Ecología, libros y computadoras

viernes, 8 de julio de 2005

textoalternativoFelices se ponen muchos amantes de los libros en formato convencional cuando se habla de la edición electrónica, se mofan de las predicciones desacertadas sobre la muerte del papel anunciadas tiempo atrás por los ayatolas de las nuevas tecnologías. Hasta se dan el lujo de recordar con sorna que el mismo Bill Gates profetizó la desaparición del papel en las oficinas y que para sorpresa de él las nuevas tecnologías vinieron a incrementar su consumo con la impresión de correo electrónico, archivos pdf, páginas web, etcétera.

Una buena parte de usuarios de las nuevas tecnologías necesita leer en papel, porque le es más fácil para su lectura, para encontrar de un vistazo las partes que le interesan, para marcar con la pluma o el lápiz los cambios en los textos o para destacar determinados párrafos. Esto es así porque el libro electrónico es un lastre aún y porque somos animales de costumbres y esos hábitos permanecerán por un buen tiempo, sobre todo mientras no se cuente con interfaces que permitan una lectura cómoda y parecida a la efectuada en soporte de papel.
El problema es que la computación en vez de suponer una mejora del entorno, una contribución para paliar los daños ecológicos, en realidad ha terminado por generar mayores repercusiones ambientales. Ambos bandos, el de los defensores de las nuevas tecnologías y los del papel y el libro, quieren únicamente defender sus pasiones y gustos, olvidándose que las dos modalidades tienen efectos dañinos en el ambiente.

Los daños al entorno
Miguel de Unamuno decía que “Hubo árboles antes que hubiera libros, y acaso cuando acaben los libros continúen los árboles. Y tal vez llegue la humanidad a un grado de cultura tal que no necesite ya de libros, pero siempre necesitará de árboles, y entonces abonará los árboles con libros”. Pero más allá de esta frase lapidaria, lo cierto es que la relación entre libros y árboles no es nada halagüeña. Sólo debemos recordar que un tiraje de tres mil libros requiere de la tala de unos 600 árboles, lo que implica que a lo largo y ancho del planeta el sector editorial es partícipe de una buena destrucción de árboles. Cuestión que se acentúa por la carencia de una política de reciclaje del papel para dicha industria.
Pero del otro lado la cuestión tampoco es para celebrar como lo indica la Silicon Valley Toxics Coalition quien estima que entre 1997 y 2007 se descartarán 500 millones de computadoras sólo en Estados Unidos, que son equivalentes a más de 10 toneladas de chatarra. Esto es el resultado de la pronta obsolescencia de los equipos, que cada dos o tres años se actualizan, por lo que anualmente toneladas de equipos de cómputo, periféricos o consumibles se vuelven desechos. Hasta ahora no existe casi en ningún país del mundo una política de reciclaje de equipos.
El problema es que la corta vida de dichos equipos se ha convertido en un problema ambiental de gran magnitud que los países industrializados han tratado de resolver enviando su basura electrónica al tercer mundo. Si bien por un corto lapso tales equipos pueden ser de utilidad para las naciones en vías de desarrollo, cuando tienen que desecharlos éstos se convierten en un duro problema de contaminación por los materiales altamente tóxicos que contienen y que al tirarse contaminan el agua y la tierra.
La lucha por tener un ambiente sano obliga a pensar en que el sector editorial use papel reciclado, que la biotecnología avance en el descubrimiento que permita el crecimiento rápido de los árboles, y que la industria de la computación elabore equipos de cómputo y periféricos con nuevos materiales respetuosos del ambiente, pero mientras eso se hace realidad lo urgente es donar, reusar y reciclar los materiales de cómputo con el fin de atenuar lo más posible esta peligrosa basura que inunda al mundo entero.
Publicado en el diario Milenio, 3 de julio 2005.
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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Mientras no se reciclen de manera eficiente y sensata papeles y computadoras cada uno debería mantener limpio el ambiente reciclando el papel y cuidando árboles y flores

No seamos las bellas rosas de un jardín que se lastiman con sus espinas

Verónica

 
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