino aprovechar zonas de alto tráfico, por ejemplo chats, para contactar a los niños o adolescentes o para intercambiar materiales con los interesados.
Mientras no contemos con mediciones confiables hay que tomar los números con precaución, pero tal vez lo mejor por ahora sea que organismos como Anesvad, en vez de demonizar tanto el uso de este medio de comunicación, hiciera esfuerzos por buscar la manera de efectuar mediciones más realistas, de cuantificar con mayor precisión, ya que de lo contrario terminarán por ocasionar que uno se vuelva hostil a las estimaciones y datos, que desconfiemos de su credibilidad. Pero tampoco se pueden seguir sosteniendo utopías que desean imponer a la realidad ciberespecial un plan elaborado hasta el último detalle, en donde cada uno respeta al otro y prevalece la tolerancia, olvidándose que las representaciones de la realidad y la realidad misma no son iguales.
Publicado en diario Milenio, 12 de junio 2005.
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