Vida eterna

sábado, 22 de agosto de 2009

Una de las vertientes utópicas de las nuevas tecnologías y la misma biotecnología es lograr la prolongación indefinida de la existencia humana. A pesar de que eso todavía suena a promesa, al menos mientras los avances científicos y tecnológicos lo hacen realidad uno ya puede alcanzar tal escenario a través de la red en conexión con bases de datos.

El registro completo y sistematizado de todos los datos personales de una persona a lo largo de su existencia (imágenes, sonidos, rastros biográficos, escritos, correos electrónicos, pensamientos, relaciones humanas, blogs, redes sociales, intereses personales, desplazamientos seguidos por GPS, datos biométricos, parámetros biológicos y médicos, datos financieros, etcétera) ya son una realidad, sobre todo para quienes nacieron después de los años ochenta es mucho más fácil tener sistematizados todos sus datos.

Recordemos que la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa de Estados Unidos (DARPA) cuenta con un programa oficial de investigación, LifeLog, que tiene por objetivo efectuar lo anterior. Y no es descabellado que esto se pueda extender a varias naciones en el futuro, porque los diversos estados tienen en mente poner en marcha esquemas globales de recolección de datos de sus ciudadanos y para eso cuentan con el respaldo del aparato legislativo que invocando una serie de pretextos (los graves problemas de seguridad, la lucha contra el crimen organizado o contra el narcotráfico y el lavado de dinero, o hasta por cuestiones de evasión fiscal) también lo apoya e incluso impulsa.

Esto es lo que abre camino a una especie de vida eterna, de inmortalidad digital. Así, la vida de los individuos desde que nacen hasta que perecen quedará almacenada en bases de datos y cada existencia humana acumulará terabytes, y nada podrá evitar que esto sea grabado. Lo interesante es que, como señala Philippe Quéau, a partir de tal arsenal de datos será factible generar una gama de robots simbólicos capaces de simular o mimetizar a las personas después de fallecidas. Se podrá hacerlo vivir perpetuamente no sólo extrayendo de las bases de datos sus rutinas y sus comportamientos diarios, sino trasladarlo a escenarios posteriores a su fallecimiento para que viva ciertas experiencias, e incluso poner en cualquier buscador su vida entera.

Eso mismo puede ser un campo de negocios que puedan explotar algunas empresas y diversos individuos que quieran prolongar su ego al infinito y estén dispuestos a sufragar grandes cantidades para tener un clon digital que los reproduzca en toda su magnificencia en el ciberespacio y reproducir en el mismo un intenso diálogo entre muertos y vivos.

Publicado en Milenio.

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