La plaga del spam

lunes, 18 de septiembre de 2006

Cualquier persona que cuenta con correo electrónico sabe bien lo que es sufrir la recepción de mensajes publicitarios, que en el caso de los buzones gratuitos como G-mail o Hotmail es masiva y abruma hasta al más paciente. La variedad de contenidos publicitarios es amplia, pero sobresalen los que prometen alargar el pene o promocionan placeres sexuales al por mayor. Hoy día la práctica del spam se puede hacer por distintas vías, la más usada se basa en el correo electrónico, pero alcanza a los servicios de mensajería instantánea, blogs, chats, motores de búsqueda, wikis, asistentes personales o teléfonos celulares.
Si bien el spam vía correo electrónico surgió en marzo de 1994, cuando una empresa de abogados, Canter and Siegel, publicó en Usenet un mensaje publicitario que se tradujo 24 horas después de ser publicado en 10 mil dólares de ingresos. Desde ese entonces, el marketing mediante correo electrónico empezó a crecer y fue el 12 de abril cuando inició de manera intensa el envío masivo de mensajes por correo electrónico. De tal magnitud es el problema que se han creado tecnologías para frenar el envío de spam, como el SPF (Convenio de Remitentes, del inglés Sender Policy Framework) y DomainKeys, las cuales permiten verificar los remitentes de los mensajes.
El spam no sólo es pérdida de tiempo para las personas que lo invierten borrando tales mensajes, sino que tiene repercusiones económica, según la Encuesta Nacional sobre Tecnología 2005, realizada en Estados Unidos, el envío masivo de mensajes publicitarios se traduce en ese país en más de 25 mil millones de dólares en pérdidas para las empresas.
En febrero de 2004 se propusieron en el país reformas a la Ley Federal de Protección al Consumidor para sancionar el envío de mensajes mercadotécnicos. También ha habido una serie de propuestas para tipificar ese delito, pero no se ha resuelto nada en concreto. Lo peor es que han surgido variantes y modalidades mucho más nocivas como el "scam" que es usar dichos correos electrónicos para, de manera ilegal, extraer datos personales y cometer fraudes.
El problema es que detrás del spam existe gente con muchos recursos e inteligencia, y la policía cibernética además de actuar siempre y cuando medie una denuncia ante el ministerio público carece de personal capacitado e infraestructura para luchar contra tales delitos. Pero tal vez el meollo del problema está en que las legislaciones contra el spam son imparciales al no tomar en cuenta su carácter internacional y transnacional. A lo mucho que pueden llegar es a sancionar el spam originado en el país donde se legisla, pero carece de fuerza coercitiva para castigar al proveniente de otros países.

Publicado en diario Milenio

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