Leer de otra manera

martes, 2 de noviembre de 2010

La lectura y la escritura son aspectos dinámicos, se alteran o modifican conforme surgen tecnologías o nuevos soportes. En la antigüedad los escritores dictaban sus libros a escribanos, que cual si fueran procesadores de texto transcribían todo. Hasta antes de la invención de Gutenberg un texto no tenía ningún espacio entre palabras; por esa situación, y porque eran muy pocas las personas que sabían leer, la lectura requería de un talento especial.

Con la aparición de la imprenta en el siglo XV no sólo empezó la producción masiva de libros sino también una nueva manera de leer, en silencio y en soledad. La lectura para sí mismo se volvió lo habitual cuando comenzaron los grandes tirajes de libros y la proliferación de novelas.

La primera pantalla que entró masivamente al hogar fue la televisión y redujo significativamente el tiempo de lectura, al grado que se llegó a pensar que el acto de leer estaba a punto de pasar a mejor vida. Pero luego llegó el monitor, que trajo consigo una auténtica fiebre por la escritura y la lectura. Hoy, las pantallas digitales son las culpables de que la gente dedique a la lectura casi cuatro veces más tiempo de lo que le dedicaba hace treinta años. Entre más rodeado está uno de pantallas más se escribe y se lee.

Pero la pantalla ha generado una cultura y habilidad para leer toda clase de símbolos y de representaciones. Leer se ha vuelto una acción multisensorial que sin llegar a ser aún lo que un día preludió la realidad virtual, sí es algo mucho más dinámico que tomar un texto con las manos y posar los ojos en sus páginas. La lectura en las pantallas conlleva una acción más práctica de búsqueda de sentido de las palabras, de vincularse con enlaces al exterior del texto para tener otras opiniones o referencias de lo que se lee.

Pero tal vez lo más importante, como dice Kevin Kelly, sea que las pantallas ya no sirven para que observemos cosas sino para que ellas también nos observen. Ellas nos proyectan y nos reflejan, no tanto para ver nuestro rostro sino para saber nuestro estatus, tal como ya lo muestra Google Real Time, que permite seguir a cualquier persona, conocer sus conversaciones y convertir a cualquier humano en una lectura perpetua.

Publicado en Milenio.

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