Empresas contra Trump

martes, 14 de febrero de 2017

Cuando uno escucha a Donald Trump tiene la impresión de que su mirada está puesta en el siglo XIX y primera mitad del XX. Da la sensación de que piensa en una economía dominada por manufacturas. En sus arengas están ausentes las cuestiones de propiedad intelectual, aspecto que le ha reportado grandes dividendos económicos a Estados Unidos. 
Trump parece pensar que la riqueza está en contar con enormes instalaciones industriales, soslayando que las mismas poco importan en la era de la economía del conocimiento, ya que la riqueza la proporcionan el talento, que en el caso de Estados Unidos procede de diversas naciones. La primacía que hoy tiene ese país en el campo de las nuevas tecnologías sería incomprensible sin el aporte laboral inmigrante.
El Valle del Silicio, la capital mundial de las nuevas tecnologías, siempre ha tenido una composición demográfica netamente multicultural. En esa zona se encuentran empresas como Apple, Google o Intel y allí los inversionistas dejan muchos millones con el fin de seleccionar y apoyar planes de negocios de las startups. 
En El nudista del turno noche, el autor Po Bronson, describe cómo era la vida en la última década del siglo XX, y que continua hoy día, con una amplia gama de empresas conformadas por un vivo tejido multicultural: por buenos ingenieros y programadores hindúes, chinos, taiwaneses, vietnamitas, egipcios… Fue esa riqueza étnica y talento provenientes de diferentes partes del orbe la que cimentó el auge de la nueva economía, que ha conducido a Estados Unidos a dar vida a empresas con valoraciones mercantiles descomunales. 
Trump soslaya la contribución de los emprendedores inmigrantes en Estados Unidos: olvida que Steve Jobs era hijo de un sirio; el padre de Steve Wozniack era polaco; Pierre Omidyar Morad, creador de eBay es de origen franco-iraní; Sergei Brin, cofundador de Google, es originario de Rusia; uno de los arquitectos de Yahoo!, Jerry Yang, es de Taiwán; Garret Camp, de Uber, es de Canadá o Elon Musk, artífice de la creación de Paypal y CEO de Tesla, es sudafricano. 
Eso pone en contexto por qué más de cien empresas de las nuevas tecnologías de ese país interpusieron un recurso en los tribunales contra el decreto presidencial (hoy suspendido por un Tribunal de Apelaciones de San Francisco) que prohíbe la entrada al país de refugiados y viajeros nacidos en siete países de mayoría musulmana. 
Stuart Anderson subraya el papel sobresaliente de los inmigrantes en el desarrollo de empresas y productos en campos como la computación, salud o las finanzas. De acuerdo con él, casi la mitad de empresas estadunidenses valoradas en más de mil millones de dólares tuvieron al menos un fundador inmigrante. Empresas que además de contribuir a la riqueza de Estados Unidos generan muchos empleos.  
De hecho antes de ese decreto de Trump, varios líderes de las empresas de nuevas tecnologías habían elevado su voz para demandar un incremento en la cantidad de visas de trabajo H-1B, porque la industria de las nuevas tecnologías no puede satisfacer su demanda de trabajadores solo con la mano de obra estadunidense. Asimismo, habían manifestado que también debería de cesar la manera tan hostil como se trata a los inmigrantes, quienes deben sortear muchos trámites burocráticos.
Lo que hoy sucede en Estados Unidos nos confirma que nada tiene garantía de ser perenne, ninguna sociedad democrática tiene la vacuna perfecta para quedar inmune a los retrocesos y al autoritarismo, ni el sufragio es el antídoto para evitar que arriben al poder tiranos que echan por la borda muchos logros alcanzados por la sociedad, y por lo que se ve, las cosas seguirán complicándose porque Trump no tiene interés en bajarle de tono a su retórica y sus acciones.
Veremos de qué cuero están hechas estas empresas de las nuevas tecnologías, en donde algunas como IBM ya han doblado las manos ante Trump. No olvidemos que esas empresas tienen como razón de ser el lucro y en la búsqueda de ganancias son capaces de dejar a un lado su desafío a Trump, si éste las beneficia con políticas fiscales.

Artículo publicado en El Universal de Querétaro


Rendir cuentas

domingo, 5 de febrero de 2017

El pasado proceso electoral estadounidense hizo que muchos usuarios y analistas de medios vieran de manera crítica la forma en que se difundieron por la red múltiples contenidos falsos y el perverso uso que puede tener el big data para encumbrar y llevar a la presidencia de un país a un orate. 
Trump aprovechó el caldo de cultivo generado por las molestias de un sector de la población estadounidense que ha sido afectada por la globalización, que no considera la práctica periodística como algo honesto, además del crecimiento de posturas reaccionarias y fundamentalistas que han engrosado a la derecha conservadora en Estados Unidos y que se han traducido en actitudes xenofóbicas y en una clara idea de aniquilar la multiculturalidad en esa nación.
De ese proceso los que han salido mal parados han sido los medios sociales de comunicación, que son vistos como recursos que producen problemas colectivos, que afectan la convivencia social debido a la laxitud en la publicación de contenidos, que son cajas de resonancia y propulsores de ideas de ultraconservadores como Steve Bannon o Milo Yiannopoulos. 
Lo cierto es que la elección estadounidense puso en el escenario la necesidad de reflexionar ampliamente sobre el papel que las redes sociales tienen como “árbitro” del discurso público, de su ambigua postura de neutralidad y falta de intervención y vigilancia de los contenidos que publican y de no hacer nada ante los comportamientos ofensivos y sus implicaciones en la vida pública. 
El mismo uso que hace Trump de Twitter, emulando al desaparecido Hugo Chávez, lleva a muchos a sostener que es la evidencia del fin de la Web. Ya no existe en este momento el otrora entusiasmo generado por internet con la masificación de la Web, de que la misma sea apta para la publicación responsable y un medio para multiplicar la multiculturalidad, cuestión eclipsada por prácticas oscuras, que en vez de ser dimensiones para unir personas han terminado por alimentar aspectos opuestos a los imaginados a fines de la ultima década del siglo XX, cuando se pensaba que la red sería el edén de la buena onda y la solidaridad. 
No obstante, sería faltar a la verdad si no se reconoce que estos males de animosidad racial y xenofobia estaban presentes desde la Web 1.0. Recordemos cómo el juez francés Jean-Jacques Gomes había dado entrada en mayo de 2000 a una demanda de grupos de derechos civiles galos que demandaron a Yahoo! por vender objetos nazis y racistas, lo que dio paso a desencuentros y a un torbellino de acciones hostiles entre usuarios de internet de esa nación.
No basta con que las redes sociales sometan al escrutinio de periodistas o profesionales de la información los contenidos considerados dudosos, sino que los mismos usuarios deben tener una actitud más firme para combatir los contenidos falsos o racistas, y generar dinámicas críticas a la demagogia que campea en los pasillos digitales, para paliar la precaria rendición de cuentas de esas plataformas, sobre todo porque las mismas modulan en buena medida el discurso social y político en los tiempos que corren.
También se debe reflexionar sobre qué significa ser responsable en una era en donde crecen en importancia y complejidad los algoritmos inteligentes y una serie de técnicas automatizadas, por lo que se debería ofrecer información clara sobre la misma actuación de los robots que serán cada vez más difíciles de distinguir los seres de carne y hueso en el ciberespacio. 

También se requiere tener bajo vigilancia ciudadana a estos medios, sobre todo por la actitud de Trump de aplicar medidas violatorias de la privacidad de las redes sociales, que se usarán como un factor básico para extender visados y, sobre todo, para combatir al mismo narcotráfico, por lo que no sería raro que dichas plataformas se presten a apoyar esa vigilancia. No olvidemos que ya se puso en marcha una reestructuración de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, en donde tendrá presencia destacada el nefasto Steve Bannon, que seguramente la usará para apuntalar violaciones y acciones xenofóbicas contra usuarios apoyándose también en dichas plataformas sociales. 

 
Creada por laeulalia basada en la denim de blogger.