Navegan entre dos aguas, por un lado pueden dar vida a producciones de calidad, tener buenos espacios
culturales alejados de fines comerciales; por otro, en materia de análisis de
la realidad social y política su lente es corto y parcial, tienen urticaria por
la diversidad de opiniones y posturas del espectro político. Así ha sido el
caminar de los medios públicos en nuestro país.
A pesar de que artículo décimo transitorio de la reforma
constitucional en materia de telecomunicaciones y radiodifusión de 2013 indica que
los medios públicos deben ser plurales, no oficiales, eso es letra muerta. El
citado artículo indica que los medios públicos federales, locales y de instituciones
públicas «… que presten el servicio de radiodifusión deberán contar con
independencia editorial; autonomía de gestión financiera; garantías de
participación ciudadana; reglas claras para la transparencia y rendición de
cuentas; defensa de sus contenidos; opciones de financiamiento; pleno acceso a
tecnologías, y reglas para la expresión de diversidades ideológicas, étnicas y
culturales».
El caminar en
ese terreno ha sido desigual. Mientras que en los medios federales se avanzó
desde el año 2000 hacia una mayor pluralidad, aunque con limitaciones
financieras y debilidades editoriales, en los medios estatales esto ha sido
prácticamente inexistente. Los medios públicos locales, han funcionado como
extensiones de comunicación social, actuando como portavoces de los
gobernadores en turno y replicando las políticas gubernamentales sin
cuestionamiento. Han ignorado la diversidad social y política de sus regiones,
enfocándose únicamente en destacar las políticas del gobierno. Sin embargo,
esto no ha impedido que, ocasionalmente, cuenten con producciones de calidad en
áreas culturales o científicas.
Si bien los
medios públicos habían iniciado un camino hacia una programación más plural,
reflejando la diversidad de la sociedad y la pluralidad política en sus
noticiarios, este avance se dio a partir del año 2000, pero se vio truncado en
el último sexenio. Debe reconocerse de imperfecciones y desafíos que aún
persistían y deberían de subsanarse, pero lo logrado era un progreso no
despreciable y eso lamentablemente se revirtió en el pasado sexenio.
Un claro
ejemplo de esa regresión se manifiesta en la inefable «Hora Nacional», que
durante el mandato de López Obrador regresó a ser mero apéndice de su área de
comunicación social y un vehículo de propaganda gubernamental. Este fenómeno
también se refleja en medios públicos como los Canales 11, 22 y 14 (SPR),
siendo este último el más evidente en cuanto a su sesgo, ya que se dedica
exclusivamente a transmitir contenidos que exaltan las políticas del gobierno
morenista y sus funcionarios, alineándose con los intereses del régimen.
En enero de
2019, López Obrador declaró que esos medios públicos se convertirían en
promotores de las libertades, la inclusión y la diversidad, además de espacios
abiertos a difundir propuestas para abordar problemas sociales. Esta afirmación
se realizó al presentar los nuevos coordinadores y directores del Sistema
Público de Radio y Televisión, donde se prometió autonomía para los medios
federales, pero también planteó la creación de un sistema unificado entre los
sistemas públicos de comunicación con el fin de «informar con objetividad,
profesionalismo e independencia». Afirmó que, a pesar de ser estaciones de
radio y canales de televisión del Estado, no habría injerencia del gobierno en
la información a transmitir. Pero fue mera añagaza, como lo confirmaron las programaciones
de tales medios.
Se dijo que se crearían en las entidades sistemas públicos de
radiodifusión que replicarían esa idea. Se habló de que la Ciudad de México y
el Estado de Veracruz serían los sistema modelos o pilotos a replicar. Se puede
decir que en la simulación se avanzó, y mucho, ya que sí se conformó en la
Ciudad de México el SPR. Sin embargo, solo a eso se llegó.
Esa idea de pluralizar y dar paso a una verdadera etapa
democrática de los medios públicos fue parte de esa logorrea que tan bueno fue
para difundir el gobierno en el sexenio pasado. El ejemplo tangible de esto fue
que 21 de diciembre de 2021 se dio a conocer el decreto de creación del
Servicio de Medios Públicos de la Ciudad de México que de entrada violaba la
Constitución capitalina que establece en su artículo 16 que «los poderes públicos crearán un Sistema Público de
Radiodifusión de la Ciudad de México [...] operado por un organismo público descentralizado», independiente y, por
tanto, no sectorizado. Pero el nuevo Servicio de Medios Públicos
de la Ciudad de México quedó adscrito a la Secretaría de Cultura, pasando a ser un medio oficialista
al servicio de la administración en turno.
La Constitución
capitalina establecía —y sería similar en todo los SPR que se crearían— que se conformarían
por consejos de administración y como
órgano de gobierno por integrantes mayoritariamente ciudadanos sin compromisos partidarios. Además, se
estipulaba que quien coordinara tal sistema sería designado por el Consejo de
Administración, a partir de una terna propuesta por el Congreso de la Ciudad de
México. Sin embargo, esta norma no se cumplió, ya que Claudia Sheinbaum nombró
directamente al titular.
El Servicio de Medios Públicos de la Ciudad de México nació como medio oficialista y se anuló de facto la autonomía administrativa
y de gestión del nuevo servicio, pero al mismo tiempo se convirtió en el
ejemplo de cómo deberían de ser los medios públicos en general y el proceder de
la 4T, de manera que a lo largo del año pasado se retrocedió en este terreno;
de hecho, los otrora SPR proyectados nunca se implementaron.
La situación en las entidades sigue estancada, igual
que en el pasado. No hay un retroceso notorio porque siempre han sido medios sumidos
en el atraso. En esencia, han actuado como simples propagandistas de los
gobiernos estatales. Esto se debe, en parte, a las audiencias escasas, a un
sector que a cambio de tener un espacio para difundir su trabajo optan por
ignorar o hacer como si no tuvieran ojos para ver la falta de diversidad de perspectivas
que prevalece en tales medios. En última instancia, ese tipo de audiencias son
los mayores obstáculos para los medios públicos, ya que perpetúan la falta de
pluralidad y limitan la diversidad de voces y opiniones. Esto refleja una
dinámica en la que la conveniencia y el mantenimiento del statu quo prevalecen
sobre la búsqueda de medios más plurales y equilibrados en ideas y
perspectivas.
Hoy no faltan las opiniones esperanzadas que ante
nombramientos como el de Renata Turrent en la dirección de Canal 11, piensen que
vienen mejores tiempos para ese medio y los otros. Sabiendo lo que Claudia Sheinbaum
hizo con los Medios Públicos de la Ciudad de México, es de esperar que tales medios
de difusión de Estado seguirán o contribuirán a la reproducción ideológica de
la llamada 4T.
@tulios41
Publicado en La Jornada Morelos 161024
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