La censura se propaga por la
red, se expresa con diversas técnicas que usan tanto gobiernos como empresas
con la finalidad de cercenar el acceso a múltiples contenidos. Se implementan
bloqueo de direcciones IP, se impide el acceso a determinados sitios web o
servidores; se alteran registros DNS, redirigiendo las solicitudes de conexión
a páginas falsas o inaccesibles; se detecta e inspeccionan paquetes (DPI),
filtrando tipos específicos de tráfico en la red. Casos extremos son los que producen
apagones de internet en determinados momentos de protestas o elecciones; se
acuden o restringen de manera selectiva determinados sitios con el objetivo de
impedir la circulación de información. En el guion original que dio vida a la
red esto no estaba contemplado; China es un caso que ilustra lo errado que
estaba el libreto.
China es una de las naciones
que implementa uno de los esquemas más rigurosos de censura, en donde esta
cohabita exitosamente con el comercio. Pero en el pasado la idea que se tenía
era otra, se consideraba algo antitético: censura y libre mercado eran como el
agua y el aceite. Durante las últimas dos décadas del siglo XX se pensó que el
comercio, el libre mercado, eran la llave que abriría la puerta de la censura
de países como China. Cuando la devoción estaba puesta en la libre circulación
de mercancías, se pensaba que era suficiente una dosis de diplomacia para hacer
que las naciones terminaran aceptando las bondades de la democracia liberal.
Desde los años setenta Deng
Xiaoping comenzó a abrir la economía China. En la última década del siglo XX
China se integró con paso firme a la economía global y muchas empresas
estadunidenses empezaron a fabricar sus productos y mercancías en esa nación
asiática. China ofrecía mano de obra abundante y a costo bajo, ideal para
empresas que querían reducir costos de producción y tener mayores ganancias; el
gobierno chino implementó zonas económicas especiales, con incentivos fiscales
y subsidios a la exportación; era el mejor momento de la globalización y el
gobierno chino desarrolló cadenas de suministro globales y mejoras en la
logística internacional que facilitaron que las empresas estadounidenses
trasladaran su producción a China; al mismo tiempo, esa nación puso en marcha
tanto una infraestructura industrial como cadenas de suministro completas que
permitían producir desde componentes básicos hasta productos finales
sofisticados y con una mano de obra que estaba en constante capacitación —proporcionada
en muchos casos por las mismas empresas de Estados Unidos—.
Estados Unidos alentaba la
fiebre por el libre mercado, creyendo que eso sería bueno para la buena salud
de la democracia global. La idea de que se consolidara una clase media era
importante, ya que demandaría derechos y libertades, como aconteció en su
momento en países como Taiwán o Corea del Sur. Un ejemplo de esa percepción fue
Bill Clinton, quien era partidario de que China se integrara al comercio
mundial porque «la interdependencia cada vez mayor tendría un efecto
liberalizador en China. […] Las computadoras e internet, las máquinas de fax y
las fotocopiadoras, los módems y los satélites aumentan todos ellos la
exposición a personas, a ideas y al mundo más allá de las fronteras de China»
(www.iatp.org). Incluso el mismo Clinton creyó que era importante que China se
incorporara a la OMC; en una ocasión respondió con sorna a una pregunta de un
periodista sobre la censura China y su interés por controlar internet, a lo que
respondió: cualquier intento de controlar internet por parte de China sería
como «intentar clavar gelatina en la pared».
Pues al final resulta que si
supieron como clavar, y bien, gelatina y engrudo en la pared. China demostró
que la censura se podía hermanar perfectamente con sólidas cadenas de valor y
hacer de ese país una solvente economía. En Estados Unidos demócratas y
republicanos de fines del siglo XX consideraban que en un mundo más abierto e
interconectado, la democracia y las ideas liberales se extenderían a los
estados autocráticos. Pero sucedió al revés: la autocracia y el iliberalismo
fueron los que se propagaron en los países democráticos y de paso hicieron añicos
las ideas de la teoría de la modernización que databan de posguerra e indicaban
que el comercio era la que llevaría la democracia a los países autoritarios.
En el caso de la censura en
China, ese país se incorporó a internet a fines de los años ochenta y al
inicio, como en muchos países, solo fue un medio de comunicación para una
elite, para el sector académico. Sin embargo, en 1998 erigió su proyecto
Escudo Dorado (Gran Cortafuegos), un sistema multicapas implementado por el
gobierno chino que aplica tanto la censura como el control de la información en
internet. Es capaz de usar la denominada inspección profunda de paquetes (DPI),
con la finalidad de identificar y bloquear en tiempo real términos prohibidos como
«Tiananmén», «democracia», «derechos humanos» o críticas al Partido Comunista
Chino; lo novedoso es que permite el uso de VPNs siempre y cuando sean las
aprobadas por el Estados y únicamente pueden usarlas las empresas y que, por
tanto, están monitoreadas. Además, las grandes plataformas chinas como WeChat,
Weibo o Baidu están obligadas a cumplir con severas normas de censura, de
manera que en sus algoritmos está eliminar contenidos considerados «inapropiados»
y monitorear usuarios, quienes deben registrarse con su identidad real; al
mismo tiempo el Ministerio de Seguridad Pública apoyándose en inteligencia
artificial (IA) escudriña datos y rastrea actividades en línea, identifica
disidentes y disuade comportamientos considerados subversivos.
Pero China también sabe dar zanahorias: da acceso a múltiples productos culturales a los usuarios jóvenes de las plataformas digitales, de manera que se hace de la vista gorda para que consuman entretenimiento y productos protegidos por derechos de autor de manera que se intercambia o descarga software y aplicaciones diversas en donde se combina lo legal e ilegal. Es cierto que el gobierno chino ha fortalecido su sistema de protección de derechos de autor en las últimas décadas, en parte derivado de sus compromisos internacionales con la OMC y también para apoyar su economía digital. Sin embargo, dosifica lo legal e ilegal y prefiere que los jóvenes se entretengan en el ciberespacio a que cuestionen a los dirigentes políticos o el régimen.
China ha demostrado que es posible combinar crecimiento económico, libre
comercio y tecnología de punta sin liberalización política, lo que ha inspirado
a otros regímenes autoritarios a aprovechar la tecnología para consolidar el
control estatal. Este modelo desafía la noción de que la globalización, hoy en
día debilitada, conduce inevitablemente a sociedades más abiertas. Resulta
irónico que China, gobernada por un partido comunista autoritario, se haya
convertido en uno de los principales defensores del libre comercio, mientras que
Estados Unidos, una de las cunas del capitalismo y ahora con un líder con
tendencias autoritarias, haya adoptado un enfoque proteccionista. En el fondo eso
refleja el temor de Estados Unidos de perder su liderazgo en industrias clave
como la inteligencia artificial, 5G y automóviles eléctricos frente al avance
asiático.
* @tulios41
Publicado en La Jornada Morelos
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