Revolución educativa

lunes, 21 de enero de 2013

En 2007 el investigador David Wiley, de la Universidad de Utah, lanzó un curso en línea abierto con el cual puso en marcha un proyecto con el objetivo de ampliar a escala nacional e internacional las actividades educativas de su universidad. Sin embargo, su idea terminó por generar una nueva tendencia pedagógica basada en cursos abiertos masivos en línea (massive online open courses), conocidos como MOOC, que se propagan a diversos espacios universitarios dentro y fuera de Estados Unidos.

Los MOOC son cursos en línea gratuitos para cualquier interesado del planeta, algunos con cientos de miles de alumnos, donde un experto o grupo de expertos en un campo en particular ofrecen durante el tiempo que dura el curso charlas interactivas y los alumnos discuten y reflexionan en foros sobre los aspectos relevantes de las materias estudiadas.

Los MOOC se han convertido no solo en una expresión innovadora en el campo educativo para universidades como Stanford, Harvard, MIT y muchas otras del planeta, sino también en una dimensión en donde se refleja la lucha que libran las instituciones educativas por incrementar su reputación internacional en la disputa por reclutar a los mejores estudiantes y profesores.

No hay consenso sobre los efectos de este tipo de educación. Para algunos escépticos la esencia de la enseñanza es la interacción directa entre estudiantes y profesores; la educación no puede ser simulada y mediada por computadoras y esta propuesta es solo algo experimental, sin futuro. Para otros, en cambio, ya significa un verdadero terremoto en el campo educativo, e incluso desde nuestro entorno se ve como una vía para satisfacer plenamente la demanda de educación superior.

Por ahora, es cierto, los MOOC son un laboratorio, un campo de exploración que busca traducirse en un modelo de negocio y de renovación educativa, pero de tener éxito producirán una profunda alteración del tejido educativo, trastocaría los modelos de las universidades de todo el mundo que deberán replantear seriamente los mecanismos de su oferta educativa, de sus esquemas de funcionamiento. En el caso de las universidades públicas deberán pensar en operar de manera diferente y aprovechar lúcida y estratégicamente sus recursos públicos para no ser arrollados o rebasados por los nuevos modelos educativos.

Publicado en Milenio

 
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