Distinción y consumo musical

jueves, 1 de diciembre de 2005

Pierre Bourdieu ha dicho que la búsqueda de prestigio y el cultivo de la apariencia son lo que prevalece en la vida cultural actual, traduciéndose en que las diferencias sociales se miden por los productos culturales consumidos y poseídos. Por eso la estratificación social actual privilegia calificar a alguien de inculto que de pobre o miserable. Esa situación genera una marginación y un racismo caracterizado por despreciar a quienes carecen del refinado capital cultural.
Pero la acumulación del capital cultural, está vinculada a la capacidad adquisitiva. Así en el consumo musical más que estar presente una manipulación de la conciencia, está la distinción porque para un sector destacado de melómanos el producto sonoro no es consumido por sí mismo o por su valor de uso, sino en razón de su valor de cambio, por el factor de refinamiento y el prestigio que porta a quien lo escucha. Pero para que tal cuestión tenga efecto es necesario poseer el producto (disco compacto o archivo musical).
Sin embargo, esto se altera no sólo por las nuevas formas de apropiación musical, sino también por el papel que asumen las grandes trasnacionales discográficas y de computación. Por ejemplo empresas como Apple y Microsoft han propiciado que la música ya no sea un campo de batalla por la posesión del capital cultural, al acotar y hacer mucho más exclusivo el consumo musical, hasta el grado de acabar con las maneras en que éste se desempeña.

Pago por acceso
Las empresas mencionadas, así como las grandes discográficas, usan formatos cerrados. Apple se niega a licenciar su sistema de protección anticopia DRM (Digital Rights Management) Fairplay a otras compañías. Sus reproductores iPod no permiten escuchar música adquirida de otros servicios diferentes a su tienda iTunes. Mientras que Microsoft promueve sus archivos WMA (Windows Media Audio) con DRM. El problema es que cualquiera de estos formatos impide ser propietario de la música comprada. Mientras que en la mayoría de los servicios de música en línea, sólo se paga el derecho de uso de los títulos musicales, impidiendo en estricto sentido tener la propiedad de las melodías.
Este proceso, según Jeremy Rifkin, es la columna vertebral de la nueva forma de hacer negocios, basado en el acceso y desemboca sociológicamente hablando en nuevas formas de generar prestigio, dándole a los productos una connotación de mayor exclusividad. En este nuevo modelo adquirir y comprar productos no sólo es obsoleto, sino que pierde su glamour, ya que la moda dicta que una persona chic es la que se desprende de la pertenencia. Así la valía en el consumo no está en la posesión sino en el acceso al mismo. Esto es resultado de las nuevas estrategias empresariales que consideran a los bienes físicos una desventaja, porque la única manera de incrementar el perpetuo consumo de las mercancías es evitando que los consumidores sean propietarios de las mismas.
Por ahora imponer este modelo no es fácil. Y para seguir con el ejemplo de la música, allí están las batallas judiciales puestas en marcha por melómanos de Estados Unidos y Europa contra algunas empresas, llevando a tribunales a firmas como Apple por las limitantes de su iPod, o a Sony por vender discos compactos con sistemas de protección que impiden reproducirlos en una computadora, amén de que en este último caso se invade la privacidad de las personas y afecta los archivos de sus equipos de cómputo, dejando la puerta abierta a programas malignos. En todo caso, si bien es cierto que se vive una acelerada mutación en el consumo musical, es difícil saber si el grueso de melómanos estarán dispuestos a pagar únicamente por el alquiler o el acceso y abandonar así la idea de que la diferencia y el prestigio están asociados a la propiedad de los bienes culturales.

Publicado en diario Milenio, 27 de noviembre 2005.
Enlace permanente.

0 comentarios:

 
Creada por laeulalia basada en la denim de blogger.