Ciberdesiluciones

jueves, 9 de junio de 2005

textoalternativo “Yo tenía que haber nacido mejor en la selva para no verme envuelta en esas porquerías de fraudes y de manipulación”, nos comentó con amargura Lucia durante la charla que sostuvimos en línea y en donde nos relató su experiencia amorosa en la red. Ella mantuvo durante seis meses una relación virtual con Federico, un español, al cual conoció una noche en una de las salas de Planet. Lucía llegó a esa relación digital precedida de ocho meses de separación de su esposo, su ingreso al chat se dio en parte por la lectura que había hecho de un artículo aparecido en una revista que relataba experiencias de personas que encontraron el amor de su vida a través de internet.
Desde el primer momento que habló con Federico quedó encantada con su conversación y fue así como nació una relación virtual que dos semanas después se trasladó al teléfono. Así transcurrió un periodo de intercambio epistolar, hasta que él decidió venir a México el año pasado a verla y después de amarse y de vivir un idilio de fantasía se separaron y juraron que pronto estarían viviendo juntos en Madrid. Pero al poco tiempo de regresar a su país Federico se borró literalmente del mapa: su teléfono no respondía, su correo electrónico se quedó mudo y prácticamente se lo tragó el ciberespacio. Después de cuatro meses de buscarlo vía telefónica, del retorno de mensajes y hasta de una carta enviada vía postal, decidió que nunca más volvería a meterse en amores virtuales y llena de rabia y amargura se declaró enemiga de los vínculos mediados por computadora.

Posturas encontradas
Las “imposturas” digitales abundan. En realidad la red es un río infinito de seducciones y de mentiras. El caso de Lucía no es único y muchas féminas han descubierto un día que la persona que aman con tanta intensidad, que les roba el sueño en las noches y que conduce a su imaginación a estar sólo al servicio de las divagaciones amorosas de pronto se torna en lo contrario, en un monstruo que atropella su intimidad.
La red, no podemos olvidarlo, es una selva en donde pululan las ficciones románticas, muchos engañan y manipulan sin misericordia los sentimientos de los otros. El ciberespacio es, si se vale el calificativo, el reino de la desilusión. Es muy fácil que después de un intercambio epistolar muchas mujeres terminen venerando el alma y el corazón del otro, y gracias a la webcam o las charlas telefónicas alimenten mucho más el engaño y la seducción que como virus se reproducen en la red.
Sin embargo el psicólogo Kenneth Gergen dice que quien acude de manera recurrente al disfraz, quien cuenta con un amplio repertorio de vestimentas para deambular por diversos territorios, en realidad tampoco se desprende de sí mismo a lo largo de sus conversaciones. Pero según el experto adoptar perfiles distintos (alimentar ficciones personales, tener voces diversas y disímbolas, convertirse en muchos personajes, poner énfasis parcial o provisionalmente en las almas que uno posee), no desemboca en efectos dañinos, es una vía terapéutica, claro esto siempre y cuando dicha libertad no lleve al usuario a asumir permanentemente la identidad suplantada, como lo han sufrido muchas mujeres en internet.
Publicado en el periódico Milenio, 5 de junio 2005.
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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Sobre "Ciberdesiluciones"
(ilusiones es con "s"?)

"Muchos engañan y manipulan sin misericordia los sentimientos de los otros", lo cual muestra que cambia más rápido la tecnología que las mentalidades.

Saludos

Verónica Jiménez Reyes

 
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