Baudrillard y Tepoztlán

domingo, 19 de diciembre de 2004

Ayer todo Polanco y Coyoacán parecían haber desembarcado en Tepoztlán, a donde fui a pasar el día y tomar tres capuchinos y embutirme unas supuestas empanadas de origen argentino que terminaron por ponerle en la madre a mi maltrecho sistema digestivo.
Al ver las hordas de chilangos que toman por asalto cualquier lugar que tenga cierto sabor de provincia, no solo tuve la sensación de que los humanos cada que podemos le jugamos infructuosamente a los mongoles, porque en realidad en el fondo nos encanta destruir el tiempo y la rutina por medio del consumo; convertidos en hordas somos capaces de acabar con toda coherencia y huimos de la contaminación aprovechando cualquier oportunidad que la rutina nos ofrece. Pero la paradoja es al efectuar esa fuga siempre caemos en lugares en donde la contaminación es mayor de dondre provenimos.
Pero sin embargo en los comportamientos es en donde Tepoztlán es un laboratorio, porque allí se da aquello que decía Baurillard: "disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene. Lo uno remite a una presencia, lo otro, a una ausencia". Los que llegan imitan a ser turistas de afilados dientes, unos más emulan ser hippies de periodo navideño, mientras que otros se tornan en rastafaris de 24 hora y los nativos no se quedan atrás y juegan a ser el idílico pueblo que no son ni por equivocación. Tepoztlán es el reino de lo ausente, es una zona de simulacros, es todo lo contrario de lo que romántica y onanistamente le adjudicamos los visitantes a dicho sitio.
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