Monopolio Microsoft

sábado, 13 de noviembre de 2004

Cinco años de investigaciones, más de dos años de juicio, una condena de división y un largo proceso de apelaciones son algunos de los aspectos sobresalientes de la determinación del gobierno estadounidense de que Microsoft ejerce un monopolio y abusó de su posición dominante en el mercado de sistemas operativos para controlar los programas de navegación. El proceso judicial ha sido una larga telenovela que incluso saldrá dentro de poco en un CD-Rom editado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos.

El juicio que enfrenta Microsoft contra el Departamento de Justicia y varios estados de EU da un triunfo parcial a los segundos y se traduce en la publicación de una parte del secreto más preciado de Windows: su código fuente o lenguaje donde se escriben los programas. Esto es resultado del acuerdo que la empresa de las ventanas firmó con el Departamento de Justicia estadounidense en noviembre de 2001 ­y que no ha dejado satisfecho a nueve estados­, por medio del cual Microsoft facilitará a sus competidores 385 instrucciones computacionales de su sistema operativo. De ellas, 272 son líneas del lenguaje donde está escrito Windows y 113 protocolos de funcionamiento. Se espera que al permitir a otras empresas conocer mejor el código que conforma Windows, éstas podrán mejorar la compatibilidad de sus programas con dicho sistema operativo.

Todo esto se originó debido a la demanda de un sector de la competencia de Microsoft que pidió que desvincularan de Windows el Explorador y el Windows Media Player, y que su instalación en los equipos constituyera una opción personal de los usuarios. Windows propuso que quedara en mano de los fabricantes de computadoras incorporar en sus máquinas programas de compañías rivales, pero sin la posibilidad de que se excluyera el Explorador del sistema operativo de Microsoft. Si bien el reciente acuerdo constituye un paso positivo para contar con medidas que garanticen la libre competencia en el mercado computacional, lo cierto es que todavía falta mucho para lograr, en este terreno, una competencia equitativa.

Tampoco puede soslayarse que Windows es un producto con un valor excesivo, porque mientras los costos del hardware siguen a la baja, el del software va en sentido contrario, pese a que una parte importante de las versiones anteriores es retomada para las futuras versiones; es decir, varios millones de líneas de programación de las anteriores versiones se van intactas a las nuevas.

En otros países también se ha planteado la necesidad de romper con el monopolio de Windows en el terreno de la computación personal. Recientemente, el gobierno noruego canceló el contrato de exclusividad que tenía con Microsoft en el suministro de programas a la administración pública de ese país. Por otra parte, en Francia se seleccionó a Mandrake-Soft para surtir de servidores Linux al gobierno galo.

En México, mientras tanto, dependemos cada vez más de programas de Microsoft, al grado que el e-México recibe cuantiosas donaciones de licencias de los programas de la empresa de las ventanas (una técnica muy socorrida y que hace poco se usó en Perú con el fin de detener un proyecto de ley de software libre que venía impulsando un congresista de ese país), con lo cual garantiza que millones de niños empiecen a habilitarse en la cultura Windows y, por ende, sean en el futuro potenciales compradores.

Si la computación se ha vuelto actualmente un factor estratégico para el desarrollo nacional y personal, no es descabellado pensar que en dicho terreno se debe asumir una política similar a la que se da en algunos países en el campo de las patentes y en el terreno médico, donde la falta de medicamentos genéricos termina con la vida de muchas personas que no tienen la posibilidad de comprar medicamentos patentados. Esto ha llevado a varios gobiernos a impulsar la creación de medicinas genéricas que se pueden ofrecer más baratas a la población.

Bajo esa perspectiva, lo ideal en nuestro entorno sería que el gobierno creará un programa nacional de software, que diera paso no sólo a la generación de programas aptos y baratos para las necesidades locales, sino que además brinde espacio y trabajo a una camada de importantes programadores, con el fin de que no sigan el camino de muchos otros que ante la falta de oportunidades en el país terminan por trasladarse a Estados Unidos.

Por otro lado, en el sector público, en los planes que emprende el gobierno y en las mismas universidades, se debería terminar con el uso de programas propietarios y utilizar los cuantiosos recursos que se destinan para comprar este caro software en la adquisición de hardware. Si bien es cierto que en este momento el open source no marcha muy bien, sigue siendo la mejor alternativa para el uso de programas en un país con problemas serios para dotar de equipo suficiente y de buena calidad a los estudiantes y para dar paso a una nueva generación de usuarios más hábiles en el manejo de sistemas operativos.

Publicado en revista etcétera, septiembre 2002.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues se ve que eres enemigo de Gates, no?

Anónimo dijo...

Hola

 
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