Daron Acemoğlu,
Simon Johnson y James Robinson, destacados economistas, han sido reconocidos
con el Premio Nobel de Economía 2024 por sus investigaciones sobre el papel de
las instituciones en el crecimiento económico y la prosperidad. Según su
teoría, el éxito de una nación no es fruto del azar, sino del diseño y
funcionamiento de sus instituciones políticas y económicas. Los países más
prósperos del orbe deben su riqueza a sistemas inclusivos que fomentan la
participación, la justicia y la igualdad de oportunidades. Por el contrario,
las naciones en desarrollo están frenadas por instituciones extractivas que
concentran el poder y los recursos en manos de unos pocos, obstaculizando el
progreso. Acemoğlu, Johnson y Robinson desdeñan la idea de que factores
geográficos, culturales o la abundancia de recursos naturales sean los
principales motores del desarrollo económico. En su lugar, enfatizan la
importancia de instituciones sólidas, que promuevan la innovación, la inversión
y la movilidad social. Su trabajo resalta la interconexión entre instituciones,
crecimiento económico y bienestar social, brindando lecciones para implementar políticas
públicas efectivas y un desarrollo sostenible.
Aquí reseñaremos
dos de sus obras principales. En una de ellas, y más conocida en México, Por
qué fracasan los países, Acemoğlu y Johnson toman como ejemplo a Nogales
una ciudad dividida por la frontera entre Estados Unidos y México —la de
Arizona y de Sonora—, para ilustrar cómo las instituciones, más que la
geografía, la cultura o los recursos naturales, determinan el éxito o fracaso
de una nación. Los autores se preguntan: «¿Cómo pueden ser tan distintas las
dos mitades de lo que es, esencialmente, la misma ciudad? No hay diferencias en
el clima, la situación geográfica ni los tipos de enfermedades presentes en la
zona, ya que los gérmenes no se enfrentan a ninguna restricción al cruzar la
frontera entre ambos países. Evidentemente, las condiciones sanitarias son muy
distintas, pero esto no tiene nada que ver con el entorno de las enfermedades,
sino que se debe a que la población al sur de la frontera vive en peores
condiciones sanitarias y carece de una atención médica digna».
Las dos Nogales
son como dos hermanos gemelos que crecieron en hogares distintos. Aunque comparten el mismo origen y
viven a solo unos kilómetros de distancia, las vidas de sus habitantes son
completamente diferentes. En Arizona, la gente vive más tiempo, gana más
dinero, tiene mejores escuelas y se siente más segura. ¿Por qué? Porque las
reglas del juego son distintas. En Estados Unidos, las instituciones están
diseñadas para que todos tengan las mismas oportunidades, mientras que en
México el poder suele estar concentrado en pocas manos y las oportunidades son
más limitadas.
El capitalismo
mexicano, lejos de promover la competencia y el bienestar general, ha
consolidado un sistema oligárquico donde una élite se beneficia de manera
desproporcionada. La privatización de empresas estatales, como Telmex, ha sido
un mecanismo clave para esta concentración de poder. La adquisición de Telmex
por parte de Carlos Slim, en condiciones privilegiadas, es un ejemplo
emblemático de cómo las élites utilizan su influencia política para
enriquecerse a costa del interés público.
En Poder y
progreso (escrito por Acemoğlu y Simon Johnson), los autores se adentran en
el análisis de la relación entre tecnología, poder y progreso económico,
ofrecen un análisis de cómo la innovación tecnológica ha moldeado la historia
de la humanidad y cómo, a su vez, el poder político y económico han influido en
los derroteros y la dirección de la tecnología.
La obra se entra
en analizar la sociedad estadunidense. El texto aborda cómo la IA lejos de
generar empleo, está exacerbando las desigualdades globales. Al automatizar
trabajos y demandar una fuerza laboral altamente especializada, la IA deja
atrás a millones de personas en países en desarrollo, donde los recursos
educativos y económicos son limitados. Esta trayectoria tecnológica amenaza con
ampliar la brecha entre ricos y pobres. La obra alerta sobre el peligro de que
la IA se convierta en una fuerza desestabilizadora en el mercado laboral
global. Al automatizar trabajos y demandar una fuerza laboral altamente
calificada, la IA amenaza con generar un desempleo masivo en países en
desarrollo, con efectos sociales y económicas devastadores.
Es curioso,
señalan los autores, que la IA sea tan popular a pesar de no mejorar la
productividad de manera significativa ni superar notoriamente las capacidades
laborales humanas. Esto suposición se debe a que las empresas que recopilan
grandes cantidades de datos obtienen ganancias con la publicidad personalizada.
En realidad, un pequeño grupo de emprendedores, ejecutivos, visionarios y, en
algunos casos, líderes políticos, son quienes deciden el rumbo de la IA. Sus
decisiones determinan quién se beneficia y quién sale perdiendo con la
innovación tecnológica.
Los autores
reconocen que si bien la tecnología no nace con una dirección predeterminada,
nada que tenga que ver con ella es inevitable. En gran medida, la tecnología ha
aumentado la desigualdad por las decisiones que toman las empresas y otros
actores con poder. La única manera de atenuar los efectos nocivos de la IA depende
del papel de las instituciones y las políticas que emprendan. El impacto de la
IA en el empleo dependerá de cómo se diseñe, implemente y regule. En tal
sentido, las instituciones políticas y económicas desempeñan un papel crucial
en la forma en que se adopte y use; se requiere diseñar instituciones
inclusivas para garantizar que los beneficios de la IA se distribuyan en la
sociedad; los gobiernos deben impulsar el diseño de políticas públicas que
promuevan la creación de empleos de calidad, la educación y la capacitación, y
que protejan a los trabajadores de los efectos negativos de la automatización,
pero también los autores enfatizan que las personas no capacitadas o
desplazadas por la IA puedan seguir teniendo actividades que llevar a cabo.
Además, se
sugiere implementar una reforma fiscal, ya que el sistema tributario actual en
muchas economías industrializadas incentiva la automatización. La idea es
eliminar las desgravaciones excesivas para las empresas que invierten en software
y maquinaria. El objetivo es que las compañías que invierten en tecnología para
la automatización no continúen pagando impuestos más bajos que las aplicadas a
la mano de obra humana para realizar las mismas tareas. Esta desigualdad
fomenta la automatización y esta política también se observa en los sistemas
fiscales de otras economías occidentales, aunque en algunos casos, el
desequilibrio es menos marcado.
Las
instituciones políticas y económicas tienen un papel fundamental en cómo se
gestiona la transición hacia una economía impulsada por la IA. Para los autores
regular la IA es necesario, pero fragmentar las grandes tecnológicas y
emprender acciones antimonopolio contra los gigantes tecnológicos es una medida
complementaria al objetivo más importante: alejar la tecnología de la
automatización, la vigilancia, la recopilación de datos y la publicidad
digital.
@tulios41
Publicado en La Jornada Morelos 231024
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