Poder y progreso

viernes, 1 de noviembre de 2024


Daron Acemoğlu, Simon Johnson y James Robinson, destacados economistas, han sido reconocidos con el Premio Nobel de Economía 2024 por sus investigaciones sobre el papel de las instituciones en el crecimiento económico y la prosperidad. Según su teoría, el éxito de una nación no es fruto del azar, sino del diseño y funcionamiento de sus instituciones políticas y económicas. Los países más prósperos del orbe deben su riqueza a sistemas inclusivos que fomentan la participación, la justicia y la igualdad de oportunidades. Por el contrario, las naciones en desarrollo están frenadas por instituciones extractivas que concentran el poder y los recursos en manos de unos pocos, obstaculizando el progreso. Acemoğlu, Johnson y Robinson desdeñan la idea de que factores geográficos, culturales o la abundancia de recursos naturales sean los principales motores del desarrollo económico. En su lugar, enfatizan la importancia de instituciones sólidas, que promuevan la innovación, la inversión y la movilidad social. Su trabajo resalta la interconexión entre instituciones, crecimiento económico y bienestar social, brindando lecciones para implementar políticas públicas efectivas y un desarrollo sostenible.

Aquí reseñaremos dos de sus obras principales. En una de ellas, y más conocida en México, Por qué fracasan los países, Acemoğlu y Johnson toman como ejemplo a Nogales una ciudad dividida por la frontera entre Estados Unidos y México —la de Arizona y de Sonora—, para ilustrar cómo las instituciones, más que la geografía, la cultura o los recursos naturales, determinan el éxito o fracaso de una nación. Los autores se preguntan: «¿Cómo pueden ser tan distintas las dos mitades de lo que es, esencialmente, la misma ciudad? No hay diferencias en el clima, la situación geográfica ni los tipos de enfermedades presentes en la zona, ya que los gérmenes no se enfrentan a ninguna restricción al cruzar la frontera entre ambos países. Evidentemente, las condiciones sanitarias son muy distintas, pero esto no tiene nada que ver con el entorno de las enfermedades, sino que se debe a que la población al sur de la frontera vive en peores condiciones sanitarias y carece de una atención médica digna».

Las dos Nogales son como dos hermanos gemelos que crecieron en hogares  distintos. Aunque comparten el mismo origen y viven a solo unos kilómetros de distancia, las vidas de sus habitantes son completamente diferentes. En Arizona, la gente vive más tiempo, gana más dinero, tiene mejores escuelas y se siente más segura. ¿Por qué? Porque las reglas del juego son distintas. En Estados Unidos, las instituciones están diseñadas para que todos tengan las mismas oportunidades, mientras que en México el poder suele estar concentrado en pocas manos y las oportunidades son más limitadas.

El capitalismo mexicano, lejos de promover la competencia y el bienestar general, ha consolidado un sistema oligárquico donde una élite se beneficia de manera desproporcionada. La privatización de empresas estatales, como Telmex, ha sido un mecanismo clave para esta concentración de poder. La adquisición de Telmex por parte de Carlos Slim, en condiciones privilegiadas, es un ejemplo emblemático de cómo las élites utilizan su influencia política para enriquecerse a costa del interés público.

En Poder y progreso (escrito por Acemoğlu y Simon Johnson), los autores se adentran en el análisis de la relación entre tecnología, poder y progreso económico, ofrecen un análisis de cómo la innovación tecnológica ha moldeado la historia de la humanidad y cómo, a su vez, el poder político y económico han influido en los derroteros y la dirección de la tecnología.

La obra se entra en analizar la sociedad estadunidense. El texto aborda cómo la IA lejos de generar empleo, está exacerbando las desigualdades globales. Al automatizar trabajos y demandar una fuerza laboral altamente especializada, la IA deja atrás a millones de personas en países en desarrollo, donde los recursos educativos y económicos son limitados. Esta trayectoria tecnológica amenaza con ampliar la brecha entre ricos y pobres. La obra alerta sobre el peligro de que la IA se convierta en una fuerza desestabilizadora en el mercado laboral global. Al automatizar trabajos y demandar una fuerza laboral altamente calificada, la IA amenaza con generar un desempleo masivo en países en desarrollo, con efectos sociales y económicas devastadores.

Es curioso, señalan los autores, que la IA sea tan popular a pesar de no mejorar la productividad de manera significativa ni superar notoriamente las capacidades laborales humanas. Esto suposición se debe a que las empresas que recopilan grandes cantidades de datos obtienen ganancias con la publicidad personalizada. En realidad, un pequeño grupo de emprendedores, ejecutivos, visionarios y, en algunos casos, líderes políticos, son quienes deciden el rumbo de la IA. Sus decisiones determinan quién se beneficia y quién sale perdiendo con la innovación tecnológica.

Los autores reconocen que si bien la tecnología no nace con una dirección predeterminada, nada que tenga que ver con ella es inevitable. En gran medida, la tecnología ha aumentado la desigualdad por las decisiones que toman las empresas y otros actores con poder. La única manera de atenuar los efectos nocivos de la IA depende del papel de las instituciones y las políticas que emprendan. El impacto de la IA en el empleo dependerá de cómo se diseñe, implemente y regule. En tal sentido, las instituciones políticas y económicas desempeñan un papel crucial en la forma en que se adopte y use; se requiere diseñar instituciones inclusivas para garantizar que los beneficios de la IA se distribuyan en la sociedad; los gobiernos deben impulsar el diseño de políticas públicas que promuevan la creación de empleos de calidad, la educación y la capacitación, y que protejan a los trabajadores de los efectos negativos de la automatización, pero también los autores enfatizan que las personas no capacitadas o desplazadas por la IA puedan seguir teniendo actividades que llevar a cabo.

Además, se sugiere implementar una reforma fiscal, ya que el sistema tributario actual en muchas economías industrializadas incentiva la automatización. La idea es eliminar las desgravaciones excesivas para las empresas que invierten en software y maquinaria. El objetivo es que las compañías que invierten en tecnología para la automatización no continúen pagando impuestos más bajos que las aplicadas a la mano de obra humana para realizar las mismas tareas. Esta desigualdad fomenta la automatización y esta política también se observa en los sistemas fiscales de otras economías occidentales, aunque en algunos casos, el desequilibrio es menos marcado.

Las instituciones políticas y económicas tienen un papel fundamental en cómo se gestiona la transición hacia una economía impulsada por la IA. Para los autores regular la IA es necesario, pero fragmentar las grandes tecnológicas y emprender acciones antimonopolio contra los gigantes tecnológicos es una medida complementaria al objetivo más importante: alejar la tecnología de la automatización, la vigilancia, la recopilación de datos y la publicidad digital.

@tulios41

Publicado en La Jornada Morelos 231024

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