De Twitter al Doge

lunes, 25 de noviembre de 2024

La compra de Twitter por parte de Elon Musk en octubre de 2022 dio paso a posturas polarizadas de empleados de Twitter, los directivos y la Junta Directiva y los mismos usuarios de esa plataforma. Pero lo más peculiar de esta operación fue el contexto en que se produjo: cuando las redes sociales se debatían en una crisis de identidad, mientras las nuevas generaciones buscaban horizontes digitales más allá de la monotonía de las plataformas tradicionales. La compra de Musk fue para muchos como un rayo en un cielo nublado, iluminando un paisaje que parecía estar perdiendo su brillo.

Lo inusitado de la compra estuvo en que Musk puso un ultimátum de 24 horas a la junta directiva de Twitter, un «tómalo o déjalo», algo inusual porque en vez de abrir camino a un proceso de negociación entre las partes interesadas, fue una adquisición impulsiva dada por el interés de Musk en devenir paladín de la libertad de expresión y su frenético deseo de «salvar» a Twitter del «virus de la mente despierta» («virus woke»).

Desde el momento que Musk adquirió Twitter, y le puso X, se dieron tres cuestiones paralelas. Por un lado se empezó a dar una reveladora retirada de anunciantes, cayendo notoriamente los ingresos publicitarios. Según datos de la misma plataforma, en el segundo trimestre de 2024 se redujo el 25% de ingresos, un 53% menos respecto al mismo periodo del año anterior. La fuga de anunciantes arreció tras los comentarios antisemitas de Musk, que dio paso al retiro publicitario de marcas como IBM, Disney y Apple. (shre.ink/gMI7, shre.ink/gMIL)

Otra cuestión fue que al interior de Twitter la llegada de Musk se tradujo en despidos masivos, ahorro intenso, un liderazgo déspota y el fin de las políticas de moderación de contenidos. El paso de Twitter a X hasta ahora se ha traducido en el despedido del 80% de los 7,500 empleados que contaba la plataforma, pero eso no ha contrarrestado cualquier ahorro potencial derivado de los despidos. Al mismo tiempo, brilla por su ausencia la prometida «interfaz multidimensional» que permitiría ofrecer diversos tipos de contenido que tendría a los usuarios en X durante horas, leyendo tuits, viendo videos y haciendo compras o pagos.

La última cuestión: desde que Musk se hizo de esa plataforma se favorecieron los puntos de vista políticos de derecha, se dio la espalda a los derechos humanos y el interés público. Así X, supuesto bastión de la libertad de expresión, se fue deslizando hacia la decadencia. Si bien antes de la llegada de Musk, no era precisamente un jardín de armonía, desde que el magnate tomó las riendas X se sumergió en el deterioro. La desinformación y los bulos decoraron los timeline, mientras odio e intolerancia se reproducían como virus y eran alimentados por una moderación inexistente. El feed algorítmico, diseñado para monopolizar la atención y generar interacciones lucrativas, convirtió a la plataforma en circo de polémicas y controversias. Los bots, supuestamente erradicados con el certificado de pago, se volvieron plaga devorando la credibilidad. La factura de ese declive ha llevado a que la confianza se evaporara, y con eso la esencia misma de la libertad de expresión que X pretendía defender.

Musk ha usado X como un megáfono para amplificar su propia agenda política y la de figuras alineadas con él. Ha sido rabioso propagandista de Donald Trump y estimulando ciertos discursos que van con su actual postura ideológico-política. Los efectos de sus imposturas se sienten en su valoración: X fue adquirida por 44,000 millones de dólares pero hoy su valor oscila entre 9,400 millones y 19,000 millones, lo que representa una pérdida de valor cercana al 80% (shre.ink/gMba).

Desde que Musk adquirió Twitter, se dio un notable éxodo de usuarios. Después del triunfo de Trump, la fuga se ha ahondado y ha sido acompañada con deserciones de importante medios de comunicación, de escritores y artistas. En una época era cool pertenecer a esa plataforma hoy lo cool es abandonarla. Al mismo tiempo, X sufre una carga financiera significativa, con una fuerte deuda y una severa caída en los ingresos, tema que en este momento no afecta a Musk porque ahora es parte de las ligas mayores de la administración estadounidense, que le reportará recompensas a sus negocios.

Es posible que Musk se haya convencido a sí mismo de que compró Twitter/X para garantizar la libertad de expresión. Pero la escueta verdad es que lo hizo porque quería ser propietario de su pasatiempo personal. Este acto de indulgencia revela un panorama más amplio y preocupante: la creciente brecha entre ricos y pobres. La capacidad de un individuo para acumular tal fortuna y gastarla en un impulso ideológico o personal es un reflejo de la desigualdad económica que azota al mundo. Pero también es un testimonio de la extravagancia de un hombre que compra una plataforma global para alimentar su ego, un lujo que raya en la soberbia. Arrogancia que se ha potenciado con su vinculación a Donald Trump.

Trump anunció recientemente que Musk estará, de manera honoraria, al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). Su papel al frente del DOGE se alinea con una visión conservadora de desregular masivamente diversas áreas clave, de desmontar y reducir al mínimo los apoyos a salud, educación, medio ambiente, relaciones laborales, privacidad y tecnología, relaciones internacionales y tratados comerciales y libertad de expresión. Una estrategia basada en la creencia de que al eliminar regulaciones, dar paso a un Estado mínimo, se liberarán las potencialidades económicas y permitirá a Estados Unidos alcanzar una supremacía económica global. No importa si esos recortes exacerban la desigualdad económica y afectan fuertemente a los sectores más vulnerables de la sociedad, ya que el mercado es el único que coloca a cada persona en el lugar que debe tener en la sociedad y no interesa si se deteriora más la ya de por si maltratada calidad de los servicios públicos esenciales.

La visión de Musk para su nueva tarea es una mezcla de grandiosidad y explotación. Con su sonrisa frívola y actitud despiadada, busca «patriotas» dispuestos a trabajar 80 horas a la semana sin remuneración, bajo el pretexto de que es una tarea para «engrandecer al país». Es una vil explotación laboral, un ultraje a los derechos de los trabajadores. Musk espera atraer a los «mejores» con la promesa de que trabajarán bajo su genialidad, pero en el fondo busca esclavos de élite, con alto coeficiente intelectual, dispuestos a sacrificar su bienestar por la visión de un iluminado.

Lo que desea llevar a cabo Musk es algo que impulsan una caterva de clarividentes como Peter Thiel, Travis Kalanick y otros, que actúan con base en sus propios datos, que aborrecen las regulaciones gubernamentales por considerarlas obstáculos para la innovación y la competencia. Así, la política desregulatoria que trazará Musk no solo socavará pilares esenciales de un abollado Estado benefactor estadounidense, sino que quiere hacer realidad lo que su teóloga Ayn Rand propone en La rebelión de Atlas.

Publicado en La Jornada Morelos, 201124

De menos que cero a Trump

viernes, 1 de noviembre de 2024

 

Bret Easton Ellis (Menos que cero, American Psycho, Glamourama, Lunar Park y Blanco), un cronista mordaz de la decadencia y la vacuidad de la generación X, nació en 1964 en Los Ángeles, en medio del glamur y la frivolidad. Criado en las anodinas calles de Sherman Oaks, en el Valle de San Fernando, él encontró en la escritura refugio para explorar la oscuridad de un sector juvenil de Estados Unidos. A los veinte años, con la audacia de joven narrador maldito, escribió Menos que cero, novela que retrataba la vacuidad existencial de la generación X, la adicción a las drogas y el vacío emocional que ocultaban las fiestas desenfrenadas. Su publicación en 1985 lo catapultó al éxito, convirtiéndolo en millonario a temprana edad y consolidando su nombre como escritor provocador y controversial.

Menos que cero fue provocadora, no solo retrató la vida decadente y superficial de un grupo de estudiantes ricos en Los Ángeles durante los años ochenta, sino por vivir en medio de una alta ingesta de alcohol, drogas y sexo. Desde esa primera novela Ellis no sólo dejó plasmado su interés por los temas sexuales, sino que jugó con la idea de su bisexualidad y dibujó lo que era el camino al éxito de los yuppies.

Su narrativa me cautivó en los años noventa, unida de manera inseparable a los vibrantes ecos de la música que la acompañaban. Las grandes bandas de rock y los músicos emblemáticos de las décadas de los setenta y ochenta desfilaban por los libros de Ellis, convirtiéndose en un seductor ingrediente para quienes gustábamos del rock. Su prosa parecía resonar con los acordes de Led Zeppelin, The Doors, Rolling Stones, The Velvet Underground, Ramones, David Bowie, The Clash o Talking Heads. Aunque su producción literaria fue esporádica, sus obras lograron forjar un núcleo de fieles lectores; sin embargo, hoy el otrora interés que despertaba se ha desvanecido, a medida que las nuevas tecnologías han conquistado la atención de amplios sectores de la sociedad.

En Blanco, Ellis no solo desvela las intimidades de su vida, sino que lanza una estocada certera a la cultura contemporánea. Hoy la narrativa ha perdido fuerza, debido a que la gente está habituada a otro tipo de contenidos, se prioriza el consumo rápido y accesible, haciendo que la escritura profunda y reflexiva pierda relevancia; hoy dominan el entretenimiento visual por lo que prevalece el interés por las redes sociales, el cine y la televisión. Al mismo tiempo, vivimos una era dominada por un consumo fragmentado, las múltiples audiencias consumen varios productos culturales; al mismo tiempo, surgen modalidades de autopublicación que conducen a una saturación de oferta narrativa, haciendo difícil a las obras literarias destacar y captar la atención de los lectores.

Ellis apunta que muchos han caído bajo el embrujo de esa idea de que cualquiera es escritor o dramaturgo, de que cada uno posee una voz especial y algo importante que decir y eso se expresa en las negras fauces de las redes sociales todos los días. Hemos llegado a la era donde la escritura se ha democratizado, en donde se proclama que cualquier persona es competente para narrar. Se proclama que todo el mundo puede escribir un libro, como si las palabras fluyeran con la misma facilidad con que respiramos.

Señala que todo se ha vuelto no solo efímero, sino también de alcance limitado: «del mismo modo que la idea de la gran película americana o el gran grupo musical americano ha empequeñecido, se ha estrechado. Todo se ha degradado por la sobrecarga sensorial y la supuesta libertad de elección que nos ha traído la tecnología y, en resumen, por la democratización de las artes».

Hay algo de razón en esto, pero Ellis no dice nada a la inteligencia artificial (IA), ya que con la misma estamos instalados en la era en que la escritura ya no es importante porque la IA lo puede hacer, lo importante es saber manejar los LLM (Large language models), por lo que para un escritor no importa escribir, son más importante las preguntas (los prompt) que hace a la IA y la posescritura (la depuración de lo escrito por la IA).

Ellis contrasta de manera nostálgica el pasado, su juventud y los años setenta y ochenta que es una crítica a las nuevas generaciones, a los llamados millennials, centennials o nativos digitales. En el pasado se podía discutir con otros y criticar lo que escribía o sus posiciones políticas, «cuando se discrepaba [...] la discusión era racional, cuando las opiniones estaban movidas por la pasión y la lógica. En aquella época la censura corporativa no se aceptaba con tanta facilidad. No podías decir que no deberían haber escrito un programa de la HBO por su presunto (que no demostrado) racismo. Todavía no existía eso del delito de pensamiento, una acusación cotidiana en nuestros tiempos».

Lo que Ellis critica es el llamado «wokismo», la forma de activismo social y político centrado en la justicia social, la igualdad y la lucha contra la opresión, que busca y encuentra injusticia y desigualdad en el lenguaje y muchas acciones diarias. Reflexiona sobre cómo la piel de las nuevas generaciones se ha vuelto muy delgada. «Los millennials, su sensación de tener derecho a todo, su insistencia en tener siempre la razón a pesar de las en ocasiones abrumadoras pruebas en contra, su incapacidad para considerar las cosas en su contexto, su tendencia general a la reacción excesiva y al optimismo pasivo-agresivo…»

Echa de menos su época cuando incluso Hollywood, las universidades y los medios de comunicación eran partidarios de la libertad de expresión, en cambio hoy se regodean en señales contradictorias y la hipocresía moral. «Al grado que se ha terminado por confundir constantemente pensamientos y opiniones con delitos reales. Los sentimientos no son hechos y las opiniones no son delitos y la estética todavía cuenta; y la razón por la que soy escritor es para presentar una estética, cosas que son ciertas sin que tengan que ser siempre reales o inmutables».

En Blanco —publicado en 2020— se da tiempo para analiza que la misma política ha ido a tono con la superficialidad del capitalismo moderno. Ellis analiza la figura de Trump en el contexto de la sociedad actual, en donde es visto por un sector de estadounidenses con fascinación. Las redes sociales son espacios para el resentimiento social y la política canaliza eso. Es verdad que todas las sociedades, independientemente de su nivel de avance, tienen un trasfondo de resentimiento contra los sectores educados y un persistente apego cultural a la sabiduría popular, pero Ellis soslaya que el populismo justamente atiza el resentimiento y nutre la polarización. No sé qué pensará Ellis hoy de Trump, pero en Blanco sugiere que es parte de la anomalía digital, a tono con los tiempos dominados por el culto a lo virtual y lo estridente, pero que no deja de ser una postura política, lo cual es una actitud pobre sobre los terribles efectos que tiene para la vida pública de Estados Unidos el populismo trumpiano.

@tulios41

Publicado en La Jornada Morelos 301024

Poder y progreso

viernes, 1 de noviembre de 2024


Daron Acemoğlu, Simon Johnson y James Robinson, destacados economistas, han sido reconocidos con el Premio Nobel de Economía 2024 por sus investigaciones sobre el papel de las instituciones en el crecimiento económico y la prosperidad. Según su teoría, el éxito de una nación no es fruto del azar, sino del diseño y funcionamiento de sus instituciones políticas y económicas. Los países más prósperos del orbe deben su riqueza a sistemas inclusivos que fomentan la participación, la justicia y la igualdad de oportunidades. Por el contrario, las naciones en desarrollo están frenadas por instituciones extractivas que concentran el poder y los recursos en manos de unos pocos, obstaculizando el progreso. Acemoğlu, Johnson y Robinson desdeñan la idea de que factores geográficos, culturales o la abundancia de recursos naturales sean los principales motores del desarrollo económico. En su lugar, enfatizan la importancia de instituciones sólidas, que promuevan la innovación, la inversión y la movilidad social. Su trabajo resalta la interconexión entre instituciones, crecimiento económico y bienestar social, brindando lecciones para implementar políticas públicas efectivas y un desarrollo sostenible.

Aquí reseñaremos dos de sus obras principales. En una de ellas, y más conocida en México, Por qué fracasan los países, Acemoğlu y Johnson toman como ejemplo a Nogales una ciudad dividida por la frontera entre Estados Unidos y México —la de Arizona y de Sonora—, para ilustrar cómo las instituciones, más que la geografía, la cultura o los recursos naturales, determinan el éxito o fracaso de una nación. Los autores se preguntan: «¿Cómo pueden ser tan distintas las dos mitades de lo que es, esencialmente, la misma ciudad? No hay diferencias en el clima, la situación geográfica ni los tipos de enfermedades presentes en la zona, ya que los gérmenes no se enfrentan a ninguna restricción al cruzar la frontera entre ambos países. Evidentemente, las condiciones sanitarias son muy distintas, pero esto no tiene nada que ver con el entorno de las enfermedades, sino que se debe a que la población al sur de la frontera vive en peores condiciones sanitarias y carece de una atención médica digna».

Las dos Nogales son como dos hermanos gemelos que crecieron en hogares  distintos. Aunque comparten el mismo origen y viven a solo unos kilómetros de distancia, las vidas de sus habitantes son completamente diferentes. En Arizona, la gente vive más tiempo, gana más dinero, tiene mejores escuelas y se siente más segura. ¿Por qué? Porque las reglas del juego son distintas. En Estados Unidos, las instituciones están diseñadas para que todos tengan las mismas oportunidades, mientras que en México el poder suele estar concentrado en pocas manos y las oportunidades son más limitadas.

El capitalismo mexicano, lejos de promover la competencia y el bienestar general, ha consolidado un sistema oligárquico donde una élite se beneficia de manera desproporcionada. La privatización de empresas estatales, como Telmex, ha sido un mecanismo clave para esta concentración de poder. La adquisición de Telmex por parte de Carlos Slim, en condiciones privilegiadas, es un ejemplo emblemático de cómo las élites utilizan su influencia política para enriquecerse a costa del interés público.

En Poder y progreso (escrito por Acemoğlu y Simon Johnson), los autores se adentran en el análisis de la relación entre tecnología, poder y progreso económico, ofrecen un análisis de cómo la innovación tecnológica ha moldeado la historia de la humanidad y cómo, a su vez, el poder político y económico han influido en los derroteros y la dirección de la tecnología.

La obra se entra en analizar la sociedad estadunidense. El texto aborda cómo la IA lejos de generar empleo, está exacerbando las desigualdades globales. Al automatizar trabajos y demandar una fuerza laboral altamente especializada, la IA deja atrás a millones de personas en países en desarrollo, donde los recursos educativos y económicos son limitados. Esta trayectoria tecnológica amenaza con ampliar la brecha entre ricos y pobres. La obra alerta sobre el peligro de que la IA se convierta en una fuerza desestabilizadora en el mercado laboral global. Al automatizar trabajos y demandar una fuerza laboral altamente calificada, la IA amenaza con generar un desempleo masivo en países en desarrollo, con efectos sociales y económicas devastadores.

Es curioso, señalan los autores, que la IA sea tan popular a pesar de no mejorar la productividad de manera significativa ni superar notoriamente las capacidades laborales humanas. Esto suposición se debe a que las empresas que recopilan grandes cantidades de datos obtienen ganancias con la publicidad personalizada. En realidad, un pequeño grupo de emprendedores, ejecutivos, visionarios y, en algunos casos, líderes políticos, son quienes deciden el rumbo de la IA. Sus decisiones determinan quién se beneficia y quién sale perdiendo con la innovación tecnológica.

Los autores reconocen que si bien la tecnología no nace con una dirección predeterminada, nada que tenga que ver con ella es inevitable. En gran medida, la tecnología ha aumentado la desigualdad por las decisiones que toman las empresas y otros actores con poder. La única manera de atenuar los efectos nocivos de la IA depende del papel de las instituciones y las políticas que emprendan. El impacto de la IA en el empleo dependerá de cómo se diseñe, implemente y regule. En tal sentido, las instituciones políticas y económicas desempeñan un papel crucial en la forma en que se adopte y use; se requiere diseñar instituciones inclusivas para garantizar que los beneficios de la IA se distribuyan en la sociedad; los gobiernos deben impulsar el diseño de políticas públicas que promuevan la creación de empleos de calidad, la educación y la capacitación, y que protejan a los trabajadores de los efectos negativos de la automatización, pero también los autores enfatizan que las personas no capacitadas o desplazadas por la IA puedan seguir teniendo actividades que llevar a cabo.

Además, se sugiere implementar una reforma fiscal, ya que el sistema tributario actual en muchas economías industrializadas incentiva la automatización. La idea es eliminar las desgravaciones excesivas para las empresas que invierten en software y maquinaria. El objetivo es que las compañías que invierten en tecnología para la automatización no continúen pagando impuestos más bajos que las aplicadas a la mano de obra humana para realizar las mismas tareas. Esta desigualdad fomenta la automatización y esta política también se observa en los sistemas fiscales de otras economías occidentales, aunque en algunos casos, el desequilibrio es menos marcado.

Las instituciones políticas y económicas tienen un papel fundamental en cómo se gestiona la transición hacia una economía impulsada por la IA. Para los autores regular la IA es necesario, pero fragmentar las grandes tecnológicas y emprender acciones antimonopolio contra los gigantes tecnológicos es una medida complementaria al objetivo más importante: alejar la tecnología de la automatización, la vigilancia, la recopilación de datos y la publicidad digital.

@tulios41

Publicado en La Jornada Morelos 231024

Medios públicos y retrocesos

viernes, 1 de noviembre de 2024

 

Navegan entre dos aguas, por un lado pueden dar vida a  producciones de calidad, tener buenos espacios culturales alejados de fines comerciales; por otro, en materia de análisis de la realidad social y política su lente es corto y parcial, tienen urticaria por la diversidad de opiniones y posturas del espectro político. Así ha sido el caminar de los medios públicos en nuestro país.

A pesar de que artículo décimo transitorio de la reforma constitucional en materia de telecomunicaciones y radiodifusión de 2013 indica que los medios públicos deben ser plurales, no oficiales, eso es letra muerta. El citado artículo indica que los medios públicos federales, locales y de instituciones públicas «… que presten el servicio de radiodifusión deberán contar con independencia editorial; autonomía de gestión financiera; garantías de participación ciudadana; reglas claras para la transparencia y rendición de cuentas; defensa de sus contenidos; opciones de financiamiento; pleno acceso a tecnologías, y reglas para la expresión de diversidades ideológicas, étnicas y culturales».

El caminar en ese terreno ha sido desigual. Mientras que en los medios federales se avanzó desde el año 2000 hacia una mayor pluralidad, aunque con limitaciones financieras y debilidades editoriales, en los medios estatales esto ha sido prácticamente inexistente. Los medios públicos locales, han funcionado como extensiones de comunicación social, actuando como portavoces de los gobernadores en turno y replicando las políticas gubernamentales sin cuestionamiento. Han ignorado la diversidad social y política de sus regiones, enfocándose únicamente en destacar las políticas del gobierno. Sin embargo, esto no ha impedido que, ocasionalmente, cuenten con producciones de calidad en áreas culturales o científicas.

Si bien los medios públicos habían iniciado un camino hacia una programación más plural, reflejando la diversidad de la sociedad y la pluralidad política en sus noticiarios, este avance se dio a partir del año 2000, pero se vio truncado en el último sexenio. Debe reconocerse de imperfecciones y desafíos que aún persistían y deberían de subsanarse, pero lo logrado era un progreso no despreciable y eso lamentablemente se revirtió en el pasado sexenio.

Un claro ejemplo de esa regresión se manifiesta en la inefable «Hora Nacional», que durante el mandato de López Obrador regresó a ser mero apéndice de su área de comunicación social y un vehículo de propaganda gubernamental. Este fenómeno también se refleja en medios públicos como los Canales 11, 22 y 14 (SPR), siendo este último el más evidente en cuanto a su sesgo, ya que se dedica exclusivamente a transmitir contenidos que exaltan las políticas del gobierno morenista y sus funcionarios, alineándose con los intereses del régimen.

En enero de 2019, López Obrador declaró que esos medios públicos se convertirían en promotores de las libertades, la inclusión y la diversidad, además de espacios abiertos a difundir propuestas para abordar problemas sociales. Esta afirmación se realizó al presentar los nuevos coordinadores y directores del Sistema Público de Radio y Televisión, donde se prometió autonomía para los medios federales, pero también planteó la creación de un sistema unificado entre los sistemas públicos de comunicación con el fin de «informar con objetividad, profesionalismo e independencia». Afirmó que, a pesar de ser estaciones de radio y canales de televisión del Estado, no habría injerencia del gobierno en la información a transmitir. Pero fue mera añagaza, como lo confirmaron las programaciones de tales medios.

Se dijo que se crearían en las entidades sistemas públicos de radiodifusión que replicarían esa idea. Se habló de que la Ciudad de México y el Estado de Veracruz serían los sistema modelos o pilotos a replicar. Se puede decir que en la simulación se avanzó, y mucho, ya que sí se conformó en la Ciudad de México el SPR. Sin embargo, solo a eso se llegó.

Esa idea de pluralizar y dar paso a una verdadera etapa democrática de los medios públicos fue parte de esa logorrea que tan bueno fue para difundir el gobierno en el sexenio pasado. El ejemplo tangible de esto fue que 21 de diciembre de 2021 se dio a conocer el decreto de creación del Servicio de Medios Públicos de la Ciudad de México que de entrada violaba la Constitución capitalina que establece en su artículo 16 que «los poderes públicos crearán un Sistema Público de Radiodifusión de la Ciudad de México [...] operado por un organismo público descentralizado», independiente y, por tanto, no sectorizado. Pero el nuevo Servicio de Medios Públicos de la Ciudad de México quedó adscrito a la Secretaría de Cultura, pasando a ser un medio oficialista al servicio de la administración en turno.

La Constitución capitalina establecía —y sería similar en todo los SPR que se crearían— que se conformarían por consejos de administración y como órgano de gobierno por integrantes mayoritariamente ciudadanos sin compromisos partidarios. Además, se estipulaba que quien coordinara tal sistema sería designado por el Consejo de Administración, a partir de una terna propuesta por el Congreso de la Ciudad de México. Sin embargo, esta norma no se cumplió, ya que Claudia Sheinbaum nombró directamente al titular.

El Servicio de Medios Públicos de la Ciudad de México nació como medio oficialista y se anuló de facto la autonomía administrativa y de gestión del nuevo servicio, pero al mismo tiempo se convirtió en el ejemplo de cómo deberían de ser los medios públicos en general y el proceder de la 4T, de manera que a lo largo del año pasado se retrocedió en este terreno; de hecho, los otrora SPR proyectados nunca se implementaron.

La situación en las entidades sigue estancada, igual que en el pasado. No hay un retroceso notorio porque siempre han sido medios sumidos en el atraso. En esencia, han actuado como simples propagandistas de los gobiernos estatales. Esto se debe, en parte, a las audiencias escasas, a un sector que a cambio de tener un espacio para difundir su trabajo optan por ignorar o hacer como si no tuvieran ojos para ver la falta de diversidad de perspectivas que prevalece en tales medios. En última instancia, ese tipo de audiencias son los mayores obstáculos para los medios públicos, ya que perpetúan la falta de pluralidad y limitan la diversidad de voces y opiniones. Esto refleja una dinámica en la que la conveniencia y el mantenimiento del statu quo prevalecen sobre la búsqueda de medios más plurales y equilibrados en ideas y perspectivas.

Hoy no faltan las opiniones esperanzadas que ante nombramientos como el de Renata Turrent en la dirección de Canal 11, piensen que vienen mejores tiempos para ese medio y los otros. Sabiendo lo que Claudia Sheinbaum hizo con los Medios Públicos de la Ciudad de México, es de esperar que tales medios de difusión de Estado seguirán o contribuirán a la reproducción ideológica de la llamada 4T.

@tulios41

Publicado en La Jornada Morelos 161024

La visión de Nexus

viernes, 1 de noviembre de 2024

 

Yuval Noah Harari, sin duda alguna es un destacado pensador contemporáneo que se ha ganado el título de «historiador del futuro». Sus análisis de eventos históricos se entrelazan con las tendencias tecnológicas actuales, permitiéndole proyectar posibles caminos para la humanidad. Harari explora los peligros y beneficios que las nuevas tecnologías conllevan, ofreciendo una visión profunda de nuestro futuro.

En Nexus, Yuval Noah Harari nos lleva en un viaje fascinante a través de la historia de la humanidad, vista a través del prisma de la información. Desde las primeras inscripciones rupestres hasta las complejas redes y plataformas de la IA, Harari explora cómo la información ha moldeado sociedades, culturas y sistemas políticos desde la Edad de Piedra hasta la era actual dominada por la IA. Con su prosa clara y su visión panorámica, Harari teje una narrativa cautivadora que nos alerta sobre los peligros que acechan en el horizonte digital. El título, Nexus, que significa conexión, refleja el punto de convergencia entre historia, tecnología, cultura y política que se explora a lo largo del libro. Harari argumenta que la IA crea nuevas formas de conexión, redes de información que transforman radicalmente los esquemas de información preexistentes, acercando cada vez más a humanos y máquinas.

La obra se divide en dos grandes secciones temporales. La primera se centra en el pasado, donde se analiza la evolución de la información, desde la comunicación oral hasta los medios masivos de comunicación, pasando por diversos formatos/interfaces como las tablillas de arcilla, los periódicos, la radio o la televisión. La segunda sección se enfoca en el presente y futuro, examinando las nuevas modalidades de información: la revolución digital y el papel de la IA en la configuración de nuestras dinámicas sociales y políticas. Se enfatiza en los desafíos y riesgos asociados con el uso de la IA y su impacto potencial en nuestra sociedad.

Según Harari, la información trasciende su papel de reflejar la realidad, ya que también establece vínculos cruciales entre los grupos humanos para interpretar la realidad. A través de ejemplos históricos que van desde textos sagrados hasta fenómenos contemporáneos como el populismo y la desinformación en las redes sociales, el autor analiza cómo diversas sociedades han aprovechado la información para moldear el orden social y político.

En la sociedad contemporánea, la información se ha convertido en un valor supremo, y se supone que su abundancia garantiza decisiones informadas. Pero esta suposición descansa sobre un mito: la información es objetiva y neutral (idea ingenua de la información). En realidad, la información es una construcción subjetiva, influenciada por intereses y poderes, lo que desafía la idea de que cantidad y calidad son sinónimos.

La ingenuidad de creer que la información es un espejo fiel de la realidad ha sido explotada por discursos populistas y de la posverdad. Estos, al apelar a emociones y prejuicios, polarizan y generan desconfianza. La IA, al automatizar la desinformación y personalizarla, profundiza esta crisis, relativizando la verdad y creando «burbujas de filtro». Las grandes plataformas, que se presentan como herramientas de unión, en realidad fomentan lo contrario. El peligro radica en la contradicción entre su imagen y sus efectos concretos. Harari nos alerta sobre el surgimiento de una IA «objetiva», carente de subjetividad, lo cual, paradójicamente, la convierte en una amenaza.

Según Harari, la IA es la expresión de una inteligencia «pura», carente de pasiones, de racionalidad «fría», la hace muy atractiva y seductora, pero al mismo tiempo eso constituye su mayor riesgo. La IA adquiere una capacidad que en teoría la hace presentarse como no influenciada por opiniones, creencias o emociones personales, lo que para muchos es una inteligencia objetiva que no se apoya en dogmas o suposiciones. Esto es lo que lleva a Harari, a ver a la IA como una fuerza transformadora más poderosa que cualquier potencia económica o ideología.

La IA, pues, es el tema más candente del libro, que de acuerdo con el autor está a punto de alcanzar un nivel de sofisticación suficiente (tal vez cuando sea una IA general), para tomar decisiones que escapan al control humano. En el momento que eso suceda la IA se convertiría, con su capacidad de agencia, en un actor global con intereses propios, que entrarán potencialmente en conflicto con los de la humanidad. La velocidad de desarrollo de la IA lleva un ritmo exponencial, ante lo cual son rebasadas las instituciones políticas y sociales para adaptarse. Esto la hace una fuerza disruptiva capaz de remodelar rápidamente el orden mundial. La IA podría llevar al desarrollo de armas autónomas que toman decisiones de vida o muerte sin intervención humana. Esto presenta serios dilemas éticos y de seguridad para la humanidad.

Harari sostiene que la IA representa un riesgo significativo para la democracia y la civilización en su conjunto. Argumenta que, sin un marco regulatorio robusto, la IA podría ser empleada para manipular a las masas y debilitar los fundamentos democráticos. Además, advierte sobre su potencial para ser utilizada con fines destructivos que amenacen a la humanidad. A medida que la IA siga avanzando en sofisticación, existe el peligro de que tome decisiones cruciales en nombre de los gobiernos, incluyendo la gestión de presupuestos, la asignación de recursos y el control social. Este escenario plantea un riesgo particular si gobiernos populistas utilizan la IA para facilitar la conformación de regímenes totalitarios.

El problema es que regular la IA es una cuestión intrincada que requiere un equilibrio fino. Es fundamental considerar diversas perspectivas para no limitar el avance de esa tecnología, pero también es crucial que los responsables de legislar tengan una comprensión sólida de la IA. Lamentablemente, esta combinación de conocimientos y experiencia es rara entre los legisladores en nuestra nación y en muchas otras.

Pero Harari advierte que la IA pone en riesgo la civilización, pero ¿no es una exageración? La historia demuestra que los humanos hemos sido nuestros peores enemigos, nos gusta exterminarnos de mano de principios y varias estupideces más, provocando devastadoras guerras y conflictos en nombre de ideologías, creencias e intereses. La Segunda Guerra Mundial, con su estremecedor balance de más de 60 millones de muertos, es un ejemplo trágico de nuestra propensión a la autodestrucción.

Si tememos porque la IA puede ser «diabólica», en realidad lo que estamos diciendo es que recelamos de que ella nos pueda superar en eso en donde hemos dado cátedra. Hoy estamos al borde de una catástrofe climática por el calentamiento global; hemos desestabilizado el clima de manera alarmante y con ello nos estamos destruyendo a nosotros mismos. A pesar de ser conscientes de que necesitamos de todos los ecosistemas de la biósfera para poder vivir como especie, seguimos destruyéndolos, desestabilizando la atmósfera y contaminando el planeta. Homo sapiens, pues, no es una perita en dulce, destaca por su destreza mental y creativa, pero también sobresale por su maldad, crueldad y afán de destrucción; los datos científicos son contundentes: la actividad humana está provocando una extinción masiva de especies a un ritmo sin precedentes. La defaunación, impulsada por la pérdida de hábitats, la caza y el cambio climático, es una de las principales causas de esta crisis. Homo sapiens se ha convertido en la fuerza geológica dominante, con un impacto desproporcionado en los ecosistemas.

La discusión sobre el papel de la IA, su estatuto epistemológico y su «naturaleza peligrosa» que Nexus expone, se asemeja al debate que enfrentamos hoy con la definición de vida. La biología sintética, la virología y la astrobiología se enfrentan a entidades que pueden considerarse «vivas» pero que no poseen una vida celular tradicional. Al fin de cuentas, hoy la IA es una más de las expresiones o entidades que trastocan nuestras certidumbres:  nos lleva a ver en lo inmediato consecuencias fatales para la humanidad. Pero vale la pena recordar la ley de Amara, «tendemos a sobreestimar el efecto de una tecnología en el corto plazo y a subestimar el efecto en el largo plazo».

Publicado en La Jornada Morelos 091024

@tulios41

¿Quién inventó internet?

jueves, 3 de octubre de 2024

 

Vista como un destello de luz en la oscuridad, un latido de esperanza en el silencio ocasionado por el no saber, la invención ha tenido un papel fundamental en el desarrollo de la humanidad. Ha sido la semilla insaciable para alimentar esa sed por lo nuevo que acompaña a la humanidad. En el pasado se asoció que su surgimiento provenía de la curiosidad, de la inquietud por dar respuestas a los misterios que acompañan al mundo, pero ha sido el recurso para desafiar reglas establecidas y la forma más inteligente de encontrar soluciones donde solo se veían problemas.

Una revolución tecnológica no nace por la pura ocurrencia de alguien, es resultado de la conjunción de distintos esfuerzos y talentos, de grandes mentes, de indagaciones provenientes de diferentes tiempos y que al ser retomados y unidos a otros recientes los investigadores o inventores ensamblan diversas herramientas para generar nuevos y, en ocasiones, revolucionarios productos. Para que esto sea factible tiene que existir un entorno propicio, vivirse un momento coyuntural que lo permita. En el caso de la computadora, su nacimiento se gestó en la mente de Alan Turing, quien en un artículo sentó las bases para la creación de una máquina lógica basada en el universo binario, el lenguaje del 0 y el 1. Este concepto, tan simple como brillante, se materializó en 1945 con la construcción de ENIAC, una máquina colosal diseñada por John Presper Eckert y John Mauchly, que se erigió como la primera computadora de la historia..

De hecho, para ese entonces ya en varias partes del orbe la construcción de la computadora se ideaba, había sido impulsada por varias personas, como lo refiere Walter Isaacson en su buena obra Los Innovadores: la historia de los genios que crearon internet. Eso es algo que suele ocurrir en períodos de invención efervescente, y eso que es cierto en el caso de la computadora, también lo es para internet: la misma idea es presentada o planteada por varias personas casi al mismo tiempo y en tal caso es difícil, e inútil, tratar de establecer su paternidad. Una patente puede ser una referencia en lo referente a algunas invenciones, pero no la demostración fehaciente de que quien lo haga fuera la primera persona que se planteó la creación de dicha herramienta.

En el libro de Isaacson se ve que una revolución tecnológica es el resultado de aspectos centrales: el talento de los innovadores, pero también del contexto que se vive y facilita dicha invención, de las redes y comunidades que pueden ser fundamentales para hacer factible los avances y descubrimientos. Además, las invenciones se nutren del pasado de manera que detrás de una invención existen muchas voces que la acompañan.

El libro de Isaacson si bien no es una historia de internet o de la computadora, sí es un recorrido por personajes importantes que contribuyeron al desarrollo de la computación e internet; el texto inicia con Ada Lovelace, considerada la primera programadora digital, y sigue con otros innovadores como Vannevar Bush, Alan Turing, John von Neumann, J.C.R. Licklider, Doug Engelbart, Robert Noyce, Bill Gates, Steve Wozniak, Steve Jobs, Tim Berners-Lee y Larry Page. A través de sus historias, el libro revela cómo estos talentosos inventores convirtieron sus ideas visionarias en realidades disruptivas y cómo su capacidad para colaborar y trabajar en equipo los hizo aún más creativos.

Por ello, el nacimiento de internet no se explica sin un ingrediente humano esencial: la cooperación. Es la concurrencia de talentos la que destaca en la confección de la misma. Internet es una herramienta cooperativa que es resultado de múltiples asociatividades. Muestra de ello es que no podemos decir con precisión a quién le corresponde ser considerado el creador de internet, pero sí sabemos que existen varias personas que fueron fundamentales para que dicho hallazgo tecnológico fuera factible.

En la creación de la red de redes hay aportes de talentos como Licklider, Bob Taylor, Larry Roberts, Steward Brand, Robert Khan, Vinton Cerf, Jon Postel, Steve Croker, Paul Baran, etcétera. Además, habría que agregar a hackers, hippies y una serie de usuarios pertenecientes a diversos sectores. Una historia que ha sido recogida de forma magistral, aunque parcialmente, por Katie Hafner y Mateehew Lyon en Where Wizards Stay Up Late. A los nombres registrados en este libro se deben añadir docenas, si no cientos de otros. Internet no sólo es el resultado de un conjunto de tecnologías sino también de una multiplicidad de invenciones. Internet es el genuino resultado de la inteligencia colectiva.

Pero si bien al inicio se podía pensar, que la red era un genuino producto de la generación de los baby boomers, en realidad poco después surgieron los aportes de la generación X o más reciente de los millennial; pero todas estas invenciones y contribuciones, derivan de estrategias científicas y bélicas que se remiten a la Segunda Guerra Mundial. Por eso se puede decir que si bien internet es un producto sobre todo de la generación boomer, la misma hubiera pasado sin pena ni gloria sin los aportes de las siguientes generaciones.

Pero en los tiempos que corren la innovación y el desarrollo tecnológico son cada vez más el resultado de esfuerzos colectivos y colaborativos, que esfuerzos individuales. Esto es el resultado del contexto en que se gestan las invenciones, por un lado está la complejidad que pueden tener algunos descubrimientos que demandan conocimientos y habilidades interdisciplinarias. De hecho ya desde los años sesenta del siglo pasado los esfuerzos colectivos eran una realidad: el Proyecto Apollo fue resultado de un equipo de miles de ingenieros y científicos de NASA que trabajaron juntos para llegar a la Luna. Internet es otro ejemplo notorio de eso. Hoy la labor científica y tecnológica está globalizada, con lo cual el intercambio de ideas a nivel global se ha vuelto rutinario y existe una fabulosa actitud hacia la colaboración; hoy los expertos en diferentes campos trabajan juntos para abordar problemas complejos; al mismo tiempo, la industria y la academia fomentan la cooperación y el trabajo en equipo.

Bajo este contexto es imposible pensar, por ejemplo, que el Proyecto Genoma Humano hubiese sido resultado de un esfuerzo individual, ya que concretarlo fue un esfuerzo internacional que involucró a miles de científicos; recientemente a escala mundial estuvimos inmersos en una pandemia, la de Covid-19, que para atacarla o frenarla requirió de trabajo y colaboración entre empresas farmacéuticas, universidades y organismos gubernamentales. Si bien es absurdo pensar que la innovación individual ya no sirve para nada, ya que todavía tiene su importancia, la misma para ser eficaz debe integrarse en un contexto más amplio de colaboración y trabajo en equipo.

Esto mismo lo resumió en su momento Paul Baran, uno de los creadores de internet, quien señaló que la creación de la primera red podría verse de la siguiente manera: «el proceso de desarrollo tecnológico es casi como construir una catedral. En el transcurso de varios cientos de años, nuevas personas se acercan y cada una de ellas coloca un ladrillo sobre las antiguas construcciones, cada una de las cuales dice: construiré una catedral, al mes siguiente se coloca otro ladrillo sobre el anterior. Luego viene un historiador que pregunta: bueno, ¿quién construyó la catedral? Pedro agregó algunas piedras aquí y Pablo agregó algunas más. Si no se tiene cuidado, se puede creer que alguien hizo la parte más importante. Pero la realidad es que cada aporte tiene que seguir o continuar sobre trabajos anteriores. Todo está ligado a todo lo demás».

Eso también de cierta forma lo refirió Alexander Graham Bell: «El gran problema con los inventos es que no se hace uno solo, sino que se hace sobre la base de lo que otros han hecho antes». Hoy nuevos ladrillos se siguen agregando a internet, para hacerla una tecnología virtual en cuanto está siempre en permanente actualización.

@tulios41

Publicado en La Jornada Morelos, 021024.

La lucha por los semiconductores

miércoles, 25 de septiembre de 2024

 

El libro Silicon Triangle (shre.ink/gRsI) es un análisis amplio de la manera en que se interconectan los aspectos económicos, políticos y geopolíticos en la producción de semiconductores. En particular el libro explora esa situación que vive Estados Unidos respecto a Taiwán y China en el contexto de la seguridad global y el papel que juegan las nuevas tecnologías, en particular los semiconductores. La obra fue coordinada a tres teclados por Larry Diamond, James O. Ellis Jr. y Orville Schell, en donde convergen análisis sobre tecnología, economía, estrategia militar, industria y política. La obra es el resultado de las deliberaciones y análisis de un grupo de trabajo multidisciplinario conformado por tecnólogos, economistas, estrategas militares, actores de la industria y expertos en políticas regionales. A lo largo de 18 meses este grupo trabajó para analizar la dinámica de la cadena de suministro global en semiconductores.

Debemos recordar que los semiconductores son el ingrediente fundamental de los chips, son como el barro que se usa para moldear las piezas de cerámica. Sin ellos, los chips, esos componentes electrónicos que impulsan nuestros dispositivos, simplemente no existirían. Hoy día la batalla está en la producción de semiconductores, que se dividen en intrínsecos y extrínsecos, pero son los segundos los más utilizados en la inteligencia artificial (IA) y Taiwán Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) es la líder en este campo.

Estos semiconductores permiten que se pueda ajustar la conductividad y crear dispositivos complejos por lo cual son ideales en la producción y dominio de los circuitos integrados avanzados, esenciales para el desarrollo de tecnologías de punta como la IA, la computación en la nube y la internet de las cosas; además, son clave para las cuestiones de seguridad, amén de ser significativos desde el punto de vista económico, al ser estratégicos para desarrollar productos innovadores y competitivos en los mercados globales.

El libro está centrado en la importancia de los semiconductores en la economía global y su papel en la seguridad nacional de Estados Unidos, son el factor esencial en la lucha que mantiene ese país con China por la hegemonía en el campo de la IA. El libro refiere que la dependencia de Taiwán para producir semiconductores y la creciente presión china sobre esa pequeña nación para controlarla directamente es un desafío para la seguridad global. Para abordar ese problema, los autores ofrecen una serie de recomendaciones para que Estados Unidos y aliados aseguren una cadena de suministro confiable de semiconductores.

Para comprender lo complicada que es la cadena de suministro, de la logística endiablada que eso conlleva citemos a los autores: «ningún país tiene ahora una cadena de suministro de chips completamente autónoma. […] cada ciclo de producción ahora implica una colaboración multinacional extremadamente compleja. Las herramientas y el diseño de software se realizan en gran medida en Estados Unidos. Las herramientas de fabricación extremadamente sofisticadas, como las máquinas de litografía, se producen principalmente en Estados Unidos, Países Bajos y Japón. La fabricación y el embalaje se efectúan en Taiwán y Corea. Las pruebas se realizan en gran medida en China y el sudeste asiático, y el ensamblaje de dispositivos terminados se centra predominantemente en China, junto con alguna migración reciente a Vietnam e India».

En tal sentido, los autores señalan que Estados Unidos deben diversificar su cadena de suministro de semiconductores, reducir su dependencia de Taiwán y China, y aumentar su producción doméstica de semiconductores extrínsecos; pero al mismo tiempo, debe fortalecer su cooperación con Taiwán en el ámbito de la fabricación de semiconductores, incluyendo colaboraciones en investigación y desarrollo, intercambio de personal y evaluaciones conjuntas de vulnerabilidades en la cadena de suministro.

De igual manera, los autores reconocen que si bien es necesario no depender tanto de Taiwán por ahora es un socio estratégico, y lo es porque el sistema de fundición ultramoderno y bien administrado de Taiwán ha permitido a esa nación producir más del 90 por ciento de los chips lógicos de vanguardia del mundo y más del 20 por ciento de sus chips heredados, que en conjunto contribuyen a casi el 40% del incremento agregado de potencia computacional del mundo cada año. Debe recordarse que los chips lógicos realizan operaciones complejas, mientras que los heredados tienen funciones específicas y limitadas: mientras los lógicos se diseñan para realizar operaciones complejas y son más eficientes, los heredados son específicos para aplicaciones antiguas y menos eficientes. Por eso la IA usa principalmente los chips lógicos, los diseñados para procesamiento de información compleja y aprendizaje automático.

Por tal aspecto es que los autores recomiendan que al mismo tiempo Estados Unidos trabaje en detener la agresión china hacia Taiwán, incluyendo la venta de armas y la coordinación de entrenamiento entre fuerzas militares en el Indo-Pacífico; también se debe desarrollar una estrategia integral de seguridad que abarque la producción, el comercio y la defensa, para asegurar la continuidad de la cadena de suministro de semiconductores.

El fuerte del libro está en manejar un enfoque interdisciplinario, en donde se combinan los análisis tecnológicos, económicos, las cuestiones de estrategia militar y la política regional. Los autores presentan un análisis detallado y bien documentado de la situación actual y ofrecen recomendaciones prácticas y realistas para abordar los desafíos que enfrenta la seguridad global de los semiconductores.

Sin embargo, el libro también tiene algunas debilidades. Algunos lectores pueden encontrar que el texto es demasiado técnico y especializado, que puede ser difícil de seguir para quienes no tienen un conocimiento previo en los temas abordados. Además, aunque el libro ofrece recomendaciones detalladas, no proporciona un plan de acción claro y específico para implementarlo.

Como es característico en este tipo de obras, el análisis se centra en la perspectiva estadounidense, no se hace un análisis crítico de la industria de Taiwán y China, las posturas y estrategias que los chinos toman al respecto, tampoco aborda las implicaciones éticas y sociales de la dependencia de los semiconductores y de la misma batalla que se libra por la hegemonía en ese sector. Además, no se abordan los efectos que esa disputa tiene en otras zonas del orbe. Asimismo, se dejan de lado las erráticas políticas industriales de Estados Unidos que en medio del frenesí de la globalización de los años sesenta y setenta del siglo pasado, llevó a las grandes tecnológicas a exportar su know how a China con el fin de fabricar productos a un menor costo de producción pero eso terminó fortaleciendo competitivamente a China. El impacto de los semiconductores y la disputa por la IA es el resultado de esas erráticas políticas.

@tulios41

Publicado en La Jornada Morelos 

https://www.lajornadamorelos.mx/opinion/la-caza-digital-72/

Las batallas de X

viernes, 20 de septiembre de 2024

 

Como se sabe el 8 de enero de 2023 una turba de partidarios del otrora presidente brasileño Jair Bolsonaro, irrumpieron en el Congreso, el Palacio de Planalto y el Tribunal Supremo, demandando que Bolsonaro fuera reinstaurado como presidente y se destituyera al hoy presidente, Lula da Silva. Ese violento suceso —copia de lo sucedido en el Capitolio de Estados Unidos en enero de 2021— fue condenado por amplios sectores en la sociedad brasileña y se tipificó como intento de golpe de Estado. En tal escenario las redes sociales tuvieron un papel destacado, particularmente X, tanto en la organización y promoción de las protestas y los mismos actos violentos ocurridos en Brasil.

Ese es el contexto en el que se ubica la decisión más reciente del magistrado Alexandre de Moraes, del Supremo Tribunal Federal de Brasil, de suspender temporalmente el servicio de X en Brasil. Posterior a esa invasión de los edificios de los diversos poderes de Brasil ya referidos, se desprendieron una serie de investigaciones y requerimientos a X para que eliminara perfiles y mensajes de determinada personas, cuestiones que fueron no solo incumplidas sino atacadas por el dueño de X.

Elon Musk respondió, cual su estilo, con exabruptos y elevando la apuesta, cerró sus oficinas en Brasil y se negó a acatar las medidas. Sin embargo, como es característico de él (ya que no traga ácido sulfúrico ni es imbécil), posteriormente empezó a cambiar de postura y se dijo dispuesto a dialogar con las autoridades para acatar los requerimientos, entre las cuales están también las multas, que se han hecho a su empresa. Entre más tiempo pase sin solventar eso sus empresas pierden más dinero.

Mal hicieron quienes celebraron las posturas de Musk y lo enaltecieron como la quintaesencia de la libertad de expresión, pero también errónea fue la postura de los fundamentalistas que ven en Musk la encarnación del averno y se inclinaron a celebrar la medida de las autoridades judiciales brasileñas, considerándola impoluta y democrática, pero pasaron por alto los desatinos, desconocimientos de las autoridades brasileñas en la manera de operar de las tecnologías digitales y, de paso, violentar los derechos de los usuarios.  

Para nadie es un secreto que las Big Tech son buenas en eso de no respetar leyes en diversos países. Un argumento común, que en diversos momentos sí les valió, fue que las sanciones y decisiones judiciales en otras naciones no eran válidas por la carencia de jurisdicción: sus domicilios fiscales estaban fuera de dicha nación, o en su defecto que las filiales registradas fuera de Estados Unidos no tenían relación con la empresa principal que administra dicha firma de internet. Esa situación prácticamente se ha solventado en la inmensa mayoría de países que han hecho obligatorio tener representación legal, tal como lo evidencia la nueva legislación europea de plataformas digitales: la Ley de Servicios Digitales.

En Brasil la confrontación resulto disonante porque el dueño de X, Elon Musk, se enfrascó directamente en una disputa verbal con los jueces, cuestionó la integridad de la misma justicia brasileña y se burló de ella. Fue un auténtico desafío, pero es cierto que la medida de la autoridad judicial de suspender totalmente un servicio fue desproporcionada porque afectó a todos los usuarios de X en Brasil, la mayoría no tenían o no estaba vinculada con la decisión judicial inicial.

En el afán de que X entregara los datos y bloqueara a determinadas personas, usuarios de la misma, se afectaron a millones de personas que no tenían nada que ver con tales actos sancionados. Pero eso tampoco sirvió para hacer que los usuarios comprendieran el valor del respeto de las normatividades, que acataran la sentencia porque la gente se volcó a usar los servicios de VPN; a raíz de la prohibición el uso de VPN en Brasil se disparó de manera notoria: tuvo un incremento de 1600% en pocos días (shre.ink/gwg3). Cuestión que refleja el rechazo de usuarios a la censura y su deseo de acceder a X, que la misma es una plataformas de comunicación que les es necesaria.

Sin embargo, el affaire X en Brasil tiene otras implicaciones porque lleva a cuestionarse si para una empresa es obligatorio dar respuesta positiva a todo requerimiento o prohibición que le haga una autoridad judicial, independientemente del tipo de gobierno o régimen que se trate, o debe de hacerlo sólo cuando emanen de un gobierno democrático. Por un lado, está la cuestión de si es válido, si su sentencia está fundada. Pero no solo eso, es fundamental que quien sanciona tenga la capacidad de considerar los efectos técnicos y prácticos de las medidas que desea implementar, porque en el caso de un ecosistema de comunicación digital cualquier medida que se tome se traduce en consecuencias directas e indirectas, de derivas que tienen múltiples consecuencias no deseadas en la comunicación de las personas.

La negativa de X a cumplir las órdenes judiciales ha sido interpretada por algunos analistas como una decisión política de Musk, más que una preocupación genuina por la libertad de expresión. Esto tiene sentido cuando vemos que tiene abiertos varios litigios en distintos de Europa, pero en donde sí ha decidido litigar las demandas. Es decir, Musk tiene en su radar distintas maneras de proceder, dependiendo del país que lo sancione.  

Más allá de eso, también es cierto que la justificación de las autoridades brasileñas para bloquear VPNs a menudo se basa en razones de seguridad nacional o control de contenidos, dichas medidas violentan los derechos humanos de las personas: para empezar violenta el derecho a la privacidad, ya que la idea de sancionar a quienes usen las VPNs equivale a monitorear a los usuarios y violentar derechos de privacidad; afecta la libertad de expresión e impide que las personas puedan acceder a información y la capacidad de expresarse libremente en línea. Además, las mismas autoridades brasileñas vieron que eran medidas absurdas —como lo fueron en su momento también contra WhatsApp—, se dieron cuenta de la dificultad y la ineficacia de bloquear el acceso a X vía VPNs, optaron por recular y ya no aplicar la medida. Sin olvidar que la medida generó críticas a nivel nacional e internacional, lo que pudo influir también en la decisión de revocarla.

A medida que el caso de X en Brasil siga en desarrollo, porque eso aún no concluye, sigue vigente la reflexión del tema sobre la importancia de la libertad de expresión, la responsabilidad de los actores privados en la esfera pública global, el cumplimiento de estándares internacionales de derechos humanos, la importancia de actualizarlos de cara a los avances tecnológicos, y el papel mismo de justicia en la aplicación de la ley y los retos que enfrenta en esa tarea (shre.ink/gwge).

* @tulios41

Publicado en La Jornada Morelos: https://www.lajornadamorelos.mx/opinion/la-caza-digital-71/

 
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