La pasión y el masoquismo en el futbol

jueves, 13 de enero de 2005

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La pasión en el futbol es un misterio, en los gustos e inclinaciones hacia una playera no media racionalidad alguna, e intentar buscarla es como querer encontrar una vacuna para acabar con la gripe. Seguimos a un equipo más por mimetismo y herencia que por libre albedrío. Yo, por ejemplo, me volví seguidor del Cruz Azul porque heredé la pasión de un tio hacia la máquina. Eduardo, como se llama el familiar al que me refiero, no solo me llevó a los campos a jugar dicho deporte, sino que también me dejó inoculado fubolísticamente como para no poder pensar en otra playera que no fuera la azul. En algún momento llegué a pensar si no era seguidor del Cruz Azul porque Eduardo lo era o porque realmente yo lo sentía así.
Así que el asunto de amar una escuadra creo que en la mayoría de casos es imitación o herencia, pero el problema es que después de que eso se da sucede lo expresado por Javier Marías: “uno ya no puede cambiar de equipo”. A pesar de que el equipo de uno ande con la toalla tirada, como sucede ya desde hace rato con Cruz Azul, uno lo sigue y no hay manera en que uno piense en cambiar de club. La pasión en el futbol es masoquista y me parece que si Leopold von Sacher-Masoch hubiera conocido la que se da entre los seguidores de este deporte seguramente la hubiera registrado dentro de su catálogo de perversiones.
Así que en víperas de un nuevo torneo espero que la otrora máquina pueda hacer honor a ese apelativo, pero me temo que las actuaciones de la misma me seguirán cofirmando que ser aficionado de Cruz Azul forma parte del reportorio de Masoch.
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