Hace seis años se dio a conocer Napster, el programa de intercambio de archivos musicales que vino a generar un verdadero terremoto en el campo musical. Desde su lanzamiento muchas cosas han sucedido, pero el consorcio discográfico sigue mostrándose como uno de los más vigorosos de la industria del entretenimiento. Desde su surgimiento éste basó su fuerza y poder en los cambios reportados por la industrialización, la reconversión industrial y la llegada de la sociedad de servicios. Hoy la música es imprescindible para millones de personas y ella se propaga por el ciberespacio, se recibe en teléfonos celulares y en asistentes personales.
El caminar de la música grabada comenzó con la invención del fonógrafo en el siglo XIX y actualmente es una de las actividades que prefieren disfrutar en su tiempo libre gran parte de los habitantes del planeta. Un ejemplo de la importancia de la música en la sociedad contemporánea es que en los últimos 35 años el estadunidense promedio ha incrementado el tiempo dedicado a escucharla. En 1970 le otorgaban un 2.6 por ciento de su ocio, mientras que el año pasado ese lapso había alcanzado un 9.1 por ciento. Se estima que el tiempo consagrado a escuchar música grabada en ese país es de 45 minutos diarios.
El fin de la propiedad musical
Uno de los máximos sueños de la industria discográfica es acabar con la distribución ilegal de música, con la piratería que pulula dentro y fuera de la red. El consorcio discográfico piensa que su mejor aliado para efectuarlo será, precisamente, el ciberespacio y los satélites. La idea es que en el futuro la música sea sólo escuchada. La industria musical estaría dispuesta a abandonar el disco compacto como medio dominante de distribución musical, pero sólo si se consolida el modelo de venta de música por internet o vía satélite. Aquí se trata de que los usuarios no puedan grabar en discos ópticos la música obtenida de la web, sino únicamente escucharla en reproductores portátiles. Gracias a la convergencia tecnológica se piensa que la música esté disponible sólo para equipos de cómputo, asistentes personales o teléfonos celulares. De esa manera se trataría de articular un modelo basado en “pagar por escuchar” orientado exclusivamente a la renta de las melodías o álbumes.
No es la primera vez que se anuncia la instauración de un nuevo modelo destinado a enterrar el pasado. Empedrado está el ciberespacio de supuestos y de yerros, como muestra recordemos la tecnología push, la webTV o la extensión de la economía digital a todas las actividades humanas, que fueron anunciadas un día como un destino próximo e inexorable pero que hoy están hundidas en el olvido. El problema es que en el caso de la renta de música debemos considerar que si bien el grueso de melómanos no son unos fanáticos de Adam Smith sí son voraces coleccionistas de música que desean conservarla y usarla en diferentes reproductores.
En todo caso lo que será factible ver en el futuro es la articulación de distintos modelos de distribución musical o sino cómo entender que en nuestro país dicha industria ensaye desde hace varias semanas la venta de discos a cuatro dólares. En este caso el objetivo es claro: vender discos compactos a precios muy bajos con el fin de frenar la piratería. Pero la industria discográfica también apuesta tímidamente por vender música en línea y medir el comportamiento del mercado. Lo que se visualiza, pues, no es la instauración del modelo de música rentada y de distribución musical, no sólo por las características diversas que tienen los consumidores musicales, sino porque los factores de desigualdad de los países obligan a pensar en modelos que contemplen tales características. Y por lo mismo la cultura que Napster generó hace seis años tampoco acabará del todo.
Publicado en el diario Milenio, 26/06/2005.
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El caminar de la música grabada comenzó con la invención del fonógrafo en el siglo XIX y actualmente es una de las actividades que prefieren disfrutar en su tiempo libre gran parte de los habitantes del planeta. Un ejemplo de la importancia de la música en la sociedad contemporánea es que en los últimos 35 años el estadunidense promedio ha incrementado el tiempo dedicado a escucharla. En 1970 le otorgaban un 2.6 por ciento de su ocio, mientras que el año pasado ese lapso había alcanzado un 9.1 por ciento. Se estima que el tiempo consagrado a escuchar música grabada en ese país es de 45 minutos diarios.
El fin de la propiedad musical
Uno de los máximos sueños de la industria discográfica es acabar con la distribución ilegal de música, con la piratería que pulula dentro y fuera de la red. El consorcio discográfico piensa que su mejor aliado para efectuarlo será, precisamente, el ciberespacio y los satélites. La idea es que en el futuro la música sea sólo escuchada. La industria musical estaría dispuesta a abandonar el disco compacto como medio dominante de distribución musical, pero sólo si se consolida el modelo de venta de música por internet o vía satélite. Aquí se trata de que los usuarios no puedan grabar en discos ópticos la música obtenida de la web, sino únicamente escucharla en reproductores portátiles. Gracias a la convergencia tecnológica se piensa que la música esté disponible sólo para equipos de cómputo, asistentes personales o teléfonos celulares. De esa manera se trataría de articular un modelo basado en “pagar por escuchar” orientado exclusivamente a la renta de las melodías o álbumes.
No es la primera vez que se anuncia la instauración de un nuevo modelo destinado a enterrar el pasado. Empedrado está el ciberespacio de supuestos y de yerros, como muestra recordemos la tecnología push, la webTV o la extensión de la economía digital a todas las actividades humanas, que fueron anunciadas un día como un destino próximo e inexorable pero que hoy están hundidas en el olvido. El problema es que en el caso de la renta de música debemos considerar que si bien el grueso de melómanos no son unos fanáticos de Adam Smith sí son voraces coleccionistas de música que desean conservarla y usarla en diferentes reproductores.
En todo caso lo que será factible ver en el futuro es la articulación de distintos modelos de distribución musical o sino cómo entender que en nuestro país dicha industria ensaye desde hace varias semanas la venta de discos a cuatro dólares. En este caso el objetivo es claro: vender discos compactos a precios muy bajos con el fin de frenar la piratería. Pero la industria discográfica también apuesta tímidamente por vender música en línea y medir el comportamiento del mercado. Lo que se visualiza, pues, no es la instauración del modelo de música rentada y de distribución musical, no sólo por las características diversas que tienen los consumidores musicales, sino porque los factores de desigualdad de los países obligan a pensar en modelos que contemplen tales características. Y por lo mismo la cultura que Napster generó hace seis años tampoco acabará del todo.
Publicado en el diario Milenio, 26/06/2005.
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